Trasversales
Anne Querrien y Yann Moulier Boutang

Europa federal versus Apocalipsis del capital


Revista Trasversales número 26 junio 2012

Agradecemos a Anne y Yann su autorización para la publicación de esta traducción del texto original publicado, en francés, en la revista Multitudes, nº 47, invierno 2011.




Hay tres elementos cruciales para evaluar la onda de choque de la actual crisis, que sacude al  euro y a las deudas de los Estados europeos (las denominadas deudas soberanas).

La crisis de la deuda soberana no es la crisis final

La crisis de la deuda soberana y el inicio de la crisis de las paridades entre las monedas internacionales (pasadas y futuras) es la continuación lógica de la crisis de las subprime que casi se llevó por medio al sistema financiero en septiembre de 2008. La deuda de los hogares estadounidenses estuvo a punto de arrastrar al sistema financiero, pero éste recordó la lección de 1929 (no permitir nunca que se instale la crisis financiera). Pequeños Estados de la Unión Europea (Irlanda, Grecia, Hungría, Portugal) han estado al borde la bancarrota, pero ésta no ha tenido ni tendrá lugar, y menos aún se producirá la de grandes Estados (Reino Unido, Italia, España) ni, evidentemente, la de Estados Unidos o la del euro. Hubo un Northern Rock [1] (pánico financiero y retirada de depósitos) y un Lehman Brothers [2] (quiebra), pero no más.
Los cinco bancos centrales más influyentes del mundo (el de EEUU, el europeo, el japonés, el chino y el de Inglaterra) han recurrido a colosales garantías de depósitos, a emisiones masivas de bonos del Tesoro y a recompras de éstos por importe de 600.000 millones de dólares. El Banco Central Europeo, colocado en el centro de la tormenta, ha comprado grandes cantidades de las obligaciones  que circulaban en el mercado (mercado secundario), aunque en teoría eso estaría prohibido. Algunos formalistas se han puesto a gritar que eso es un golpe de Estado. Probablemente preferirían un estallido del euro y de la integración europea. Sin embargo, es la única buena noticia (junto a la aparición de los partidos verdes) que, en el ámbito institucional, ha habido desde hace 60 años. Incluso en Europa, a pesar de la indecisión innata de los Estados miembro y de la lentitud de Merkel a la hora de reaccionar, el BCE practica exactamente la misma política que Ben Bernanke [3] en EEUU: tasa de interés lo menor posible, apoyo a activos totalmente podridos calificados como B menos (B-), apoyo a la moribunda libra esterlina. La Reserva Federal [FED] tiene que apañárselas con un puñado de republicanos enloquecidos que están dispuestos a hacer cualquier cosa para poner al presidente de Estados Unidos en una posición incómoda durante el año de su posible reelección. El Banco Central Europeo [BCE] tiene que apañársela con unos jefes de Estado tanto más celosos de sus prerrogativas cuanto más se reducen éstas, en una situación en la que la crisis está cargándose la independencia y la soberanía “nacional” en materia de política presupuestaria. Es fundamental que en la sucesión de Jean Claude Trichet haya sido descartado el campeón alemán de la disciplina monetarista, en favor de un italiano. El euro no va a la deriva. Las naciones, mediante la crisis de euroescepticismo, entonan su canto del cisne.

La crisis actual expresa una rápida desvalorización de los países desarrollados respecto a los países emergentes y al resto del mundo


Algunos economistas hablan de una fase B de un ciclo de Kondratiev, denominación que hace referencia al economista menchevique ruso exiliado en los EEUU que habló de ciclos largos, de entre 30 y 50 años, en los que periodos de rápido crecimiento e inflación (fase A) son seguidos  por periodos de depresión duradera, de caída de precios, de desempleo y frecuentemente de guerras (fase B). El problema que plantea esta aproximación a la depresión iniciada en 1975 es que esta fase B sólo es válida para una parte del mundo y que, además, los precios no están bajando. Saliendo de la vieja Europa y Japón (y pronto de los EEUU) y observando lo que ocurre en los pequeños dragones asiático, en los BRIC [Brasil, Rusia, India, China] y ahora en África, la crisis es más que relativa. Por el contrario, la crisis expresa más bien el reequilibrio del mundo en favor del Sur y de Asia. La economía capitalista ha recuperado más de mil millones de consumidores (400 millones de personas salidas de la pobreza y el desarrollo de clases medias que incrementan el consumo interno de los BRIC) y más de 500 millones de asalariados, entre ellos una parte considerable de obreros indistriales que compensa la supuesta “desindustrialización”.
Sería estúpido negar que los espacios de fulgurante expansión se estrechan y desaceleran,  pero para China eso significa pasar de un crecimiento del 10-12% a un crecimiento del 7-8%. Sin embargo, esta desaceleración está también relacionada con los límites ecológicos, más rápidamente afectados en las antiguas zonas industriales y de agricultura intensiva.
Y, por último pero no menos importante, el crecimiento intensivo o cualitativo marcado por la creciente importancia del capitalismo cognitivo tiende a tomar el relevo del crecimiento por la absorción de una población en rápida expansión. Europa, tanto en el Oeste como en el Este (con excepción de Francia e Irlanda), y Japón están cerca de lo que la demografía califica como  población estable, con crecimiento prácticamente nulo.
No basta con incluir en el índice de desarrollo humano factores como la alfabetización, la distribución desigual de la renta, el avance de la esperanza de vida, el consumo de Kwh por habitante; también hay que tomar en cuenta la morbilidad en lugar de la mortalidad (es decir, la edad promedio de inicio de enfermedades graves), el ahorro de energía, la huella humana sobre los ecosistemas, la tasa de innovación o el porcentaje que, en un grupo de edad dado, va a la universidad y sale de ella con titulación.
Esta brecha entre las posibilidades de progreso cualitativo y la miseria de la macroeconomía cuantitativa nos coloca entre la espada y la pared. Por ejemplo, nos empeñamos en pensar que el problema de la precariedad laboral  (que es una crisis de la relación salarial) será resuelto por el crecimiento cuantitativo. No obstante, desde 1975 hemos visto que cada vez que la izquierda ha vuelto o ha tenido acceso al poder  se las ha apañado para impulsar el crecimiento (con Jospin, Clinton o Blair), pero éste no se ha consolidado y, ante todo, se han agravado los problemas ligados a degradación persistente del empleo. Es como si la izquierda hubiera empleado toda su energía para evitar lo peor, por ejemplo para evitar un enorme y brutal desmantelamiento de la protección social, pero sin aportar ningún nuevo software de salida estructural de la crisis, una nueva formalización de las relaciones laborales. Evidentemente, este fondo de depresión política confiere a la crisis ese tono apocalíptico y de ceguera ante los vectores de cambio.
¿Es esa ceguera lo que al final del verano de 2011 y en muy pocos días España ha inscrito de lleno, como “regla de oro”, en su Constitución, dejando con un palmo de narices al poderoso movimiento indignado? Francia anuncia que quiere hacer lo mismo. ¿También tendrán que asumir esta regla, que prohibe a los Estados tener déficit presupuestario, los países asistidos por el fondo de rescate? Una vez más, pintar con rasgos catastrofistas esta medida, dirigida más bien a las salas de operaciones financieras y a las agencias de calificación, es olvidar el extraño  efecto que tendrá. Los Estados perderán el último margen de maniobra que les quedaba. No podrán imprimir dinero y financiar su déficit. Sin embargo, estas funciones no pueden desaparecer, por lo que van a trasladarse directamente al ámbito europeo. Puede apostarse que la próxima crisis griega, irlandesa, inglesa, italiana, portuguesa o, por qué no, francesa, acelerará la creación de eurobonos emitidos por un Tesoro federal. La historia avanza con pasos torcidos. Si los Estados-miembro, de manera suicida, no están dispuestos a hacerlo o si lo aceptan, de manera igualmente suicida, en cualquier caso habrá llegado el momento de que el Parlamento europeo entre en fase constituyente y garantice el trabajo que fue  iniciado por el BCE.

Una nueva visión del gasto social y su financiación


La izquierda tiene razón al subrayar que las decisiones desigualitarias adoptadas en materia de impuestos sobre la renta y de sociedades  no fortalecen la solvencia del Estado. Sin embargo, el Estado se ve obligado a socorrer a los bancos a causa de las reformas liberales que han cargado sobre los hogares una parte del gasto social. Éste sigue siendo un problema a largo plazo encuadrado en la manera en que la economía capta el concepto de deuda. Y esto no es ajeno a la carencia programática de la izquierda. La crisis financiera se alimenta sobre el agotamiento de las normas neoliberales que  han aumentado la deuda privada para cubrir las necesidades sociales al mismo ritmo con el que el Estado se desentendía de ellas, hasta llegar al punto en que los Estados se han visto obligados a salvar a los extenuados bancos.
Sin embargo, la restauración del keynesianismo nacional no es la respuesta adecuada. Una estrategia como la de Keynes en Bruselas se enfrenta al problema de la financiación de grandes obras europeas (especialmente en las infraestructuras de transporte compatibles con un desarrollo sostenible, sino también en las infraestructuras del trabajo inmaterial).
En esto se hace patente el salto programático que la izquierda tiene pendiente. Si quiere volver a fundar el Estado de protección social de forma sostenible (lo que es necesario dado el vergonzoso aumento de la desigualdad, de la precariedad y de la fosa entre unas generaciones y otras más favorecidas o rentistas), sólo podrá movilizar y proteger al “cognitariado”[4] si invierte en su capacidad productiva, si invierte en una  protección social que reconozca la multiplicidad, la dispersión, las capacidades de producción. En Brasil, uno de los países más desigualitarios del mundo, el plan Bolsa Familia distribuye entre 40 y 250 reales [al realizar esta traducción, entre 20 y 135 dólares más o menos] a unos 50 millones de personas (13 millones de familias), a condición de que escolaricen a niñas y niños, lo que abre otro futuro a las familias.  Las mujeres pueden participar en cooperativas de servicios aportando sus pequeños ahorros juntados poco a poco. En Francia, la distribución de una renta incondicional, individual y acumulable, por un monto entre 700 y 900 euros mensuales o su equivalente en poder adquisitivo si hablamos de otros países de la Unión Europea menos ricos, permitiría a muchas personas invertir en las herramientas que les hacen falta para desarrollarse y salir de la economía miserable que les mantiene en la reserva laboral.
Para llevar a cabo una reforma de esta magnitud, necesitamos realizar una inversión que no quedaría garantizada con la reforma del impuesto sobre la renta, que debe ser más progresivo y sin lagunas fiscales. De la misma forma, un mero programa “razonable” de reducción de la deuda nunca permitirá realizar las tan necesarias inversiones ecológicas.
La izquierda, si quiere desarrollar un programa que se diferencie nítidamente de las chapuzas de la derecha, debe estudiar rápidamente cómo aplicar un impuesto sobre todas las transacciones financieras internas (transferencias bancarias, cajeros automáticos, cheques, etc.), mientras que se va encaminando a nivel mundial hacia la financiación del desarrollo por medio de una tasa sobre las transacciones internacionales. Podríamos pensar en esa tasa como el primer impuesto federal europeo. Para gestionar este fondo presupuestario tan importante, los bancos deberían percibir en tiempo real y transmitir a los Estados miembros y a la Unión los importes correspondientes a  este gigantesco fondo de solidaridad social y de transformación productiva (industrias verdes, el programa de educación e investigación, producciones culturales). Esto implicaría que todas sus operaciones sean conocidas.
Los mercados financieros pretenden, más que nunca, que su dinero “trabaje” por sí mismo, enriqueciéndose al máximo a costa del trabajador-mundo, y para ello utiliza descaradamente la debilidad institucional de Europa.
La renta universal y el impuesto sobre todas las transacciones financieras son dos excelentes medidas de un programa europeo movilizador, vinculado a las finanzas y federador de energías múltiples que experimentan sobre el terreno.

Notas de traducción

1. Northern Rock es un banco británico que fue nacionalizado en febrero de 2008 ante el riesgo de quiebra.
2. Lehman Brothers era una empresa de servicios financieros de Estados Unidos que quebró en septiembre de 2008.
3. Ben Bernanke es presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos.
4. Sobre el concepto de cognitariado ver, por ejemplo, en:
http://htca.us.es/blogs/tecnopolisunderground/2008/09/17/cognitariado




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