Trasversales
Juan Manuel Vera

El 15-M como declaración de autonomía

Revista Trasversales número 26, junio 2012

Textos  del autor en Trasversales

Lo que sigue es una visión personal del significado del 15-M.

Autonomía

El 15-M es la expresión de un movimiento social autónomo.
Es una puerta abierta a nuevas emociones colectivas, a la puesta en marcha de instintos sociales orientados a rechazar los discursos del poder y a generar confianza en la transformación de lo real.

Espíritu

El 15-M es un espíritu. Cuando hablamos de 15-M nos referimos a la emergencia de una conciencia ciudadana autoorganizante capaz de poner en marcha prácticas autónomas para enfrentarse a las políticas que pretenden destruir lo común.
Identificar el 15-M con sus productos es cosificarle.
El 15-M no son las asambleas ni las comisiones o grupos, ni los que se reclaman del 15M. 
El 15-M no es ni puede ser una organización ni algo mensurable.
Sin 15-M no hubiera habido mareas verdes y de todos los colores, plataformas contra los desahucios, yayoflautas, asambleas de barrio y tantas iniciativas que están generando resistencia, lucha y organización social. Pero no son el 15-M porque el 15-M es el espíritu que permite poner en marcha esas iniciativas.

Impregnación

La importancia del espíritu del 15-M radica en que sus efectos más importantes son los que produce en la sociedad. Su naturaleza es inseparable de la aparición de una respuesta ciudadana original a las consecuencias de la crisis y de las políticas de gestión de la “austeridad”. 
Las múltiples iniciativas locales son la manifestación más importante de la impregnación del 15-M en la sociedad. 
Hoy, el 15-M impregna todo lo que se mueve en España.
El 12 de mayo de 2012 una multitud, centenares de miles de personas, volvieron a recorrer las calles de ciudades y pueblos de España. Era un aniversario pero algo más. El 12-M fue una declaración de resistencia a la demolición de los derechos sociales.
La huelga del 29 de marzo fue una huelga diferente. No sólo porque por primera vez se produjo una confluencia, confluencia asimétrica, entre el movimiento sindical y el 15-M. Sobre todo porque su éxito fue inseparable de la vitalidad impregnante del 15-M. La huelga fue tomada por la gente para expresar el malestar social. Se midió más en la calle que en los porcentajes de quienes trabajaron o no trabajaron.
El 15-M impregna la sociedad.

Nueva conciencia colectiva

El 15-M ya ha cambiado la sociedad española.
Ha roto la sensación de pasividad ante el deterioro de las condiciones de vida. Ha introducido la convicción de que todos somos responsables en lo que pasa, ya sea por nuestras acciones o inacciones. Ha instaurado un llamamiento a ser autónomos, a no esperar a que dirigentes políticos o sindicales abran espacios a la protesta, a actuar a partir exclusivamente de la voluntad de quienes quieren hacerlo. Ha introducido una nueva visibilidad social sobre algunos problemas que no eran aceptados como tales en las agendas políticas. Ha puesto de manifiesto la ausencia en las instituciones de auténticos instrumentos de participación colectiva y, al hacerlo, ha cuestionado aspectos significativos del mercado de la democracia electoral.
Lo importante es que el 15-M ha ayudado a mucha gente a identificar la defensa de los servicios públicos esenciales y el derecho a una vida digna como terreno de un enfrentamiento entre los intereses de la mayoría de la ciudadanía y quienes toman las decisiones políticas y económicas. Por ello, frente a la lógica individualizadora del capitalismo, introduce la lógica social de una doble necesidad: la profundización democrática y poner la economía al servicio de las necesidades reales de las personas.
El movimiento se expresa mediante el rechazo y la confrontación con lo que entiende como “el sistema”. Pero, también, es tremendamente constructivo, obsesionado por encontrar caminos y crear nuevos sentidos.
Lo importante es lo que hace la gente, no lo que debería hacer.

Singularidad

Esta experiencia refleja en su pasión por la autonomía el momento histórico singular en que nació. Sin la primavera árabe posiblemente no hubiera habido un 15-M en España. El impacto de la fuerza social de los jóvenes árabes  fue determinante para dotarse de un sentido revolucionario, es decir,  confiar en las propias fuerzas.

Creación

El nacimiento de un movimiento social siempre tiene aspectos indescifrables. Lo nuevo nunca surge del vacío, recompone elementos de lo ya existente y les dota de una significación diferente. Lo nuevo reelabora elementos en conflicto en el imaginario preexistente.
Un movimiento nuevo es un acontecimiento imprevisible, inesperado, que escapa a cálculos. Es creación de una nueva mirada. Quizás por ello, al escribir al respecto se siente la pérdida de una parte esencial de su sentido, la experiencia personal de miles de personas, su descubrirse junto a otras, la emergencia de lo nuevo en discursos, en métodos, en gestos. Su efecto más importante, sin duda, actúa en la conciencia de sus participantes, en la percepción de que se trata de una clase de acontecimiento cuya mera existencia cambia la realidad, algo que sólo ocurre en las experiencias colectivas más creativas, aquellas que suponen el descubrimiento de poder en la acción común.
El capitalismo intenta crear una sociedad disgregada, desposeída, precaria. Precisamente frente a la desposesión y a la precariedad, frente a la carencia de los instrumentos colectivos  que permiten la seguridad individual resuena ese grito, ese negarse a ser mercancía que resume todo el rechazo al proyecto capitalista, a su estrategia de individualización y a su mercantilización de todo el cuerpo social.
No es posible analizar completamente el sentido del 15-M. Se resiste a ser explicado. Es un espacio heterogéneo, complejo, sin líderes, receloso de las formas políticas conocidas, radical y pragmático, reformista y revolucionario. Por lo tanto, irreductible a un análisis meramente estratégico porque opera en la conciencia colectiva.
No tiene una voz sino múltiples voces.

Reiniciar

El corazón del 15-M es el cuestionamiento de los procedimientos de delegación política que impiden la participación efectiva de la gente en las decisiones que les afectan. Efectivamente, el grito de “No nos representan”  refleja la esencia del movimiento.
El espíritu del 15-M no es reformista ni revolucionario. O es ambas cosas a la vez. Es un espíritu radical y al mismo tiempo pragmático. Genera autonomía. No es estratégico ni táctico. Asume que es defensivo. “No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros”. Pero se siente revolucionario. Lo importante está por llegar. “Vamos despacio porque vamos lejos”.
El significado profundo del 15-M es una brecha en lo que estaba cerrado.
El 15-M quiere reiniciar. Aspira a lo instituyente.
Lo más importante que nos ha traído el 15-M es la confianza en nuestras propias fuerzas, la fe en la autonomía.
Mucha gente ha dejado de creer el juicio de valor de que no hay alternativa al estado actual de las cosas. El futuro no está escrito. Será el resultado de las acciones humanas.
Somos 15-M cuando creemos en la posibilidad de reapropiación colectiva de lo común frente a los procesos de desposesión.
Somos 15-M cuando creemos en la potencia de construir un futuro diferente del que desean las élites dominantes.

 

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