Trasversales
Carmen Castro

Para la Agenda del curso político: Igualdad de género (¡sí, precisamente ahora!)

Revista Trasversales número septiembre 2010

Carmen Castro es promotora del espacio sin género de dudas

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La igualdad de género debería formar parte de la agenda económica. Sí, precisamente ahora, cuando se pretende crear las bases para una mejora sustancial de la productividad. Precisamente porque no son buenos tiempos para el derroche, es necesario que la igualdad se convierta en el eje estratégico de desarrollo y la condición previa para el crecimiento, el empleo y la cohesión social; ¿Cómo va a ser esto una ‘frivolidad’?

El contexto actual está sirviendo en algunos países (Alemania, Francia y España, por ejemplo) como coartada para un giro en la orientación de las políticas públicas que no traerá nada bueno. En España, por ejemplo, se ha decidido recortar el gasto correspondiente al pago de sueldos y salarios y a las pensiones, a pesar de que éstos representan gastos eficientes para la reactivación de la demanda interna (no es un buen comienzo)

La OCDE vaticina que en la fase de recuperación de las economías occidentales la tasa de crecimiento del PIB será lenta y discreta. ; causada, en parte, por la intensa contracción de la inversión, el aumento de las tasas de desempleo y la menor participación laboral provocada por el fin de las políticas fiscales contracíclicas ; y por otra parte por la reducción de la productividad total de los factores, que ocasionará la menor inversión en actividades de investigación y desarrollo, y que podría frenar la estrategia de cambio del modelo productivo.

El escenario dibujado es, por lo menos, inquietante: ¿cuáles serán los nuevos papeles a repartir y entre quién? ¿qué legado se está dejando a las generaciones futuras? ¿están los derechos humanos en el centro de las políticas? ¿y los derechos de las mujeres? No hay excusas que puedan legitimar el abandono de estos temas, que son cruciales para el desarrollo de sociedades democráticas y también para la economía. Sabemos que necesitamos invertir en educación igualitaria, en políticas activas de empleo, en salud, en energías alternativas, en I+D+i para diseñar la nueva senda de crecimiento. Y tenemos a nuestro alcance el instrumento propiciatorio de la inversión en capacidades humanas, la política social.

La vuelta al curso político representa otra oportunidad para volver a reflexionar sobre los déficits democráticos que arrastramos. Y en este contexto, es importante recordar que la Igualdad de Género contribuye al reordenamiento del equilibrio económico, desde la equidad en la distribución de los recursos y la sostenibilidad del desarrollo humano. Veamos algunas cuestiones relevantes al respecto.

Cuestión de ¿prioridades?. Cuando se invierte en igualdad, de derechos, pero sobre todo de hechos, mejora la cohesión social y el sentimiento de pertenencia a una colectividad; reduciéndose la inseguridad y conflictividad social. En definitiva, mejora la capacidad humana para establecer relaciones sinérgicas y desarrollar iniciativas emprendedoras. Todo ello se traduce en más oportunidades de acceso a la educación y al empleo, y por lo tanto en una mejora de las capacidades para avanzar en productividad y competitividad; algo necesario para aumentar la capacidad recaudatoria y redistributiva. Así pues, cuando se invierte en igualdad se posibilita el crecimento; reduciendo además las brechas sociales y productivas existentes.

Cuestión de ¿confianza?. Se requiere confianza para activar la demanda interna y la producción. Y eso se consigue con políticas que potencien la creación de empleo, en condiciones de mayor seguridad que la ‘volatilidad’ existente y, sobre todo, en sectores ‘limpios’, de mayor productividad y relacionados con el desarrollo de la calidad de vida. ¿Que no hay empleo para toda la población disponible? Pues se reparte. Es preferible reducir la jornada laboral como criterio general que mantener fuera del mercado de trabajo las capacidades humanas y productivas disponibles de gran parte de las mujeres como ha ocurrido hasta ahora. La dimensión del crecimiento económico no es el único factor que determina cuántas mujeres pueden incorporarse en el mercado laboral ni cuáles son los niveles de desempleo ‘tolerables’. Sabemos que todo ello depende del modelo de desarrollo (social y económico) que se promueva; que a su vez tendrá una influencia directa sobre las tasas de fecundidad y por lo tanto en la evolución demográfica.

Cuando las expectativas creadas resultan fallidas, la confianza política depositada en los gobiernos y en los agentes económicos se desmorona y se crispa el ambiente social; eso sirve de caldo de cultivo para la proliferación de propuestas populistas, actitudes excluyentes y discriminatorias; y la violencia (también la de género) emerge como vía de escape de la frustración. La memoria histórica nos recuerda en qué condiciones han surgido los movimientos de ultraderecha y las devastadoras consecuencias que ello ha tenido en el desarrollo humano. Convendría tenerlo muy presente para evitar su reproducción.

Cuestión de ¿ética?. Por muchas cumbres internacionales que se celebren sobre el cambio climático, la eliminación de los paraísos fiscales o el cambio de modelo productivo, todas acaban sin acuerdo efectivo. En el trasfondo de la problemática está la visión sesgada y cortoplacista de los gobiernos, que se resisten a asumir ahora un monto elevado de gasto si las perspectivas de beneficio se ubican en el medio-largo plazo. Y estamos en plena época de ajustes importantes, después de haber subsidiado (a fondo perdido) las ineficiencias del sistema financiero para evitar su colapsamiento.

Cabría esperar la misma diligencia para evitar el colapsamiento de las economías domésticas, tratando de que las medidas aplicadas no signifiquen la vuelta al modelo tradicional de familia y de reparto de roles. La orientación de gran parte de los planes de ajuste ha profundizado la división sexual del trabajo. El mantenimiento de situaciones de servidumbre fuertemente feminizadas (empleadas domésticas y cuidadoras no profesionales en el entorno familiar) repercutirá negativamente sobre la capacidad de un gran número de mujeres para desarrollar sus proyectos de vida de manera independiente.

Cuestión de ¿calidad democrática?. El bienestar y la cohesión social se constituían, hasta el inicio de la crisis, como parte integral de la expectativa sobre la calidad de vida; y siguen representando la piedra angular para un modelo de sociedad igualitario. Es fa?ilmente constatable que los países con mayor nivel de bienestar (Suecia, por ejemplo) tienen un menor nivel de pobreza, mejores resultados educativos (el mayor desarrollo de habilidades educativas se da en Finlandia, según el Informe PISA2006), elevadas tasas de actividad femenina y masculina, una amplia red de servicios públicos para el cuidado (Islandia y Suecia, por ejemplo), mayor equilibrio en la participación de mujeres y hombres en la vida política, económica y social; y una mayor participación de los hombres en el cuidado (el 80% de los hombres que son padres en Islandia se ausentan al menos 3 meses de su puesto de trabajo para cuidar de su nueva criatura)

Superar el déficit democrático no puede quedar a expensas de la ‘voluntariedad’ o ‘espontaneidad’; requiere también de una acción premeditada para la construcción de otro modelo de relaciones y de convicencia basados en la igualdad y en la corresponsabillidad. Suecia e Islandia son los países mejor posicionados en los indicadores de género de Naciones Unidas. Los organismos de Igualdad de estos países han desempeñado un papel importante; y las estructuras de coordinación políticas y económicas han conseguido desarrollar una alianza global entre gobierno, feministas, sindicatos, empresas y sociedad civil para hacer efectiva la igualdad en la cotidianidad. ¿Por qué alejarnos de estas experiencias si nos pueden mostrar caminos de desarrollo democrático efectivo? En España, algunas comunidades autónomas han optado por el camino contrario: la supresión del Instituto de la Mujer de Castilla La Mancha y la pretensión de eliminar el Servicio Galego de Igualdade son retrocesos injustificables hoy en día.

Todo ello incita al activismo para reivindicar el avance en igualdad, también en el marco de la movilización general contra los recortes sociales. Pero no nos engañemos, el mensaje ha de ser claro y plenamente consensuado entre quienes defienden mejoras sociales: la Europa social será igualitaria o no será.



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