Trasversales
Agustín Lozano de la Cruz

Cien años de la Residencia de Estudiantes

Revista Trasversales número 21 invierno 2010-2011

Agustín Lozano de la Cruz es escritor. Su obra más reciente es la novela Guerra ha de haber, publicada por Tiempo de Cerezas Ediciones.



“Un día, en el tercer o cuarto año de vida de la Residencia, me dijo un joven ministro conservador, colaborador nuestro, en respuesta a palabras mías que él estimaría demasiado fervorosas: ¿Pero usted cree que esto es España? No, pero lo será, respondí con tal natural convicción que, mirándome, se quedó pensativo”.
Alberto Jiménez Fraud

Durante el recién terminado año 2010 se ha conmemorado el centenario de la creación de la Residencia de Estudiantes, un organismo estrechamente vinculado a la llamada Edad de Plata de la cultura española: el periodo correspondiente al primer tercio del siglo XX que alumbró una extraordinaria generación de artistas, intelectuales y científicos en nuestro país. Fundada en 1910 por la Junta de Ampliación de Estudios y el Ministerio de Instrucción Pública, funcionó en su etapa histórica de 1910 a 1936 como pionero college universitario en Madrid, y suponía la definitiva puesta en marcha de los renovadores objetivos que perseguía la Institución Libre de Enseñanza. Su director, Alberto Jiménez Fraud, había pasado una temporada en Oxford, motivo por el cual fue escogido por Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, para encabezar el novísimo proyecto pedagógico que representaba la Residencia. Un proyecto que ponía el acento sobre la formación integral de los estudiantes en base a un sistema de tutorías a semejanza de los colleges anglosajones. Nada que ver con la educación tradicional imperante, donde “el libro de texto mediocre y el entrenamiento memorista eran los males menores” (Jiménez Fraud, Historia de la Universidad española). Se trataba de impartir una enseñanza personalizada pero multidisciplinar, donde la convivencia entre alumnos dedicados a las artes y a las ciencias sirviera para formar hombres completos, siguiendo el ideal griego de la paideia. No en vano, el símbolo de la Residencia, que aún puede verse hoy en día en sus publicaciones, consiste en el perfil de un joven estudiante y atleta de la Grecia clásica.

Pronto la Residencia, más allá de su función principal como centro educativo, se convirtió en la más importante institución cultural de España. Allí acudieron como invitados personalidades de la talla de Einstein, H.G. Wells, Chesterton, Howard Carter, Marie Curie, Keynes, Strawinsky, Ravel o Paul Valery. Allí impartían clase Unamuno y Ortega a alumnos como Buñuel, Lorca, Dalí o Severo Ochoa. Juan Ramón Jiménez hacía las veces de ilustre jardinero, diseñando los jardines muy a la inglesa; Buñuel fundó la extravagante, caballeresca y borrachina Orden de Toledo, en un ejemplo de la “holganza ilustrada” que el propio Jiménez Fraud recomendaba practicar: “entrégate a un ocio inteligente, y si hay algún valor dentro de ti, crecerá y será lo único que podrá procurarte satisfacción y permitirte hacer alguna obra fecunda en lo futuro” (op.cit.). Al mismo tiempo, nacía la revista Residencia y se creaba una editorial propia, que tuvo el privilegio de publicar obras fundamentales como las Poesías completas de Antonio Machado o las Meditaciones sobre el Quijote de Ortega y Gasset.

Ya sabemos que la sublevación militar de 1936 dio al traste con este y otros muchos esfuerzos por renovar España. La muerte, la cárcel o el exilio dispersaron a la que fuera la más fértil cosecha de españoles en varios siglos. Jiménez Fraud encontró acomodo en Oxford, concretamente en el New College, donde fue lecturer hasta su jubilación en 1953. No resulta difícil imaginar al director de la Residencia de Estudiantes con el alma dividida en Oxford, dedicado de nuevo a la docencia en el lugar que había inspirado su trayectoria profesional, partido en dos por el fatal truncamiento de su Residencia y de su país. Afortunadamente, la Residencia de Estudiantes retomó su actividad en los años 80, convirtiéndose de nuevo en centro de referencia cultural. Además de numerosas conferencias y exposiciones, alberga un Centro de Documentación que conserva un excepcional patrimonio bibliográfico de aquella Edad de Plata, patrimonio especialmente relacionado con las generaciones del 98 y del 27, constituido por más de cuarenta legados y colecciones, entre ellos la biblioteca personal del poeta Luis Cernuda, por poner un solo ejemplo. El sello editorial de la Residencia también ha vuelto a ponerse en marcha, y cuenta con un extenso catálogo de publicaciones, con especial énfasis en la creación poética y en recuperar la memoria de su etapa histórica: así, destaca la colección de audiolibros Poesía en la Residencia, o la correspondencia de la familia del ministro republicano Fernando de los Ríos compilada en el volumen Poco a poco os hablaré de todo.

Acercarse a los edificios de la Residencia de Estudiantes en la calle Pinar, entre Serrano y la Castellana, supone un muy agradable viaje al pasado, a los orígenes de lo mejor de nuestra cultura contemporánea. Con motivo del centenario se puede visitar la recreación de una de sus habitaciones, tal y como las ocuparon Salvador Dalí o Federico García Lorca. Precisamente a ellos y su amistad, en relación con el periodo que pasaron en la Residencia, se dedica la exposición “Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes” hasta febrero de 2011 en CaixaForum Madrid. Según se accede al recinto actual de la Residencia, uno tiene ocasión de pasear junto a las adelfas plantadas por Juan Ramón Jiménez, imaginarse cruzando bajo la habitación en la que Buñuel y sus caballeros de Toledo escuchaban jazz mientras bebían grogs al ron, o tal vez sea la de Lorca, y suponerlo calculando dónde situar el cuadro de Dalí que luego iluminaría su cuarto en Granada. También a propósito del centenario se ha colocado una instalación sonora a la entrada del recinto, siguiendo el curso del riachuelo que regaba los jardines de Juan Ramón Jiménez. Se trata de un montaje a partir de grabaciones de antiguos residentes y colaboradores: la inconfundible voz de Rafael Alberti surge de entre los arbustos, saludando al recién llegado que se siente, inevitablemente, trasladado hacia atrás en el tiempo. En esta época del año el frío recuerda la soledad espectral de Oxford, esa ciudad anclada en la historia, y el visitante se pregunta si el viento también traerá consigo el espíritu errante de Alberto Jiménez Fraud que viene a supervisar cómo va todo en su casa, en la Residencia.

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