Trasversales
Yasmina Elhamdi

Silenciando el 17 de febrero

Revista Trasversales número 23 verano 2011

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Versión ampliada de la nota anterior Silenciando la Revolución


La intervención de la OTAN en Libia es hoy por hoy uno de los hechos más controvertidos del panorama global. Cierto es que la controversia la generan sobre todo las opiniones al respecto de la misma que se producen casi a diario en diversos medios de comunicación que la intervención en sí.
Si bien existen (existimos) numerosas voces que afirman que la zona de exclusión aérea ha sido y es la única vía efectiva, aunque no desinteresada, de salvaguardar la vida de la población libia también hay otras que claman en su contra por considerarla la mayoría de las veces, una injerencia contra un Estado soberano motivada por el afán de expoliar el petróleo libio.
Este debate tiene la virtud de alejar del espectro mediático la existencia en Libia de una sociedad capaz de luchar hasta la muerte por enterrar a un régimen dictatorial, cleptócrata, corrupto y sanguinario y  de relegar al olvido, por ende, sus demandas.

Sobra decir que tantas opiniones a favor y en contra no son siempre ruido. Hay personas críticas con la intervención capaces de sostener un debate serio pero que, en última instancia, se ve motivado por su particular rechazo a la OTAN (algo legítimo por otra parte) y que una vez  más, no tiene en cuenta la aprobación de la intervención por parte del único órgano que representa de manera legítima a la sociedad libia en su conjunto, el Consejo Nacional Transitorio.
El grueso de los discursos anti intervención, sin embargo, definen la convulsa situación que atraviesa Libia como una guerra por petróleo en la que la intervención de la OTAN forma parte de un plan perfectamente trazado cuyo único objetivo es el expolio del crudo del país.
Para sustentar dicha tesis aluden a toda suerte de peligros y amenazas que acechan al pueblo libio. A saber: una monarquía que lleva años ideando su vuelta triunfal, la sombra del radicalismo religioso que muchos relacionan con Mustafa Abdul Jalil (presidente del CNT), la partición del país que los “rebeldes” impondrán cuando controlen de manera efectiva los pozos petrolíferos o el manido argumento de la guerra tribal.

Dos de los escenarios propuestos, la vuelta de la monarquía y la partición del país, cumplirían los deseos de las potencias imperialistas que, en última instancia, habrían negociado con alguno de los bandos para que se produjera uno u otro escenario a cambio de dirigir la transición política y obtener ingentes beneficios de los recursos energéticos del país.
De los dos restantes, uno trata de manipular los miedos y temores que genera en el imaginario colectivo la posible (supuesta) instauración de un Estado fundamentalista islámico, que sería en último término una amenaza global, y el otro (tribalismo) define a la sociedad libia como una comunidad primitiva potencialmente conflictiva y ahistórica.
Nos encontramos así, frente a la cosificación  y manipulación de la sociedad libia mediante su silenciamiento y la sustracción de su subjetividad, que nos es devuelta inserta en la narrativa propia de los esquemas de representación cultural occidentalocéntricos que perpetúan el ideario colonial.

La sociedad libia queda así definida como una comunidad sin raciocinio, voluntad o voluntariedad. Que no puede saber si ha sido oprimida y por quién y que por tanto no se alzará contra la opresión. En caso de hacerlo, los levantamientos populares habrán sido alentados desde el exterior o motivados por sus  más bajos instintos pues son manipulables, ignorantes y sólo parecen guiarse por la codicia.
Una comunidad incapacitada para articular demandas socio – políticas vertebradas en torno a valores de libertad, justicia y democracia, imposibilitada para decidir de manera autónoma y racional su propio sistema político futuro, irresponsable por no discernir los intereses y peligros que entraña la intervención de uno de los organismos que personifica la dominación neoliberal, e inmersa, por último, en un conflicto que no puede conducir.

Quienes contribuyen a fomentar la imagen de esta sociedad como potencialmente víctima (de la OTAN, de la CIA, de la opresión imperialista y hasta de sí misma) no sólo se revelan como eminentemente paternalistas sino que también se autorreferencian veladamente como únicos seres capaces de pensar críticamente y de reflexionar sobre sí mism@s y su entorno. Tratan además de convertir en mito la ficción del socialismo y anti imperialismo de Gaddafi, a la sazón guardián del laicismo y pacificador tribal, apoyándose en un sinfín de falacias siempre encuadradas dentro de parámetros economicistas, con las que miden en términos monetaristas el supuesto bienestar del que la población gozaba hasta el pasado Febrero.
Bienestar que nunca es medido en términos de existencia de derechos y libertades civiles y políticas, ejercidos en ausencia de coacción, coerción y amenazas. Términos desterrados de su campo semántico pues su pretensión no es informar ni analizar críticamente la situación actual sino manipular y deformar la historia más reciente de Libia, así como hacer propaganda de su particular “ideología”.

No parecen ser conscientes de la inmensa contradicción en que incurren, pues es imposible luchar porque se oigan la voz de los pueblos del mundo mientras se silencia de manera poco inocente y con esfuerzos denodados a uno de ellos, que desde el primer momento ha ofrecido y ofrece pruebas irrefutables de su compromiso con la democracia, la libertad, la justicia y la dignidad. 

La Revolución del pueblo libio, con OTAN o sin ella, con armas o sin ellas, es imparable. Y lo es porque ha producido una ruptura con los supuestos de estatismo, sumisión y pasividad que se le presuponen a esta población norteafricana frente a la dominación interna (apoyada en una estructura de dominación global) y que además  está siendo capaz de crear un tejido social nuevo sobre la base de la conquista de los derechos y las libertades, que acabará por articular un sistema político propio y genuino que descansará sobre los principios de la Revolución del 17 de Febrero.


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