Trasversales
Mª Soledad Sánchez Gómez

La mirada (en el arte, en la red, en la vida)

Revista Trasversales número 19 verano 2010


Mª Soledad Sánchez Gómez, escritora y traductora, es editora del blog BOX8



Nunca ha sido tan necesario como en estos momentos en que la vida personal y el cuerpo, exhibidos o utilizados impúdicamente en la red, parecen haberse convertido en un fetiche de masas (¿de masas?), tener una mirada empática que se convierta en una forma de conocimiento, una observación -ni arrogante ni sometida- del entorno que exija a éste su cuota de responsabilidad y que sepa percibir que las cosas no son nunca inocentes; que todo es político: políticamente liberador o, por el contrario, políticamente embrutecedor.

Pienso ahora en blogs donde el cuerpo de la mujer aparece fragmentado, recortado, como sucede en las variadas manifestaciones de la perversión sexual. Fotografías supuestamente artísticas de cuerpos desnudos o semidesnudos, adornados con todo tipo de lencería fetichista, en los que en muchas ocasiones se prescinde incluso de la cara, por innecesaria. Cuerpos que se convierten así en intercambiables y a los que se niega insultantemente su singularidad, la singularidad de su rostro. Mujeres -generalmente jóvenes- que exhiben en pomposos blogs y galerías de MySpace, YouTube o Flickr su cuerpo desnudo con gestos de lolitas, algunas ya algo añosas, buscando un reconocimiento o una autoafirmación que no consiguen en su vida real. ¿Qué mirada dirige el fotógrafo con supuestas pretensiones artísticas a esos cuerpos a los que rodea de una iconografía tan banal? Parece una mirada que se convierte en un soporte masturbatorio. ¿Qué mirada se dirige a sí misma la mujer que cree que mostrar una sexualidad exhibicionista y pajillera es compartir su intimidad? ¿Para qué protestar contra esa mirada masculina que a través de la cámara recorta e intenta ensuciar el cuerpo femenino cuando tantas mujeres se fotografían a sí mismas una y otra vez de la misma manera percibiéndose únicamente a través de esos ojos que se convierten en el eje falso de su identidad? Imagen lanzada impunemente a la red que se confunde con intimidad… Mujeres que creen que enseñar el sitio donde defecan o se masturban es compartir su intimidad, cuando ésta es algo mucho más valioso: es el lugar donde uno sueña, crea o recrea, se construye a sí mismo como ser humano. Todo ello en medio de una alucinante y deliberada exhibición ridícula y narcisista de pequeños datos estúpidos de sus vidas: datos que no pueden ser, ni siquiera como experiencia, generalizables ni interesantes para el resto de los humanos. El exhibicionismo cargante de pequeños datos banales como “Hoy me dolía la cabeza mientras leía a Proust junto a la piscina” o “Incluyo fotos de mi váter con el paquete de compresas Ausonia bien visible en la cesta”, es una intimidad de todo a cien exhibida para que otros la deglutan y la eructen poco después metiéndose un palillo en los dientes; devaluada por su mera exposición ridícula. ¿Y qué mirada dirigen ciertos fans/seguidores de los blogs y videos de esos cuerpos? ¿Les interesa lo que pretenciosamente cuentan  -tengamos en cuenta que esas páginas muchas veces parecen circular mentirosamente en torno a la literatura, la filosofía, la pintura o cualquier otra manifestación “elevada” como soporte para el exhibicionismo vacuo de su supuesta excentricidad y malditismo yoicos celebrados hasta la nausea en una notable escisión esquizoide-, o por el contrario ésa es la excusa que justifica ante sí mismos y camufla ante sus ignorantes esposas una pajillera visita? Todas ellas (propias o ajenas) son miradas que deshumanizan el cuerpo (propio o ajeno); miradas alienadas, distanciadas de lo más singular que una posee; miradas que construyen y sostienen, con la falsa y repugnante excusa del arte (“el arte que hay” anuncia en la red pretenciosamente un blog narcisista y vacuo), una (auto)degradación de género contra la que todavía hay que luchar aunque parezca que está superada en muchos ámbitos.

Pienso ahora también en el texto escrito por Tatiana Abellán para la exposición Ojos abatidos, en el que plantea la existencia de la lágrima en el ojo como un cuerpo extraño que “introduce nuevos modos de ver, alejados de la claridad. Modos de ver mucho más cercanos a la realidad, pues nunca vemos las cosas con los ojos limpios”. Yo añadiría, matizando su aserto, que la lágrima tiene una doble función: la manifestación del dolor empático que nos humaniza y nos enriquece al conectarnos relacionalmente con el sufrimiento de los otros como forma de conocimiento, y de limpieza que hace que la mirada sea más clara y más precisa después, como en el poema Luz sombría I, de Adrienne Rich. Una mirada mucho menos engañosa. Una mirada que nos saque del túnel y nos lleve a la luz, por muy dolorosa que ésta sea inicialmente para un ojo no preparado y deslumbrado.

Como decía Marx -al que pensadores como Adrienne Rich, David Harvey u Oskar Negt han vuelto en sus obras, encabezando un estudio que inaugura una mirada nueva sobre esta gran figura y su impacto- “El ojo humano sólo se hace humano cuando el objeto de su mirada se convierte en un objeto humano, social”. El arte actual necesita mucho de este tipo de mirada; una mirada que rescate la presencia social que el arte tiene, como algo que rompe el silencio oficial, que puede quebrar nuestra desesperanza, que muestra nuestra múltiple verdad. En medio de todo ello, nuestra intimidad, nuestra singularidad, tiene mucho que decir. Una intimidad no degradada sino un regalo que se otorga a un Otro expresamente elegido como interlocutor; algo real a la vez que inapresable porque ¿cómo captar en una foto nuestros sueños?
(Reflexión tras las conversaciones mantenidas con Casilda García Archilla, a quien doy con mucho cariño las gracias)



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