Trasversales
Inés Sabanés

Antes y después de la Huelga General

Revista Trasversales número 20 octubre 2010

Inés Sabanés Nadal es diputada de la Asamblea  de Madrid por Izquierda Unida


En plena crisis económica y cuando todavía estábamos lejos de pensar y percibir el giro del Gobierno socialista, la ofensiva ultraconservadora y la presión internacional de las instituciones financieras, ya empezábamos a ser conscientes que estábamos ante un cambio de época que requería nuevos conceptos, nuevas estrategias y nuevas miradas sobre la realidad y los escenarios en conflicto. Sin duda, la intensidad de la crisis económica venía a poner intensidad a esta convicción.
En un mundo impactado por la crisis económica, en que se entrelazan las crisis ambientales, sociales, de precariedad, de justicia universal, de convivencia o de los Derechos Humanos es imprescindible hacer un alegato a favor de la política como espacio de regulación frente a los mercados y como garantía del interés colectivo. Para recuperar una base social crítica para construir alternativas con millones de personas que necesitan y requieren la voz de la Izquierda y un proyecto capaz de sustentar no sólo la resistencia sino una propuesta alternativa que aspire a ser algo más que la conciencia crítica de un sistema demoledor.

El giro del Gobierno socialista y las medidas de ajuste y reformas regresivas planteadas han provocado el rechazo de los trabajadores y trabajadoras y la convocatoria de la Huelga general del 29 de septiembre. Estas reflexiones siguen siendo repuestas estratégicas frente a los argumentos reaccionarios contra la convocatoria de Huelga General y también para reorganizar respuestas y acciones después de la Huelga y las movilizaciones.
Evidentemente existían y siguen existiendo razones para la huelga y las movilizaciones: el ataque a la capacidad de los salarios, la imposición de la precariedad como fórmula estable de relaciones laborales, la inseguridad que suponen las facilidades para el despido y los intentos de dinamitar la negociación colectiva. Razones frente el ataque al sistema público de pensiones, los recortes del gasto social y a la protección social. Razones contra la irracionalidad de las medidas, que además de injustas no reactivarán -y lo saben- la economía ni actuarán sobre el paro, que es el problema principal de millones de personas.

A pesar de la solvencia de las razones, no deberíamos eludir las dificultades que han atravesado el debate previo a la Huelga y las movilizaciones, ni la necesidad de dar continuidad al proceso que se ha abierto a raíz del conflicto. Los últimos 20 años han modificado radicalmente el escenario de conflictos en el que nuestras tradiciones políticas se habían construido y que habían tenido condiciones para la representación de la gran mayoría de la población y más especialmente de los trabajadores y trabajadoras.
Conviene no olvidar en este punto el modo en que las fuerzas políticas conservadoras, a través de la política neoliberal, en primera instancia rompiendo progresivamente con el consenso sobre el Estado de bienestar, y con el programa neoconservador después, han construido hegemonía en la explicación de un mundo globalizado. Su capacidad ha consistido en construir una referencia cultural y política que ha hecho entendible para las mayorías -en clave conservadora- los nuevos problemas y los nuevos desafíos. Entre tanto la socialdemocracia ha demostrado una nula capacidad de resistencia y –de hecho– ha contribuido con su ambigüedad y claudicación a la extensión de este ideario que al postre se ha vuelto contra sus propios intereses.

La izquierda alternativa, en Europa o en España, más que ser capaz de explicar un proyecto para la recuperación, se ha situado en el camino de la resistencia. Todo lo más, las distintas y diversas experiencias de la izquierda alternativa y transformadora parecen entregadas a la tarea de reinventarse permanentemente en un espacio político con síntomas de agotamiento o un espacio electoral que no acaban de encontrar. Más interesadas en luchas por definir identidades que en la construcción de alternativas potentes capaces de impugnar el sistema.
Este marco de debilidad de la izquierda, junto a que las medidas las despliega un gobierno socialista, explica de alguna manera los esfuerzos ingentes que ha habido que hacer para convertir las contundentes razones para la Huelga en una respuesta masiva frente a una de las agresiones mayores de nuestra reciente democracia. Los sindicatos convocantes han sido determinantes tejiendo espacios de encuentro y alianzas capaces de enfrentar el temor y mirar globalmente el conflicto y sus consecuencias. Por ello precisamente han sufrido y sufrirán los ataques de la derecha política y mediática que pretende laminar cualquier obstáculo para desarrollar ya sin complejos sus políticas de máximos.

A pesar de todo ello, frente a los argumentos de que los ajustes son inevitables o que todo esto  pudiera concluir en más poder para la derecha que permanece al acecho, se ha abierto paso la idea de que la solución no pasa ni por la resignación ni el silencio. La movilización era la hoja de ruta superadora del miedo y la parálisis, la única posibilidad capaz de marcar estrategias para el futuro.
Ahora hay un proceso abierto para el futuro y será imprescindible la concurrencia de sindicatos, fuerzas políticas de izquierdas, colectivos, sectores críticos, activistas y de todos aquellos que compartan la voluntad de resistencia y que la alternativa pasa por algo más que desempeñar el papel de conciencia crítica de un sistema demoledor. Todos los que compartan la emergencia de impugnar las políticas neoliberales y sus diferentes expresiones.

Se abren nuevas e indispensables necesidades de acción, organización social, de respuesta y de intervención. Es urgente recuperar una base social crítica. Ya no valen sólo las construcciones teóricas, tácticas, no servirán sólo los acuerdos de los aparatos existentes en la izquierda social y política, aunque tengan un importante potencial movilizador. Hay que incorporar y buscar la implicación con la gente, con las redes sociales, con los colectivos. Hay que superar las representaciones abstractas. Se requiere una gran corriente cívica que supere los convencionales modos y formas. Es momento de la articulación y construcción de redes, de engarzar, de tejer, relacionar, sumar, cambiar. De construir espacios comunes de lucha desde frentes diversos y diversas causas. Los partidos políticos de izquierdas tienen que entender la desconfianza de la sociedad ante lo que entienden como los límites para hacer lo que se supone deben hacer: preocuparse por los problemas de la gente y de aquello que afecta a su vida cotidiana.

Vivimos un momento excepcional, se incorporan -con vocación de permanencia- nuevas dinámicas, nuevos sujetos políticos, activistas, causas. Todo ello está constituyendo un dinamismo incluso desordenado y en ebullición en el espacio de la izquierda, pero en todo ello está -en mi criterio- la base para los cambios que una izquierda de hoy, en un mundo de hoy, debe aprender a compartir y construir.

La  Huelga General ha marcado un punto de inflexión, la movilización y las alianzas forjadas indican capacidad de vertebrar respuestas y alternativas desde la izquierda. Nos enfrentamos a un cambio de época que puede llevarnos a una deriva autoritaria, de restricción de derechos y de precariedad o -al contrario- puede producir un gran movimiento de respuesta que permita encontrar las claves y las respuestas desde la izquierda en un mundo globalizado donde los mercados y los poderes financieros se desenvuelven a sus anchas.

La huelga y las movilizaciones nos dicen que es posible este gran movimiento de respuesta. Y esa es la gran victoria de la que no seremos plenamente conscientes si nos limitamos a pensar a corto plazo. Nuestra responsabilidad estará en mirar más allá de nosotros mismos y nuestros inmediatos intereses para proponer y trabajar con otros por este proceso de convergencia de la izquierda alternativa capaz de impugnar el modelo existente y de identificar las causas de emancipación que definen la política y los valores de izquierdas hoy. Ser capaces de construirlo colectivamente más allá de las inercias y abriendo un diálogo comprometido con la izquierda crítica en el espacio social.


Trasversales