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Consejo editorial de Trasversales

En deuda con el pueblo sirio y con las revoluciones OMNA


Revista Trasversales número 30, octubre 2013-enero 2014

Este texto es el editorial del número 30 de la revista Trasversales. Dada la urgencia del tema tratado ha sido colocado en la web mientras la revista está aún en imprenta. La revista incluirá otros materiales sobre Siria, especialmente una entrevista con Naomí Ramírez Díaz. Una vez distribuida la versión papel de la revista, todos sus materiales serán colgados en esta web.


Tenemos una deuda política con las revoluciones de Oriente Medio y el Norte de África (OMNA), partiendo de Túnez en enero 2011 y extendiéndose por Egipto, Libia, Bahréin, Siria, Yemen y otros países, quizá con signos precursores como la marea verde iraní. En el caso de Siria y de su pueblo martirizado, tenemos también una deuda ética, como la tenemos, desde hace décadas, con el pueblo palestino.

Deuda política porque sin las revoluciones OMNA no habría existido el ciclo de luchas iniciado el 15 de mayo de 2011. Habría habido resistencia, pero diferente y con menos potencia social. En deuda, también, porque no hemos prestado suficiente atención a esta experiencia extraordinaria, que nos desafía a corregir esquemas y pre-juicios.

La deuda ética, la más política si damos a ese término significado diferente a los juegos de tronos, la hemos contraído por la falta de solidaridad con las víctimas de una masacre continuada, en una guerra desencadenada en 2011 por el régimen de Al Assad, que recurrió al ejército, a las milicias de Hézbola y a tropas iraníes, al apoyo de los ex-kagebistas y oligarcas que gobiernan Rusia, a las armas pesadas y a la aviación, probablemente también a las armas químicas, arrasando municipios y barrios enteros, matando a decenas de miles, torturando, violando y provocando el desplazamiento de millones de personas hacia el exterior y también en el interior de Siria, sin que los supuestos Estados "amigos" de la rebelión se hayan esforzado en impedirlo o paliarlo, ni siquiera en el terreno de la urgentísima ayuda humanitaria ante una situación cada vez más catastrófica.

Gran parte del activismo político y social ha ignorado la matanza, con la excusa de la "complejidad", e incluso algunas de sus franjas han apoyado a Al Assad, le han catalogado como "anti-imperialista" o “pro-socialista”-nunca lo ha sido-, han loado sus "reformas" o han acusado a la rebelión popular de ser obra de agentes extranjeros, sin considerar la persistencia con la que centenares de miles de personas ocuparon las calles pese a la brutalidad de la represión. El único "no a la guerra" de este sector, parodia y farsa del que nos unió en 2003, surge sólo más de dos años después de iniciada esa guerra brutal y como mera reacción al tímido anuncio de Obama de alguna acción armada de castigo sin ánimo de derrocar al régimen, pues la estrategia de la Administración de EEUU ha sido "mojarse" poco y dejar que la situación se pudra hasta que se genere una situación favorable a sus intereses en la que, con la revolución desactivada, pueda haber un "arreglo" entre una parte del régimen y figurones de la oposición ajenos a la lucha popular, a ser posible con la bendición rusa, Estado que tiene una base militar en Siria. Ese ha sido el "plan Obama" y de otras potencias occidentales, y eso es lo que hay que denunciar, aunque, como tantas otras veces, es posible que la situación se les vaya de las manos y tome rumbos imprevisibles. En todo caso, todo indica que Obama ha recibido con gran satisfación la “mediación” de Putin que da a Al Assad vía libre para seguir matando con “armas convencionales” con la promesa de desprenderse a lo largo de un año de sus armas químicas.

No es posible comprender el significado de las revoluciones OMNA sin entender que todas ellas están vinculadas, que no se puede estar coherentemente con la egipcia o tunecina o bahreiní -contra la que ha intervenido directamente el ejército saudí- y estar a la vez contra la siria o la libia o contra la lucha democrática iraní. Estas revoluciones han surgido desde "dentro" y desde "abajo". Nacionales en tanto que se alzan contra regímenes dados y están arraigadas en sentimientos y experiencias particulares de las poblaciones. Transnacionales, entrelazadas en una dinámica regional de cambio de mentalidades y de explosión social que también influyó en España, EEUU ("Occupy"), Brasil, Turquía y otros países. Se han alzado contra regímenes supuestamente afines o supuestamente hostiles a la geoestrategia "Occidental", han sacudido países de influencia chií o sunita, pero todas ellas son rebeliones populares, llenas de contradicciones e incluso de antagonismos que han aflorado o aflorarán, pero alzadas contra regímenes odiosos e impregnadas de aspiraciones a dignidad, justicia y libertad. Rebeliones que merecieron y merecen apoyo y solidaridad, lo que no quiere decir que haya que apoyar todo lo que se haga en su nombre ni a las "situaciones" gubernamentales que surjan en su transcurso o las sucedan. Revolución y "toma del poder" no son la misma cosa. Casi todos los regímenes que suceden a una revolución la derrotan o la traicionan, lo que no deslegitima a las revoluciones ni suprime sus efectos positivos, sino que deslegitima a los gobiernos y a las estrategias políticas no basadas en la democracia real y la autoemancipación de las gentes.

La complejidad existe, sin duda, y se expresa, por ejemplo, en los escenarios "triangulares" actualmente presentes en Siria y Egipto, donde varias fuerzas contrarevolucionarias se confrontan entre sí y contra las revoluciones democráticas. En Siria, el régimen de Assad y los grupos islamofascistas frente a la rebelión popular, en Egipto los militares y los Hermanos Musulmanes frente al movimiento social que alcanzó su máxima expresión el pasado 30 de junio y que ahora está en un momento transitorio que posiblemente se desa­tascará según vayan difuminándose las ilusiones populares en los militares o las que aún puedan quedar en los Hermanos Musulmanes.

Necesitamos comprender el significado de las rebeliones a partir de sí mismas, de las aspiraciones que expresan, de los deseos y sufrimientos humanos. Cuando miles y miles de personas son asesinadas por un Estado criminal no podemos seguir pensando la realidad desde cuatro dogmas, desde amores y fobias a tales o cuales Estados ni de una anacrónica "lógica de bloques" que ya en su tiempo fue un arma de los opresores de uno u otro bloque contra las gentes. Esas miradas, más que incorrectas, son reaccionarias.

Dudar es necesario, pero también lo es guiarse por convicciones políticas y éticas. No afirmamos saber "lo qué hay que hacer en Siria" y ni siquiera es fácil acertar en cómo apoyar su revolución desde aquí, o en cómo apoyar a una revolución egipcia emparedada entre dos corrientes reaccionarias, golpistas, brutales y antidemocráticas, así que tenemos que experimentar en común entre quienes queremos hacerlo. Ayuda humanitaria, sí, claro, con urgencia y sin excusa alguna; presión política de apoyo a los levantamientos populares, aislamiento del régimen de Assad y sanciones, también; exigir la entrega de armas eficaces a las fuerzas ligadas a la rebelión popular -no a los yihadistas-, nos parece que sí y se lo pedimos al gobierno de España y a la UE, aunque sin confianza; aceptar u oponerse a intervenciones armadas contra el régimen de Assad por parte de Estados que en ningún caso lo harían por razones humanitarias y democráticas, depende y cómo, eso debe valorarse a partir de la prioridad que tiene la derrota de Assad a través de medios que no causen males mayores y a la luz de la opinión del activismo democrático sirio.

Nuestra única certeza es que cuando un régimen extermina al pueblo hay que estar del lado de ese pueblo y contra ese régimen. Si en eso no hay un acuerdo entre "las izquierdas", si hay silencios ante las matanzas en Bahréin, por ser régimen amigo de EEUU o Arabia Saudí, o en Siria, por ser régimen supuestamente hostil a EEUU, es que ha llegado la hora de una reflexión decidida, aunque no sectaria, sobre ese concepto y las muchas opciones que encierra, a veces antagónicas. Esa necesidad es muy antigua, pero sigue pendiente, y no se resolverá culpando a otros sin someter a crítica nuestras propias referencias.