Trasversales
Juan Manuel Vera

La utilidad de las protestas

Revista Trasversales número 25, marzo 2012

Textos
del autor




Me ha llamado la atención la utilización de expresiones utilitaristas por parte de dirigentes del PP respecto a las manifestaciones y huelgas que responden al brutal ataque contra la población que han emprendido en sus primeros meses de gobierno. Les hemos escuchado afirmaciones como “no servirán de nada” o “con huelgas y manifestaciones no se crea empleo”.

Aunque se trata, en el caso del PP, de un intento de desanimar la expresión del descontento social, no se puede negar que, en ocasiones, también las personas que protestan se preguntan si su participación sirve de algo. Del mismo modo, los dirigentes sindicales también hacen referencia a su aspiración a que el gobierno “haga caso” a las movilizaciones como si dependiera de ese “hacer caso” que fueran útiles.

Creo que habría que evitar algunos equívocos y, especialmente, identificar las luchas con una inversión que se valora en función de un rendimiento inmediato. La cuestión no debe plantearse de de esa manera. Esta es una pelea de mucho mayor alcance entre los intereses de la mayoría de la sociedad y quienes desprecian el bien común.

Sabemos lo que no es útil y lo que no sirve: la política de las élites dominantes cuyo único sentido es cargar sobre la población el coste de la recuperación de los beneficios del capital.

La lucha social, la protesta, la indignación, la expresión de la rabia, son indispensables porque construyen una potencia, un sujeto de acción que no existiría si la ciudadanía se callara y encerrara en sus casas dejando el campo libre a los enemigos de los derechos sociales. Esa es su utilidad y sus frutos, a corto plazo o no, consisten en debilitar la capacidad de las élites de imponerse a la sociedad.

Por supuesto que cualquier movilización tiene objetivos. Y más en España donde se ha abierto desde hace un año un ciclo histórico de luchas en defensa de los derechos de la gente, derechos brutalmente agredidos por las élites sociales y económicas y los gobiernos de Zapatero y Rajoy. Pero no nos dejemos engañar por los discursos interesados sobre “la utilidad”.

No me gusta que las movilizaciones se interpreten como meras manifestaciones de fuerza de alguien distinto a la ciudadanía. La existencia de las luchas es lo que puede cambiar la realidad. Y las luchas masivas pueden cambiarla radicalmente porque tienen la capacidad de construir poder social. Opino que cuanto más fuerte y más audaz y más autónoma es una movilización, más posibilidades hay de la emergencia de una nueva correlación de fuerzas. Por ello, las élites odian tanto que la gente luche en la calle por sus derechos y ocupe los espacios públicos.

Hay que luchar, pero no para que nadie cuantifique sus apoyos o aumente su poder de negociación. Ante la convocatoria sindical de la huelga del 29 de marzo lo más importante será si en la calle, si en los lugares de estudio y de trabajo, si en todos los espacios ciudadanos donde sea posible se siente crecer el poder social de la gente. 

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