Lo que sigue es una visión
personal del significado del 15-M.
Autonomía
El 15-M es la expresión de
un movimiento social autónomo.
Es una puerta abierta a nuevas emociones colectivas, a la puesta en marcha
de instintos sociales orientados a rechazar los discursos del poder y a generar
confianza en la transformación de lo real.
Espíritu
El 15-M es un espíritu. Cuando
hablamos de 15-M nos referimos a la emergencia de una conciencia ciudadana
autoorganizante capaz de poner en marcha prácticas autónomas
para enfrentarse a las políticas que pretenden destruir lo común.
Identificar el 15-M con sus productos es cosificarle.
El 15-M no son las asambleas ni las comisiones o grupos, ni los que se reclaman
del 15M.
El 15-M no es ni puede ser una organización ni algo mensurable.
Sin 15-M no hubiera habido mareas verdes y de todos los colores, plataformas
contra los desahucios, yayoflautas, asambleas de barrio y tantas iniciativas
que están generando resistencia, lucha y organización social.
Pero no son el 15-M porque el 15-M es el espíritu que permite poner
en marcha esas iniciativas.
Impregnación
La importancia del espíritu
del 15-M radica en que sus efectos más importantes son los que produce
en la sociedad. Su naturaleza es inseparable de la aparición de una
respuesta ciudadana original a las consecuencias de la crisis y de las políticas
de gestión de la “austeridad”.
Las múltiples iniciativas locales son la manifestación más
importante de la impregnación del 15-M en la sociedad.
Hoy, el 15-M impregna todo lo que se mueve en España.
El 12 de mayo de 2012 una multitud, centenares de miles de personas, volvieron
a recorrer las calles de ciudades y pueblos de España. Era un aniversario
pero algo más. El 12-M fue una declaración de resistencia a
la demolición de los derechos sociales.
La huelga del 29 de marzo fue una huelga diferente. No sólo porque
por primera vez se produjo una confluencia, confluencia asimétrica,
entre el movimiento sindical y el 15-M. Sobre todo porque su éxito
fue inseparable de la vitalidad impregnante del 15-M. La huelga fue tomada
por la gente para expresar el malestar social. Se midió más
en la calle que en los porcentajes de quienes trabajaron o no trabajaron.
El 15-M impregna la sociedad.
Nueva conciencia colectiva
El 15-M ya ha cambiado la sociedad
española.
Ha roto la sensación de pasividad ante el deterioro de las condiciones
de vida. Ha introducido la convicción de que todos somos responsables
en lo que pasa, ya sea por nuestras acciones o inacciones. Ha instaurado un
llamamiento a ser autónomos, a no esperar a que dirigentes políticos
o sindicales abran espacios a la protesta, a actuar a partir exclusivamente
de la voluntad de quienes quieren hacerlo. Ha introducido una nueva visibilidad
social sobre algunos problemas que no eran aceptados como tales en las agendas
políticas. Ha puesto de manifiesto la ausencia en las instituciones
de auténticos instrumentos de participación colectiva y, al
hacerlo, ha cuestionado aspectos significativos del mercado de la democracia
electoral.
Lo importante es que el 15-M ha ayudado a mucha gente a identificar la defensa
de los servicios públicos esenciales y el derecho a una vida digna
como terreno de un enfrentamiento entre los intereses de la mayoría
de la ciudadanía y quienes toman las decisiones políticas y
económicas. Por ello, frente a la lógica individualizadora del
capitalismo, introduce la lógica social de una doble necesidad: la
profundización democrática y poner la economía al servicio
de las necesidades reales de las personas.
El movimiento se expresa mediante el rechazo y la confrontación con
lo que entiende como “el sistema”. Pero, también, es tremendamente
constructivo, obsesionado por encontrar caminos y crear nuevos sentidos.
Lo importante es lo que hace la gente, no lo que debería hacer.
Singularidad
Esta experiencia refleja en su pasión
por la autonomía el momento histórico singular en que nació.
Sin la primavera árabe posiblemente no hubiera habido un 15-M en España.
El impacto de la fuerza social de los jóvenes árabes
fue determinante para dotarse de un sentido revolucionario, es decir,
confiar en las propias fuerzas.
Creación
El nacimiento de un movimiento social
siempre tiene aspectos indescifrables. Lo nuevo nunca surge del vacío,
recompone elementos de lo ya existente y les dota de una significación
diferente. Lo nuevo reelabora elementos en conflicto en el imaginario preexistente.
Un movimiento nuevo es un acontecimiento imprevisible, inesperado, que escapa
a cálculos. Es creación de una nueva mirada. Quizás por
ello, al escribir al respecto se siente la pérdida de una parte esencial
de su sentido, la experiencia personal de miles de personas, su descubrirse
junto a otras, la emergencia de lo nuevo en discursos, en métodos,
en gestos. Su efecto más importante, sin duda, actúa en la conciencia
de sus participantes, en la percepción de que se trata de una clase
de acontecimiento cuya mera existencia cambia la realidad, algo que sólo
ocurre en las experiencias colectivas más creativas, aquellas que
suponen el descubrimiento de poder en la acción común.
El capitalismo intenta crear una sociedad disgregada, desposeída,
precaria. Precisamente frente a la desposesión y a la precariedad,
frente a la carencia de los instrumentos colectivos que permiten la
seguridad individual resuena ese grito, ese negarse a ser mercancía
que resume todo el rechazo al proyecto capitalista, a su estrategia de individualización
y a su mercantilización de todo el cuerpo social.
No es posible analizar completamente el sentido del 15-M. Se resiste a ser
explicado. Es un espacio heterogéneo, complejo, sin líderes,
receloso de las formas políticas conocidas, radical y pragmático,
reformista y revolucionario. Por lo tanto, irreductible a un análisis
meramente estratégico porque opera en la conciencia colectiva.
No tiene una voz sino múltiples voces.
Reiniciar
El corazón del 15-M es el
cuestionamiento de los procedimientos de delegación política
que impiden la participación efectiva de la gente en las decisiones
que les afectan. Efectivamente, el grito de “No nos representan” refleja
la esencia del movimiento.
El espíritu del 15-M no es reformista ni revolucionario. O
es ambas cosas a la vez. Es un espíritu radical y al mismo tiempo
pragmático. Genera autonomía. No es estratégico ni táctico.
Asume que es defensivo. “No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros”.
Pero se siente revolucionario. Lo importante está por llegar. “Vamos
despacio porque vamos lejos”.
El significado profundo del 15-M es una brecha en lo que estaba cerrado.
El 15-M quiere reiniciar. Aspira a lo instituyente.
Lo más importante que nos ha traído el 15-M es la confianza
en nuestras propias fuerzas, la fe en la autonomía.
Mucha gente ha dejado de creer el juicio de valor de que no hay alternativa
al estado actual de las cosas. El futuro no está escrito. Será
el resultado de las acciones humanas.
Somos 15-M cuando creemos en la posibilidad de reapropiación colectiva
de lo común frente a los procesos de desposesión.
Somos 15-M cuando creemos en la potencia de construir un futuro diferente
del que desean las élites dominantes.