Trasversales
Lois Valsa

Otoño e invierno teatral madrileño (2011-2012)

Revista Trasversales número 25, febrero 2012

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El mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza (Max Estrella en Luces de Bohemia)





Contexto introductorio: ¿crisis del Teatro?

A pesar de la(s) crisis en la(s) que nos han metido y nos hemos dejado meter, y en la(s) que seguiremos metidos porque los más directos responsables de ella(s), financieros y políticos, no han hecho nada para cambiar la situación, parece que el teatro, al menos en Madrid y para las personas que pueden pagárselo, resiste bastante bien la bajada del nivel de consumo generalizado. Tanto que se puede decir que los teatros, tanto del ámbito comercial como del alternativo, sean públicos o privados, están en general rebosantes de espectadores. Sin embargo hay que señalar que las pequeñas salas de teatro alternativo sí sufren los agobios económicos, y algunas han tenido que cerrar o amenazan cierre, por ejemplo el Teatro de Cámara Chéjov, el teatro Pradillo o La Guindalera. Agobios que, por otra parte, parecen no padecer los “dueños de la escena madrileña”, o sea la familia Larrañaga y sobre todo el productor Enrique Salaberría (dueño de un montón de teatros) que intentan abrir incluso otras dos salas más en los antiguos cines Luna. Este productor ya lo había intentado en 2009 con el Teatro Albéniz y no fue la cosa adelante.

El público sigue acudiendo, pues, a los teatros. ¿Por qué aún va tanta gente al teatro? ¿Sigue sirviendo el teatro para hacer la “catarsis” de los muchos conflictos y problemas de la vida diaria? ¿Acude la gente al teatro para seguir ejercitándose en una actividad muy compartida y “pública” cuando casi todo el mundo se encierra en sus casas y en su vida privada? ¿Queremos seguir viendo representados en los espacios escénicos los conflictos “eternos” del “ser humano” para confrontarlos con el caos que preside el mundo de hoy en día? ¡Muchas preguntas y pocas respuestas! Desde luego de lo que no cabe duda es que el teatro, además de un elemento importante de consumo e incluso como producto de distinción social y de lujo en su forma espectacular, también puede convertirse en un elemento de resistencia individual y social frente a la soledad, la opresión, la dispersión, la vulgaridad y la crueldad de nuestra vida real. Quizá por eso el teatro sigue tan vivo a pesar de la(s) crisis.

El teatro sigue manteniendo, al menos en Madrid y en el inicio de este año 2012, igual que lo tuvo en el año 2011, un buen nivel de variedad, exigencia y brillantez, de calidad en suma, en las múltiples obras que se presentan en su cartelera. Parece, pues, que a malos tiempos buen teatro. Incluso parece que la cartelera del arranque de este año es más enérgica y fresca, en calidad incluso superior, a la del inicio de la temporada en septiembre que ya era buena. En dicha cartelera se juntan textos de repertorio que programan los teatros públicos y comedias en los privados. No digamos los musicales sobre todo de la Gran Vía a los que acuden gentes de toda España. Porque no hay que olvidar que el teatro intenta hoy vencer con humor y mediante grandes dosis de creatividad, aunque la farándula esté acostumbrada desde siempre a superar la falta de oxígeno, las condiciones adversas de los recortes sociales y culturales y la morosidad de muchas instituciones que provoca la asfixia económica de bastantes compañías. Paradigmática es la situación que nos relata uno de los directores más importantes del panorama teatral español, Miguel del Arco: “Veraneantes terminó 2011 en casi todas las listas de 'lo mejor del año'. Éxito de público y crítica. La realidad: no podemos vivir de nuestro trabajo. Nos ahogan los impagos. Los teatros no tienen dinero para pagar un espectáculo de 11 actores por lo que apenas conseguimos bolos. Salir a taquilla es un suicidio porque, a pesar de llenar teatros como hemos hecho, al precio al que están las entradas ni siquiera cubrimos gastos. Hace unos días asistí a una representación de La violación de Lucrecia por la que el público pagaba ¡4 euros! ¿Es eso una medida para hacer más popular el teatro o más populista a un ayuntamiento? Escuchar tan a menudo eso de "¡qué gran momento de teatro estamos viviendo!" es para revolcarse de la risa. Por no hablar de los animales de bellota que utilizan el cobarde anonimato de la Red para acusarnos de vivir de las subvenciones.. En fin, voy a seguir revolcándome de la risa. El humor es el único recorte que espero no tener que asumir” (Babelia, El País, 28/01/12).

¡Perdón por tan larga cita pero no tiene desperdicio! En tiempos de crisis la cultura en general se vuelve prescindible y la Comunidad de Madrid precisamente es uno de los lugares, de la mano de su neoliberal presidenta Aguirre, dónde ha habido una de las reducciones más significativas en actividades culturales. Concretamente, el presupuesto del año 2012 contempla una reducción drástica en la organización de festivales teatrales o musicales, en la subvención a actividades culturales y en el gasto para museos. Por ejemplo, la Noche en Blanco, su mayor cita del circuito cultural, será ya cada dos años, y los grandes festivales, como el de Otoño o el de Teatralia, han sufrido reducciones de hasta el 50% en su programa, por no hablar de la reducción de subvenciones a ciertos museos, incluido el Prado. De este gran “tijeretazo” regional en cultura, solo parecen salir indemnes los Teatros del Canal que han sido y son el buque insignia de la Comunidad de Madrid y de su oferta cultural con 450 funciones previstas para 2012. Por todo ello, se le ha criticado a la Presidenta de la Comunidad de Madrid que con esta actuación se están potenciando los criterios comerciales frente a los culturales, es decir de rentabilidad frente a los artísticos A pesar de que su Consejería de Cultura defiende este “ajuste” en consonancia con la línea de austeridad fijada en unos presupuestos que priorizan los gastos sociales como educación y sanidad, no hay que olvidar tampoco la privatización, más o menos descarada, que se está llevando a cabo en estos servicios sociales y públicos.

El proyecto de privatización del agua del Canal de Isabel II, curiosamente una de las pocas empresas públicas que aún resultan rentables en la Comunidad de Madrid, es el más escandaloso en estos momentos. Tanto que ha generado una plataforma que lucha contra tal proyecto descuartizador y privatizador que sin duda nos traerá una subida del recibo del agua, además del empeoramiento de su calidad hoy reconocida en toda España. Pero volvamos a los Teatros del Canal cuyo nacimiento ya estuvo presidido por la polémica entre otras razones por los retrasos de sus obras, el mayor coste de lo previsto y las críticas a su acústica cuando no mala visión en ciertos lugares. Precisamente, en relación con esta situación teatral, el amigo de la presidenta, Luis María Ansón, desde el diario “El Mundo” (15/01/2012), le hacía esta pregunta a Esperanza Aguirre: “¿Por qué pretendes hundir el Teatro de Cámara Chéjov”. Al tiempo que le recordaba el significado de esta institución clave en la cultura madrileña y el gran trabajo teatral de su director Ángel Gutiérrez, discípulo directo de Stanislavski en Rusia, le señalaba que “por el Teatro del Canal se han pagado 200 millones de euros más de lo que cuestan a precio de mercado, estos 16 teatros emblemáticos de Madrid (los reseñaba con sus precios), con los que ahora compites, hiriendo a la iniciativa privada, y con evidente abuso de poder”. A la faraónica obra que ha costado 300 millones de euros le llamaba el columnista nada menos que “proyecto soviético” que pugnaba con la ideología neoliberal de la presidenta. Y concretamente le criticaba que le negase al pequeño teatro privado Chéjov unos 50.000 euros lo que era poco dinero en relación con el presupuesto y apoyarlo más acorde con la ideología de la señora presidenta. Como nos recordaba Donald. Sassoon, el gran historiador de la industria cultural europea en los últimos doscientos años, discípulo de Eric Hobsbauwn, en su obra, Cultura. El patrimonio común de los europeos (Editorial Crítica) publicada hace seis años, los recortes sociales no tienen mucho sentido y los recortes culturales mucho menos porque la industria cultural es un sector en crecimiento por el que hay que apostar en estos tiempos. Este profesor de Historia europea comparada de la Universidad de Londres señala el espectacular crecimiento de la industria cultural en los últimos años. Por eso, en su estancia en Madrid para participar en unas jornadas (conferencias sobre la economía de la creatividad) organizadas por la Fundación Mapfre, no entendía la alarmante situación por la que atraviesa el sector cultural público cuyas partidas presupuestarias se ven reducidas en toda Europa. Sassoon decía que “recortar ayudas públicas es absurdo, porque si recortas las cosas no crecen. Pero recortar en cultura es particularmente estúpido, porque es un sector en crecimiento”. ¡Si se recorta se hunde el negocio y se contribuye a la recesión!

Esto es lo que nos están mostrando con sensatez e inteligencia en muchos de sus artículos sobre todo en las páginas salmón del domingo del diario El País, grandes economistas como Stiglitz o Paul Krugman. Estos economistas, que ahora observan una lenta respiración en la economía estadounidense gracias a no seguir los planteamientos republicanos que venían ya de la era Bush, abogan por una vuelta a las políticas keynesianas de inversiones públicas para lograr salir de la recesión. En esa misma línea, Sassoon lanzaba una diatriba contra la apatía y la negligencia de los estados europeos en la actualidad: “La Historia es un gran negocio, también es un sector económico. Pero esto los mercados y sus modelos son incapaces de preverlo, porque están basados en la amortización en plazos previsibles. El papel del Estado es correr riesgos y apostar por la cultura menos popular. ¿De dónde ha salido internet, del sector privado? No, por supuesto, salió de un presupuesto público destinado al ejército”. Pero, por otro lado, Sassoon deja claro, al tiempo que critica el menosprecio en la educación de las artes, que “no se debe patrocinar las artes sino el disfrute de las artes” De ahí la importancia de la formación de valores culturales en las escuelas. Por eso el teatro tiene que ir ligado también a la escuela y la situación del teatro en Madrid en lo que se refiere a los espectadores es boyante. O como le decía Ansón a la presidenta en su carta: “Estás a tiempo de rectificar antes de ganarte a pulso el repudio de los aficionados al teatro, que acuden cada año a las salas madrileñas en número superior a un millón sobre los que asisten a los estadios de los clubes de fútbol de de primera división”.

En Madrid hay una “escuela” ya formada de aficionados al teatro. Por eso el teatro debe ser protegido y ayudado en su esencia y no como manipulación política. O como señalaba Gerardo Vera: “Falta una visión general del teatro y de las responsabilidades que los poderes públicos deben tener en su desarrollo” (Babelia, El País, 28/01/12) El problema es que, como señala José Sanchís Sinisterra, director del NuevoTeatro Fronterizo, y autor de textos muy conocidos como Ay, Carmela y El cerco de Leningrado, la cultura se ha convertido en un producto de lujo como imagen de prestigio y de poder. “Lo que la institución quiere apoyar es aquello que atrae a multitudes y tiene el máximo de resonancia mediática”, aclara, al tiempo que señala que “los creadores son cómplices de la operación de marketing a la que deriva la cultura”. Este autor y director defiende un proyecto autogestionario de teatro que se está concretando en el barrio de Lavapiés de Madrid: es el Nuevo Teatro Fronterizo que continúa la experiencia del Teatro Fronterizo que ya ensayó en Barcelona con vientos institucionales más a favor. Cuando en la entrevista a diario Público le plantean la puerta abierta que el anteproyecto de la Ley de Mecenazgo del PP deja a la privatización, Sinisterra señala el peligro de que se primen productos que tengan máxima repercusión mediática. Él defiende la cultura como servicio público igual que la educación y la sanidad y cree que debe tener apoyo institucional.

Por último, se puede apreciar en el teatro madrileño, al menos a mí me ha llamado la atención, además del nuevo formato del “Microteatro por dinero” que cuenta ya con mucho público fiel por su cortedad de tiempo y su baratura, nuevas formas de agrupación y producción de compañías, autores, directores y actores. Supongo, a primera vista, que todo esto tendrá que ver con la crisis. En algunas obras participan, en lugar de una, varias compañías teatrales. En otras se juntan hasta cinco o seis autores o varios directores. Serían algo así como “microteatro ampliado” y se componen de piezas, en muchos casos de encargo, y de nivel, claro está, irregular ya que unas son mejores y otras peores en las que puede haber un hilo común. La escenografía suele ser austera y funcional con una iluminación a veces tenebrista. En general todo muy artesanal y muy casero pero a veces se observa una cuidada producción. Y como constante también generalizable unas buenas, a veces muy buenas, interpretaciones. Por mi parte, voy a dar a continuación una somera cuenta de las obras que se han presentado en Madrid durante este otoño-invierno.

Temporada teatral otoño- invierno madrileña

En septiembre, en el comienzo de la temporada, se reestrenó en el teatro de la Abadía una obra, Los veraneantes, que ya tuviera mucha aceptación en su estreno, tanto de crítica como de público, y que de nuevo llenó dicho teatro. El autor y director Miguel del Arco, “uno de los incontestables de nuestra escena”, y ya reconocido por trabajos como La función por hacer do Pirandello y La violación de Lucrecia con la diva Nuria Espert. Si en la obra do Pirandello hacía una versión muy libre, tanto en lo textual como en lo formal, que diera ya que hablar, aquí hace una versión tan libérrima que hace de una obra de Gorki, de la que solo sale una frase de la obra, un “Chéjov”, su Chéjov muy particular. De nuevo nos puso al público en las cuatro bandas de la sala y logró mantenernos muy atentos durante las dos horas y media que duraba la función. Una virtud de este ya gran director en esta obra es que logra expresar el tedio y la banalidad de los once personajes de un grupo de españoles de clase media acomodada sin aburrirnos y sin bajar el nivel. Personajes por otro lado muy bien interpretados por la gran compañía que forman estos once actores cuyo eje es el personaje que hace la magnífica actriz Bárbara Lennie alrededor del cual giran los otros personajes, también muy bien interpretados. Podríamos hablar largo y tendido de cada intérprete con lo que hablaríamos solo de esta obra en este texto. Una particularidad de Del Arco, como autor y director, es que transforma cualquier texto en “su” texto. En este caso en un texto político que nos muestra como nuestro sistema no puede cambiar porque absorbe todo, nos cambia, y en él ya solo somos libres para elegir productos. ¡Con diferencia el texto más potente de la temporada teatral!

En el teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional se montó, en su sala grande, Yo, El Heredero (1942), una obra del gran Eduardo De Filippo, una vez más con una estructura perfecta como la tenía su famosa El arte de la comedia, aunque en una obra como ésta de menor calado. La dirección correspondía al italiano Francesco Saponaro que la sirvió bien, y la producción y la escenografía eran de Andrea D¨Odorico. En ella habría que destacar, al lado de la polémica interpretación del personaje principal por el torbellino Alterio, tenso entre su poder y su fragilidad, y a su lado el personaje representado por José Manuel Seda como segundo punto de apoyo, las magníficas interpretaciones de los secundarios de esta obra coral. Una magnífica comedia amarga que encierra una crítica político-social corrosiva contra la caridad cristiana de una hipócrita burguesía que el autor cierra con delicadeza para que no se le derrumbe el edificio ¡El peligro del discurso neoliberal del protagonista está también latente! Por otra parte, en su sala pequeña se vio otra comedia: un monólogo, simple, breve y conciso de Mark Ravenhill, Product, que versaba sobre el conflicto de oriente y occidente en relación a la amenaza terrorista. Estaba dirigida por Julio Manrique que cumplía bien su papel igual que los tres actores.

El teatro de La Abadía volvió a llenarse con otro espectáculo de mucho tirón, En la luna, la última obra del ya reconocido autor y director Alfredo Sanzol., de quién muchos ya vieran trabajos suyos anteriores como Días estupendos o Si, pero no lo soy y se convirtieran en sus fans. En esta comedia compuesta de catorce episodios a cual más desternillante el enganche ya será total. En ellos siempre se da una situación cómica sobre la que pende una amenaza latente que nos tiene en vilo a lo largo de su desarrollo. Por ejemplo, en el primero en el que un pintor que pintara un planisferio para El Pardo, trabajo que non llegaran a pagarle, recibe una carta en la que lo convocan para llevar el ataúd de Franco. Un dilema: o acude al entierro para poder cobrar la pasta (van a verlo como franquista los que antes pensaban que era poco franquista!) o no va y no cobra y a lo mejor cobra por desobediencia. El diálogo que mantiene con su mujer sobre la decisión a tomar, en el que ella se pone más radical que él, es, además de muy simpático, muy bueno. Sanzol tiene un lado tan surreal como el de la luna en el que están sus personajes que son adultos que hacen personajes de niños. La compañía en su conjunto hace un buen trabajo interpretativo aunque destaquen Nuria Mencía, Lucía Quintana y Jesús Noguero. En la luna es un buen ejemplo de teatro popular inteligente muy bien hecho a la medida de un público también exigente.

La despedida de Eduardo Vasco de la Compañía Nacional de Teatro Clásico se hizo con la versión y montaje de una obra de Lope de Vega, El perro del Hortelano, una comedia que moralmente nos repugna a pesar de su atractivo formal. Parece que Lope no tenía mucha confianza en la naturaleza humana tanto en la del secretario trepa Teodoro como en la de la caprichosa Diana condesa de Belflor que solo acaba aceptándole como marido cuando asciende socialmente. Por lo demás la compañía hace un buen trabajo de conjunto sobre esta obra que no siempre alcanza el mismo nivel en su transcurso y que a mí me pareció muy irregular aunque una de las mejores de Vasco. Destaca la pareja de Eva Rufo como Diana y David Boceta como Teodoro y no están mal los criados Joaquín Notario como Tristán y Isabel Rodes como Marcela. Helena Pimenta, antes de comenzar a dirigir la Compañía Nacional de Teatro Clásico en sustitución de Eduardo Vasco, dirigió con su compañía Ur, productora también, en los Teatros del Canal, un MACBETH. Esta tragedia “escocesa” de Shakespeare es tan potente que es muy difícil su montaje teatral para cualquier director, incluso para una directora tan curtida en la obra del bardo como es la Pimenta quién llevaba tiempo acariciando tal proyecto. Ella lo hace con riesgo y originalidad incluso saliéndose de la forma de trabajar desnuda y poco retórica de Ur Teatro. Para tal tarea echó mano del cine en 3D para recrear los efectos fantasmales y sobrenaturales, y para muchos personajes secundarios, consiguiendo en general una buena mezcla de realidad y fantasmagoría. A veces logró fundir la letra del texto y la música de los fragmentos de la ópera de Verdi interpretada por el Coro de Voces Graves de Madrid pero otras veces éstas tapaban la voz de los actores. Por otra parte, la pantalla traslúcida que divide el escenario limita la intensidad de las emociones y dificulta los diálogos. Pepa Pedroche mantiene su potencia con su dicción impecable pero José Tomé, quién también es el escenógrafo de la obra, no nos llega en su fuerza asesina sobre todo por sus pausas. El Banquo do Javier Hernández Simón también destaca en el reparto. En resumidas cuentas fueron los elementos claves del montaje, los audiovisuales y las voces graves, las que crearon más división de opiniones.

La sala alternativa Réplika Teatro nos mostró una obra, Los Emigrados, del autor polaco Stawomir Mrozek, un autor muy importante pero, por desgracia, poco presente en la cartelera madrileña. Esta obra ya fuera representada en el año 1976 y José María Rodero ganara el Premio Mayte por su enorme interpretación en compañía de Agustín González. En aquella ocasión un verdadero acontecimiento de público y crítica. Esta es la obra más representativa del autor polaco que como dramaturgo y narrador fuera prohibido en su país e bastante ignorado en otros igual que en España. En este caso ha sido su compatriota Jaroslaw Bielski el que lo ha recuperado para nuestra alegría en compañía del actor Frank Feys. Dos personajes emigrados, AA como exiliado político y XX como emigrante laboral, de los que nada sabemos, conviven en un sótano insano y mantienen una discusión dialéctica entre individualismo y libertad. El autor no toma partido ni por el idealismo pensante ni por insolidaridad proletaria pero sí hace una defensa de la libertad. Y sus intérpretes hacen un magnífico trabajo actoral del que nos llega más el visceral personaje de Feys que el del intelectual personaje de Bielski ¡Todo un descubrimiento el de ese instintivo actor belga que se mete en la carne materialista!

En la sala pequeña del María Guerrero estuvo Esther Bellver con se espectáculo ProtAgonizo que la llevó de la sala alternativa Triángulo en la que tuviera una gran acogida (y antes en otras salas de Madrid y de Barcelona) a la primera línea del teatro público. Esta actriz que ya tiene muchas tablas proviene de la Escuela de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Marsillach y de la primera promoción de actores del Teatro de La Abadía, además de estar muy formada en las técnicas del clown. Mucha autenticidad es la que se respira en su desnudo en todos los sentidos cara al público. Por cierto, también en la sala alternativa Triángulo, el veterano director Denis Rafter logró presentar de nuevo aunque por pocos días una obra, La decisión de John, por la cual fue nominado al premio ADE (Asociación de Directores de Escena) 2011 a la mejor dirección por el montaje de este drama del emergente autor británico Mike Bartlett. Esta obra está representada por la compañía extremeña Teatro del Noctámbulo cuyos cuatro actores se mueven en un espacio, sin escenografía, que hace de ring alrededor del cual se sienta el público que asiste al desenvolvimiento del dilema del personaje frente a su indecisión sexual.

En una sala del teatro Fernán Gómez pudimos disfrutar de un musical “para los sentidos, para la conciencia y para la emoción” como fue el de Ojos verdes (Miguel de Molina in memoriam) con dramaturgia y dirección musical de Marc Sambola y la gran interpretación del joven actor catalán, también director de la obra, Marc Vilavella. Todo un repaso a través de veinte canciones de la dura vida de Miguel de Molina. Ya era tiempo de que llegase a Madrid este espectáculo cinco anos después de estrenarse en Barcelona. Vilavella, que fuera premio Teatro Musical 2010 al mejor protagonista, consigue darle auténtica presencia personal al malogrado personaje. Un recuerdo para una obra, La reina de belleza de Leenane, que pasó un poco desapercibida para el gran público, pero no para la críticaen el Nuevo Teatro Alcalá. Esta obra de Martín MacDonagh (Londres, 1970), cuyo montaje ya se viera hace doce años dirigida por Mario Gas y interpretada por Monserrat Carulla y Vicky Peña, utiliza la misma versión firmada por Peña en aquella ocasión, está ahora muy bien dirigida por Alvaro Lavín e interpretada con gran emoción por Maite Brik (Mag es la madre) y Gloria López (Maureen es la hija) que fue la que impulsó este proyecto.

En la sala grande del Teatro Español tuvimos la oportunidad de ver al gran actor Richard Collins-Moore, quién, igual que sus compañeros de reparto, hace lo que puede para sacar adelante la obra, Veinticinco años menos un día (The Tea is ready), de Antonio Älamo. Collins- Moore, después de su estupendo doble trabajo actoral con dirección de Flotats también en este teatro, hace aquí nada menos que un triple papel de presentador, pianista y autor de la función dentro de la función. Como en la anterior borda estos pequeños trabajos que están demandando ya para este enorme actor un gran papel a su altura. En la sala pequeña se presentó la obra No me hagas daño de Rafael Herrero, dirigida por Fernando Bernués, que nos trajo el tema del maltrato de las mujeres en un entorno cerrado familiar que fuera Premio Literario Kutxa Ciudad de San Sebastián 2010. La realidad siempre va más allá de la ficción pero esta es una obra muy necesaria para ponernos delante de los ojos la cruda realidad que no queremos ver. El emotivo personaje de Luisa nos pone frente a ella para que no nos olvidemos a las Luisas reales. En relación con el tema del maltrato también la compañía Los Piquetitos trajo de nuevo al teatro alternativo Pradillo, pero por pocos días, su visión del maltrato dentro de una familia proletaria a la antigua usanza. Estas dos obras se complementan muy bien para ver el tema del maltrato en distintos ámbitos sociales.

En la sala pequeña del Teatro Español pudimos ver también Lazaro, una obra inspirada en la “Vida del lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades”. Un interesante trabajo hecho de fragmentos de la gran obra del grupo Mirage bajo la dirección de Juan Ayala y con la dramaturgia de Juan Ayala y de Miguel Oyarzun. Sus intérpretes llevan a cabo una interpretación en la que intercambian los personajes de una manera que conecta muy bien con el público. Con una escenografía mínima y un poco de música llegan a su corazón.

En las Naves del Español, Matadero se presentó Infinita, una de las obras más para mí más interesantes de esta temporada, de la compañía Familie Flöz de Stuttgart. Sus cuatro intérpretes, cubiertos de máscaras todo el tiempo de la representación y que solo se descubren al final para mostrarnos sus verdaderos rostros, hacen un soberbio trabajo actoral. Realmente hacían innecesario todo el añadido audiovisual de apoyo. Esta compañía ya es bien conocida del público madrileño dónde tiene sus seguidores desde anteriores representaciones suyas. De nuevo llenaron el teatro en Madrid con su cada vez más amplio radio de boca-oreja. También en las Naves del Matadero se representó de nuevo La avería de Friedrich Dürrenmatt en versión teatral de Fernando Sansegundo y con dirección de Blanca Portillo. ¡Y un sorprendente trabajo de actores! A pesar de no tener en Madrid un Festival de Otoño propiamente dicho ya que pasó a Primavera, tengo que decir que si tuvimos por suerte un mini gran festival que nos ofreció el Centro Dramático Nacional en su Teatro Valle-Inclán, dónde pudimos ver el ciclo “Una mirada al mundo” (del 28/09/2011 al 06/11/2011). Un festival pequeño en cantidad de obras pero enorme en su calidad e intensidad.

En el ciclo una “mirada al mundo” por fin pudimos ver la trilogía (Viaje, Naufragio y Rescate) de Tom Stoppard, La costa de Utopía, que tantas ansias de traer tenía el director del Centro Dramático, Gerardo Vera. Esta producción rusa, que ya fuera estrenada en el RAM de Moscú en 2007, está dirigida por Alexei Borodin y cuenta con una buena compañía de teatro. Las tres partes de la trilogía de Stoppard pueden verse como obras independientes aunque aparece en las tres el mismo grupo de personajes de la Rusia del siglo XIX a lo largo de un periodo de treinta anos en distintos escenarios de Rusia, Inglaterra e Francia. En Madrid para ver las tres partes de ocho o nueve horas se podía hacer de un tirón o por partes en tres días. Yo preferí, dada la densidad que para mí tenía el conjunto de la obra, ir leyendo cada día cada parte por la mañana y esa misma parte verla por la tarde. ¡Estoy contento de haberlo hecho de esta manera! De este montaje tengo que decir que es un buen trabajo teatral, aunque irregular y muy desigual sobre todo en la primera parte que resulta confusa, plana y en algún momento algo tediosa en su puesta en escena. Yo no llegué a ver la versión de esta obra en 2002 en el montaje de Trevor Nunn por lo que non puedo comparar esta con aquella. Aquí non es fácil darse cuenta de los saltos atrás, un procedimiento que al leer la obra aparece claro sobre todo en su segunda parte, y poder disfrutar de esas vueltas y también de los movimientos de los objetos, por ejemplo un cortaplumas que aparece en distintas manos en las distintas partes, y de las relaciones que unen los diferentes tiempos y los espacios. Todo esto queda muy confuso sobre todo en su comienzo, “Viaje”, parte en la que tiene lugar un trajín de mensajes y de objetos que no ayudan a la comprensión de la obra, incluso el personaje de Bakunin está falto de gracia aunque aquí el que tiene fuerza es el personaje de Belinsky (Ievgueni Redkó hace una buena interpretación de este renovador literario ruso). Además las mujeres en general hacen unos papeles memorables cuyo nivel no decrecerá en las otras partes. El personaje de Turgéniev (Aleksei Miasnikov) recorre Europa tras de se gran amor, la soprano española Paulina García, “la Viardot”. En la segunda parte, “Naufragio”, aprecié una subida de nivel y sobre todo una mayor claridad de conjunto. En ella el gran protagonista ya es Herzen, quién es sin duda el gran protagonista de esta importante trilogía de Stoppard (¡Ridiculiza un poco a Bakunín y sobre todo a Marx!). A mi manera de ver en esta puesta en escena funcionan mejor las escenas con pocos personajes que las escenas corales con mucha decoración que intenta, sin lograrlo, contextualizar el texto en los diferentes periodos. Pero, pese a todas las pegas que se le pongan por sus irregularidades y altibajos de las que he hablado, la obra va creciendo, como ya dije antes, desde la su segunda parte hasta su esperanzado final, ya en la tercera parte, “Rescate”, después del fracaso de los personajes sobrevivientes de la Costa de Utopía como ilusión de una república popular. De sus intérpretes destacaría en el papel de Herzen a Ilia Issaiev que va de su madurez a su vejez con una gran dignidad rebelde y sin ser sometido. Y también ciertos momentos sobre todo en el final del Bakunín de Stepan Morozov. En resumidas cuentas el nivel actoral en general es bueno (algunos actores tienen que hacer incluso varios personajes).

La otra obra que me maravilló de este ciclo fue El Proceso, obra como ya sabemos póstuma y no rematada de Franz Kafka publicada como otras por su amigo Max Brod contra el deseo del propio autor. Una obra, pues, por un lado muy difícil de representar al ser fragmentaria y para quebrarle la cabeza a cualquiera, pero por otro lado una obra que puede dar mucho juego si se pone mucha imaginación como en este caso. En el Valle-Inclán estuvo dirigida por Andreas Kriegenburg, director de escena del Thalia Theater de Hamburgo, quién es también el magnífico escenógrafo de esta obra con dramaturgia de Mattias Günter. La verdad es que nos da un gusto enorme cuando aún somos sorprendidos por una obra de teatro y eso es lo que logra este director y sus magníficos actores cuando evolucionan dando voltas en una plataforma creada a tal efecto por este fenomenal escenógrafo. De toda maneras pienso que este trabajo también va ganando altura, non solo literal, en su segunda parte ya que en la primera, aunque muy imaginativa, todo aparece como mas confuso tanto a nivel narrativo como formal.

Tengo que decir, para rematar el ciclo del que estoy hablando, que sus otras dos obras no me ilusionaron mucho sobre todo comparadas con estas dos maravillas anteriores. Ni la del famoso Christoph Marthaler, -+ Cero, Campamento base subártico, un cambio climático musical, montaje que no logró introducirme ni en su “Polo” ni en su música y que me pareció un coñazo reiterativo para pedantes. Ni tampoco la más sincera obra de la polaca Dorota Maslowska, Entre nosotros todo va bien, dirigida por Grzegorz Jarzyna. Su intento de superar la aversión que se tienen los mismos polacos, la “poloneidad”, me pareció llena de buenas intenciones pero los resultados no me convencieron ni a nivel teórico ni en su puesta en escena. Destacaría de ella sus actores muy formados teatralmente en general ya que el teatro en Polonia sigue tomándose en serio y sobre todo esa mujer, la gran dama del teatro polaco, que aún es capaz de subir a las tablas con noventa y pico de años.

No cuatro obras sino tres (una trilogía por tanto) fueron las obras que fue capaz de montar un pequeño teatro alternativo como es el madrileño teatro Lagrada: un gran mérito, pues, de este teatro el de atreverse con el teatro de Harold Pinter (1930-2008), un autor desde luego nada fácil emparentado con Antón Chéjov y con.Samuel Beckett, y con sus afilados diálogos llenos de sutil ambigüedad. El pequeño escenario acogió tres piezas del escritor premiado con el Nóbel en 2005: El vigilante, El montaplatos y Pinter & Politics. La primera que fue escrita en 1959 y fue su primer éxito en la escena londinense es una de las más representativas de su primera etapa. Esta pieza es una comedia claustrofóbica que tiene tres personajes encerrados en una austera habitación con dos camas. El morador de la casa cuyo propietario es su hermano invita a un sin techo al que salvó de una paliza, para que duerma allí. La convivencia “fraterna” del comienzo va trocándose difícil y muy incómoda. Este montaje es de la compañía EspaciOscuro dirigida por Miguel Torres que hace también el papel (junto con Héctor Tomás y Oscar Nagar en los otros papeles) del sin techo en un trabajo interpretativo que me pareció admirable. La segunda obra que fuera estrenada un año después de la pieza anterior muestra también una atmósfera cerrada en la que un montaplatos hace un papel perturbador para dos asesinos a sueldo que esperan órdenes de sus jefes llevando la situación al absurdo. En este caso la compañía Galo Real está dirigida por Tamzin Townsend (o mejor por su primer ayudante) e interpretada por Jordi Aguilar e Iván Luis. A mi manera de ver no consigue el nivel de la primera obra. La tercera obra de la trilogía, “Art, Truth & Politics” es un montaje de la compañía El Cant del Cigne, y toma como base el texto que grabó Pinter para su discurso de la ceremonia del Nöbel, junto con fragmentos de los otros dos trabajos de su última etapa más política, A última copa (1984) e Polvo eres (1996). La valiente crítica contra el sistema capitalista que contiene el texto de Pinter conmueve por su radicalidad, sobre todo en esa ceremonia ritual que son los Nóbel, pero este montaje se hace muy largo y bastante pesado. El Centro Dramático Nacional ha seguido, después del importante ciclo “Una mirada al mundo”, con una interesante programación, tanto en el Teatro María Guerrero como en el Teatro Valle-Inclán. En el primero se pudo ver una obra, Contracciones, del joven autor inglés de treinta años Mike Bartlett, interpretada por Pilar Massa y Goizalde Núñez y dirigida también por Pilar Massa. Esta obra, que consta de catorce entrevistas cara a cara de una vendedora y su directora gerente, nos muestra, en esas escenas-fogonazos, cómo la empresa intenta controlar la vida privada de sus empleados.

En el Teatro Valle-Inclán, en su sala pequeña, pudimos ver una obra, Münchhausen, de Lucía Vilanova, dirigida por Salva Bolta. Esta autora, que ya había mostrado su ópera prima, Torvaldo furioso, en la sala alternativa La Espada de Madera, tiene una mirada propia. En este caso sobre la infancia, tema poco tratado en el teatro, y el “síndrome de Múnchhausen por poderes” que es un trastorno psicológico adulto cuyas consecuencias las paga siempre uno de los hijos. Este trastorno patológico es visto a través de los ojos de un niño (en la primera escena es un bebé y en la última tiene siete años) y se nos muestra por medio de una puesta en escena muy limpia y ordenada (para mí demasiado aunque a lo mejor se intenta contrastarlo con el caos de las relaciones) e hipnótica por lo atractiva que resulta para muchos. Magnífica dirección de unos actores que llenan el escenario con sus magníficas interpretaciones aunque no en el mismo nivel. Vestuario, escenografía, iluminación y música al servicio del conjunto de la puesta en escena. En el Teatro Valle-Inclán, en su sala grande, se puede ver aún HASTA EL 19 DE FEBRERO una obra, Agosto (Condado de Osage), de Tracy Letts (1965), una superproducción Premio Pulitzer 2008 que ha tenido más de seiscientas representaciones en Brodway y cinco premios Tony y fue número uno en la lista de los espectáculos más destacados de 2007. ¡Muy al gusto del director del Centro Dramático y director de esta obra, Gerardo Vera! Este es el penúltimo montaje de Vera antes de abandonar la dirección del CDN y una producción que parece más propia del teatro privado. La versión es del reconocido poeta Luis García Montero y la escenografía es de Max Glaenzel. Como intérpretes destacadas cuenta con la famosa Amparo Baró que ha estado en los últimos años en televisión y fuera del teatro durante catorce años, y Carmen Machi que sigue desarrollando una sólida carrera, pero también con Clara Sanchís, Gabriel Garbisu, Sonsoles Benedicto, Abel Vitón, Migue Palenzuela… ¡Con este barro era difícil no hacer una buena pieza de alfarería! Es un decir porque esta es una obra espectacular de diseño industrial. “Una tragedia de nuestros días, con claras reminiscencias del teatro de Eugene O¨Neill y del mejor Edward Albee”, señala Vera. Se centra en tres generaciones, un matrimonio de ancianos en sus últimos estertores y sus tres hijas y una niña de quince años que cuida de ellos. Una descomposición familiar en toda regla en medio del calor de agosto y en una casa cerrada a cal y canto al exterior. El gran duelo de las dos actrices principales, como madre e hija mayor de caracteres parecidos en su dureza e intransigencia, alcanza una enorme altura y se convierte en el eje de la función aunque son muy importantes también las relaciones cruzadas del resto de la familia que nos ayudan a entender el deterioro del conjunto. A pesar de su larga duración de cuatro horas, el público ha llenado el teatro día tras día y la ha convertido en el éxito de la temporada.

En el teatro Pradillo no se representó El rey Lear sino que un estupendo actor de Ultramarinos Lucas (el folleto de mano no dice ni su nombre) contó al público esta obra (La sombra de Lear. Shakespeare) y lo que él siente ante esta obra: su miedo, su pánico. Pero sin representarlo como nos iba diciendo cada poco para que no le dijésemos a nadie que habíamos visto la obra del bardo. Una pena que solo tuviese cuatro días para su experimento. ¡Una vivencia directa del teatro como hay pocas!

En la Cuarta Pared se puede ver Mein Kapital, una obra con ocho piezas de encargo a partir de la obra de Marx. Participan en ella varias compañías con dos actores y tres actrices que representan a muchos personajes. En esta obra se ve el modelo de teatro de la crisis por su escenografía austera y funcional y la escasa iluminación. Unas piezas son de mejor calidad que otras pero todas están muy bien interpretadas. Su dramaturgia ha sido trenzada por un solo director, Luis Miguel González, también autor que urde un hilo común. Existe una crítica ácida y sarcástica del sistema actual. A continuación dos comedias estupendas. La primera en el teatro Bellas Artes, El año que viene será mejor, comedia-collage que venía de la sala Villarroel de Barcelona tras tres meses de éxitos. Tenía cuatro autoras (Marta Buchaca, Carol López, Mercé Sarrías y Victoria Szpunberg) y cuatro actrices (N. Bernaus, A. Florejachs, M. Pámies y L. García). Destaca la gran actriz Alba Florejachs. ¡Qué magnífica actriz! Ella sola merece que se vea la obra pero es que además su conjunto es una joya cómica catalana. La pena es que solo estuviese diez días esta muestra de frescura, gracia y espontaneidad. La segunda comedia, en el teatro Lara, El manual de la Buena Esposa, es para partirse de risa y espero que dure en la cartelera del teatro. Participan seis directores como Miguel del Arco, Yolanda garcía Serrano, Verónica Fernández, Anna Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Sanzol. ¡Menudo equipo! Y tres actrices imponentes Llum Barrera, Mariola Fuentes y Natalia Hernández, que se transmutan en múltiples personajes. La dirección de Quino Jalero. El tema nada menos que el de la Sección Femenina de La Falange (1934-1977). ¡Qué agudeza! Si un número es bueno el otro mejor a la hora de representar los modos de vida de aquella época, ya sea las relaciones matrimoniales, la educación, el deporte, la invasión de las suecas, la religión, la censura, la radio, la sexualidad y los coros y danzas.

En la sala pequeña del Teatro Español pudimos ver una obra, José K. Torturado, de Javier Ortiz. Estaba dirigida por Carles Alfaro e interpretada por Pedro Casablanc. Si bien la dirección era adecuada y la interpretación era magnífica, el texto era irregular en sus dos partes y carecía de una buena adaptación teatral. Se veía ambígüo y confuso. Pero la interpretación de Casablanc quedará en nuestras retinas y su vaho nublará nuestra vista. En el teatro Fernando Fernán Gómez dos obras de Argentina. Una, Los Ojos, dirigida por Pablo Messiez y bien interpretada por Fernanda Orazi y Manianela Pensado, además de Violeta Pérez y Óscar Velado. Esta obra había tenido un gran éxito en su primera representación en este teatro y ha vuelto ahora hasta el doce de febrero. Messiez es un director de fino oído que se va consolidando y lo demuestra con este drama, melodrama de una ciega como punto de partida, de una gran libertad narrativa en el que todos hablan como si fuesen niños sin represiones sociales. Indudablemente no es una gran obra la de este joven autor que también la dirige pero es muy directa y sincera. La otra obra argentina, El cordero de ojos azules, viene de allí y por lo que dice el folleto de mano tuvo mucho éxito en Buenos Aires. Está dirigida por Luciano Cáceres e interpretada por Leonor Manso, Carlos Belloso y Guillermo Berthold. La obra se sitúa en 1871 y el pintor y la canonesa se resguardan en las dependencias de la Catedral de Buenos Aires en Semana Santa mientras la peste azota la ciudad. De ella hay que destacar a sus intérpretes especialmente a la gran actriz que es Leonor Manso cuyo papel de canonesa no decae en ningún momento de la obra.

En los teatros del Canal pudimos ver Tio Vania de Antón Chéjov, dirigida por Santiago Sánchez de L´OM-IMPREBÍS Este director serio y riguroso en todo lo que hace consigue aquí una adaptación y puesta en escena que nos transmite la atmósfera melancólica del autor. El texto está sólidamente trabajado y se representa en un austero escenario con cuatro muebles cerrado por un bosque pintado por Dino Ibáñez. La interpretación coral es excelente sin ocultar las interpretaciones individuales: Paca Ojea y Vicente Cuesta son los veteranos que acompañan a Sandro Cordero (Tio Vania), Carles Montoliu (el utópico doctor Astrov), a Rosana Pastor (la bella Helena). Pero el centro de resignación, tema central de la desolación de la obra, lo encarna Xus Romero (Sonia) que nos emociona con su resignación y sacrificio. ¡Cuanta renuncia! No olvidemos a Carles Castillo y Ramón Arévalo. La propuesta de Santiago Sánchez acorde con estos tiempos del 15M: reaccionar o resígnarse. ¡Un teatro de emociones para estos fríos tiempos! Atención porque volverá al teatro del Círculo de Bellas Artes.

En el teatro Bellas Artes pudimos ver una obra, O Cerco de Leningrado, de José Sanchís Sinisterra representada por una compañía portuguesa. Un verdadero acto de resistencia teatral al venir desde Portugal y solo por cuatro días con un enorme montaje. Una maravilla poder ver en escena a estas dos grandísimas actrices, Eunice Muñoz y María José Paschoal, dirigidas por Celso Cleto. Especialmente a Eunice Muñoz que cuyo nombre lleva un Auditorio Municipal y que ahora conmemora sus setenta años de carrera. El texto es una divertida comedia “política” del autor español, quizá una de las mejores, que ya ha sido representada por grandes actrices en muchos lugares El tema es que dos mujeres actrices viven encerradas en un viejo y luchan contra su anunciada demolición. Son personajes testimoniales de un mundo que ya no existe. Pero que nos alertan de los peligros de nuestro mundo al tiempo que rememoran sueños y utopías. Por último, en las Naves del Matadero, la compañía Animalario representará hasta el 11 de marzo, esta obra, El Montaplatos, de Harold Pinter de la cual ya hablé antes en el ciclo del teatro Lagrada. Andrés Lima dirige a sus habituales Alberto San Juan y Guillermo Toledo dándole unos toques muy diferentes a la obra reseñada. Por ejemplo, los personajes tardan en salir de una innecesaria oscuridad en una habitación con dos camas y apenas vemos sus rostros y sus gestos (en la otra había luz todo el tiempo). Por otro lado Lima acentúa mucho la comicidad del texto y les saca partido humorístico a sus dos actores logrando que el público se ría mucho mientras que en la otra nadie se reía en ningún momento. Lo plantea quizá como una liberación nerviosa frente a una situación absurda, la del montaplatos. Si estos actores son buenos el peligro es ahora la exageración de sus tics. El espacio de las Naves es demasiado grande y en penumbra y la iluminación de los focos es demasiado fuerte.

XII Festival de escena contemporánea

Finalmente, hay que destacar, y reseñar al menos por ahora, el comienzo del XII Festival Escena Contemporánea (artes vivas/creación contemporánea) que durará desde el 26 de enero hasta el 17 de febrero. Este festival está sufragado por la Comunidad de Madrid. Este año sigue en activo y no ha desaparecido como le ha pasado a otros festivales, pero ha tenido un recorte de 30.000 euros. Necesita, pues, de bastante imaginación para aprovechar los 190.000 de que dispone. Por ello es mucho más experimental que en otras ediciones y busca un diálogo entre artistas, público y profesionales. Tiene más talleres y recurre a espacios no convencionales. Por primera vez, el Festival, Festival OFF por excelencia, va a contar con un “Espacio de documentación, consulta y venta de libros”, en una céntrica librería madrileña, que estará abierto todos los días que dure el festival. La dirección artística este año corre a cargo de Alberto Núñez que cuenta con un Consejo de Dirección acompañado por Juan Muñoz y Javier Yagüe y cuyo asesor de programación y contenidos es Fernando Renjifo. Comunicación, prensa y documentación la lleva CULTPROJECT. Como todos los años el festival ha editado un cuidado programa con todas sus actividades. Estas, además de tertulias radiofónicas, exposiciones y talleres, abarcan muchos géneros, que se mezclan y contaminan, de teatro o teatro/Registro (performance), danza o ensayo coreográfico, maratón de circo contemporáneo, performances, instalaciones, videoinstalación, cine y audiovisuales. ¡Interdisciplinar a tope! Dichas actividades ocuparán todo tipo de espacios escénicos de la capital.

En este festival se observa a primera vista mucho documental y materiales de archivo como de indagación en la memoria. La misma inauguración ya nos ha dado pistas para “oler” por dónde va a discurrir el festival. Se ha inaugurado el 26 de enero con Federico León (Yo en el futuro) en el Círculo de Bellas Artes. León es una de las figuras más interesantes y heterodoxas del cine y del teatro de Buenos Aires que investiga en los límites de la realidad y la ficción. En Madrid ha presentado una versión reducida, “barata” del montaje. El espectáculo está inspirado en la tradición de los cines argentinos de los años 50, cuando algunos números teatrales precedían a la proyección. Aquí sólo viene una actriz que toca el piano que asiste con el público a la proyección de un registro en video de una de las primeras presentaciones de la obra en Bruselas. Esta acción será registrada para verla quizá en el futuro en otra ciudad.

De León se han proyectado también dos de sus últimas películas, Entrenamiento elemental para actores, un homenaje a las escuelas de interpretación (Cuarta Pared) y Estrellas (Cineteca). Además va a impartir unos talleres en La Casa Encendida dirigidos a intérpretes. Del tema de la memoria se ha nutrido también, otra presencia internacional, el montaje (Lagartijas al sol) de los mexicanos La Rebeldía (Cuarta Pared) que consta de un blog, un documental escénico y una publicación. Se documenta y documenta los movimientos revolucionarios en México a partir de la vida de la antropóloga y guerrillera Margarita Urías. ¡Aún queda mucho Festival por delante hasta el 17/2!

 

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