Trasversales
Rolando Astarita

Más críticas y argumentos acerca de la intervención

Revista Trasversales número 21 marzo 2011

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Dossier Revolución árabe


Mi posición acerca de Libia y la intervención de las potencias imperialistas ha desatado una ola de críticas e insultos hacia mi persona (pueden verse de nuevo en www.kaosenlared.net). Algunos sostienen muy seriamente que no deberían publicarse mis posiciones en sitios alternativos, y se cuestionan cómo se me puede considerar siquiera de izquierda. Indudablemente, a sus ojos, soy un agente de la CIA, o algo por el estilo. En realidad, lejos de intimidarme, las críticas me llevan a profundizar los argumentos. Después de todo, nunca escribo para satisfacer el sentido común del público de izquierda.

Una lucha por libertades democráticas

Empiezo subrayando la cuestión de fondo: estamos asistiendo a un proceso que abarca a millones de personas de todo el mundo árabe, que se caracteriza por el cuestionamiento de dictaduras y regímenes represivos establecidos desde hace décadas. Los procesos de Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Yemen y ahora Siria, son de la misma naturaleza. Es absurdo decir que en Egipto se luchó por libertades, pero en Libia los sublevados lo hacen como agentes del imperialismo. Al respecto, reproduzco un pasaje del discurso que dio Seyyed Nasrallah, Secretario General de Hizbullah, el pasado 19 de marzo, a los asistentes a un acto organizado por Hizbullah en apoyo a las revoluciones de los pueblos árabes, en el recinto de Seyyed Ash-shuhada en el barrio del sur de Beirut. Refiriéndose a Libia, dijo:

“Un grupo de hombres y mujeres jóvenes se levantaron y se les hizo frente con balas; le fue impuesta una guerra a la revolución popular. Lo que está teniendo lugar en Libia es una guerra impuesta por el régimen contra un pueblo que estaba pidiendo pacíficamente el cambio; este pueblo se vio obligado a defenderse y la guerra estalló en el este y el oeste, con aviones, lanzadores de cohetes y artillería. Todo esto trajo a nuestra memoria la invasión de Líbano de 1982 y todas las guerras de Israel”.

“Estos graves crímenes deben ser condenados y el pueblo revolucionario de Libia debe ser ayudado para que triunfe en su lucha. Tenemos que entender que EE.UU. y Occidente dieron al régimen libio tiempo suficiente para aplastar la revolución, pero el pueblo respondió luchando y esto colocó al mundo entero en una posición embarazosa; de otro modo, el mundo habría reconocido de nuevo al régimen de Muammar el Gadafi, y su dinero habría seguido llegando a los bolsillos de los políticos de la Unión Europea, así como de otros”. “Yo digo a los revolucionarios en Libia: los combatientes de la Resistencia libanesa, que lucharon contra la agresión israelí durante 33 días, saludan a sus compañeros resistentes de Mesrata, Bengasi, Aydabia y todas las ciudades libias”.

Es la interpretación de una corriente nacionalista pequeño-burguesa, que coincide con la que han dado autores de izquierda, y discrepa por el vértice con la que han dado Fidel Castro y Chávez. Para los que siguen a Fidel y Chávez, las cosas están claras: hay que aplastar a los sublevados en Libia, porque no pueden ser sino agentes del imperialismo. Desde esta óptica, detener los ataques de la intervención extranjera a las tropas de Khadafy se convierte en una demanda lógica. Hay que tratar que Khadafy tenga las menores dificultades para sofocar a las ciudades sublevadas. Sin embargo, para los que deseamos el triunfo de los sublevados de Libia, las cosas son más complejas. Es que el tema ahora pasa por decidir si la intervención de la OTAN cambia el carácter de la guerra. ¿Se convierte con la intervención en una guerra de liberación nacional? Dado que los sublevados pidieron, y saludan, los bombardeos a las posiciones de Khadafy, ¿se han convertido en enemigos? Por supuesto, si el eje ahora es acabar con la intervención, la respuesta debe ser necesariamente afirmativa. No veo cómo eludir esta conclusión. Estamos en la posición de los seguidores de Fidel y Chávez: ahora el movimiento de rebelión contra Khadafy no tiene nada de progresivo, y debe ser aplastado.

Si en cambio se sostiene que el eje del conflicto continúa siendo un combate por acabar con la dictadura, deberíamos seguir abogando por el triunfo de los sublevados. En consecuencia la intervención imperialista debería evaluarse en relación a ese fin. Y en este respecto todo indica que si no se producía la intervención, las tropas de Khadafy ya habrían aplastado a los rebeldes. Pero esto deja imperturbables a muchos militantes de izquierda que desean el triunfo del movimiento anti-Khadafy. “Ninguna injerencia de potencias extranjeras”, es su consigna. Por lo cual los sublevados deberían exigir la retirada de la OTAN y derrotar con sus propios medios (por ahora no se atisba que el proletariado mundial acuda en su ayuda) a las tropas de Khadafy.

Purismo abstracto

Sostengo que en este planteo hay un “purismo” abstracto, que solo puede conducir a la derrota de la sublevación. Quiero hacer hincapié en esta cuestión, porque atañe a la forma en que se hace política. No hubo, ni hay, movimiento político, cualquiera sea su carácter de clase, que no haya progresado aprovechando contradicciones en el campo enemigo, y realizando pactos o acuerdos para recibir apoyo. Muchos de los que levantan su dedo acusador contra los sublevados (“pidieron la intervención!!”), pasan por alto sus propias experiencias. Por ejemplo, cuando fue el asesinato del militante Mariano Ferreyra a manos de una patota armada por la burocracia sindical de los ferroviarios, buena parte de la izquierda denunció, con razón, que la policía no intervino y dio vía libre a los asesinos. Pero con esta denuncia se está pidiendo que la policía (órgano de represión del Estado burgués) defienda a manifestantes de izquierda. ¿Es lícito realizar este reclamo desde la izquierda? Algunos dirán que es pedir la intervención del Estado burgués en un conflicto, y que la solución es que los opositores a la burocracia se armen, convoquen a la huelga general en ferroviarios y acaben con la burocracia con su propia movilización. Los principios entonces estarían a salvo, pero en tanto estas cosillas no puedan realizarse, reitero la pregunta: ¿Es lícito pedir la intervención del Estado? Mi respuesta es que sí, que es lícito. ¿Pero esto no embellece al Estado capitalista? Sí, el Estado capitalista que impide el ataque gana en legitimidad. Y ésta es una razón de su intervención. Pero esto no debería ser motivo para no reclamarla. ¿Por qué? Porque en las condiciones concretas actuales es una forma de defender la vida de militantes. En política es elemental medir los objetivos y apelar a los recursos que, sin entrar en contradicción con esos objetivos, sean necesarios. Sabiendo, naturalmente, que en esto también “gana” el Estado.

El mismo criterio puede aplicarse a casos del pasado. Por ejemplo, León Trotsky pidió que la Justicia y las policías francesa y suiza investigaran las relaciones del PC francés con la GPU (policía secreta de Stalin), y las actividades de ésta en suelo francés, a propósito de las desapariciones y muertes de militantes trotskistas (entre ellos, su propio hijo). Observemos que se trata de la intervención de Estados imperialistas en organizaciones que se consideraban obreras. De nuevo pregunto, ¿por qué hay gente que nunca consideró que esto era “pasarse del lado del imperialismo”, y sin embargo niega el derecho a un movimiento burgués, que está siendo masacrado, a pedir ayuda militar a las potencias imperialistas?

El caso soviético

El mismo criterio se aplica en el terreno internacional. Lenin llegó a un acuerdo con los alemanes para llegar a Rusia después de la revolución de febrero de 1917; por lo cual fue acusado, durante meses, de ser “agente del imperialismo alemán”. Luego de la toma del poder los bolcheviques llegaron a una paz con los alemanes, que Lenin caracterizaba con estas palabras, en respuesta a sus críticos de izquierda: “Les parecía que la paz de Brest era un compromiso con los imperialistas, inaceptable por principio y funesto para el partido del proletariado revolucionario. Se trataba, en efecto, de un compromiso con los imperialistas, pero precisamente de un compromiso de tal género, que resultaba obligatorio en esas circunstancias” (La enfermedad infantil del izquierdismo). ¿Por qué “obligatorio”? Pues porque había que preservar la revolución, y la Rusia soviética no estaba en condiciones de parar el ataque alemán. Vayamos ahora a los tiempos de la invasión nazi, bajo el régimen de Stalin. La URSS pedía que los aliados abrieran el frente occidental, y provisiones y armas. ¿Era lícito solicitar esta ayuda? ¿No se corría también el riesgo de “embellecer” a las potencias capitalistas aliadas? Por supuesto, esto sucedió en parte; y también hay que contar que EEUU o Gran Bretaña intervenían por sus propios intereses (y por eso también dejaron que la URSS se desangrara en la lucha contra los alemanes). Pero lo importante es que nadie puede cuestionar el derecho de la URSS a pedir esa ayuda. ¿Cuál es el criterio entonces que debería prevalecer para caracterizar estos compromisos con fuerzas imperialistas, o con fuerzas burguesas? La respuesta: la preservación del movimiento y de los objetivos esenciales por los que se lucha.

Aplicando el criterio a Libia

Apliquemos esto al caso de la sublevación en Libia, y la intervención militar de las potencias, que los sublevados la han saludado como positiva. En tanto conserven el control del territorio (y nada indica que se hayan convertido en agentes coloniales de potencias extranjeras), y en tanto mantengan el objetivo de democratización (burguesa) de Libia, el carácter del movimiento no se modifica, y sigue siendo progresivo. Pero además, si los sublevados están ante el aplastamiento inminente, ¿por qué no van a pedir la intervención militar extranjera si esto puede ayudar a salvar sus vidas, y el movimiento? ¿Por qué se les aplica a ellos un purismo revolucionario, que no se aplica a otros casos? También he planteado que hubo en la historia movimientos nacionalistas que han hecho acuerdos y obtenido colaboraciones de potencias imperialistas. Si los bolcheviques podían hacerlo, ¿por qué no pueden hacerlo estos movimientos burgueses, o pequeño-burgueses? Los revolucionarios irlandeses llegaron a un acuerdo con Alemania, en 1916, para recibir armas de ésta. ¿Los convertía esto en “títeres del colonialismo alemán”? En absoluto, no cambió el carácter del movimiento. Y así podría seguir con otros casos. Ante esto, me responden con insultos, pero no con argumentos.

Subrayo, por último: aquí está en juego no solo un problema de caracterización de las rebeliones árabes -el movimiento en Libia es una parte de esa totalidad- sino también la forma en que se hace política, se elaboran consignas y se llevan adelante tácticas.

Rolando Astarita
Buenos Aires, 2011
http://rolandoastarita.wordpress.com/




Rolando Astarita
Buenos Aires, 2011
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