Trasversales
Luis M. Sáenz

Universidad, empresa y conocimiento

Revista Trasversales número 18,  primavera 2010

Textos del autor en Trasversales




La fábrica del conocimiento: la universidad-empresa en la producción flexible, Carlos Sevilla Alonso, El Viejo Topo, 2010.

Como señalara Miguel Romero en la presentación realizada en Traficantes de Sueños, en este libro tiene lugar una reflexión sobre un movimiento, el movimiento estudiantil antibolonia, realizada desde el propio movimiento. Efectivamente, Carlos Sevilla ha sido un destacado activista en las movilizaciones estudiantiles de los últimos años. Ahora bien, ese movimiento se piensa de una forma no autorreferencial, sino, por el contrario, mirando más allá y dando lugar a una interesantísima reflexión sobre la universidad, el conocimiento, la empresa, el trabajo y la sociedad, a largo de cuatro capítulos cuyo núcleo central se encuentra, a mi entender, en el segundo (I+D+i: la “Santísima Trinidad” corporativa y las universidades) y en el tercero (Dualización del mercado de trabajo y nueva misión de la universidad). No hay consignas, no hay propuestas “milagro”. Hay, en la mejor tradición marxista, una rigurosa crítica de lo  existente tratando de encontrar en ello palancas para una transformación cuyos rasgos sólo pueden ser definidos a través del propio proceso de rebeldía contra el orden establecido.

Quizá la tesis central en torno a la que se articula la reflexión de Carlos Sevilla sea la de que, al igual que hace varias décadas tuvo lugar el paso de la “universidad de élites” a la “universidad de masas”, ahora se está pasando de la “universidad de masas” a lo que denomina “universidad emprendedora” o “universidad-empresa”, que, sin dejar de ser de masas, sería algo cualitativamente distinto. Y esto no es baladí. Menos aún que se tome conciencia de ello en los inicios de la transición de una fase a otra.

Esa transición afectaría tanto a la función de la Universidad en la “difusión de conocimientos”, estrechamente vinculada a la reproducción de cierta fuerza de trabajo, como a su función como “productora de conocimientos”. Las primeras repercusiones de esta estrategia se reflejan en una agenda que incluye criterios de financiación competitivos (“rentabilización de los presupuestos universitarios”), una gestión de tipo gerencial-empresarial y la transferencia de los beneficios derivados de la investigación universitaria hacia el capital privado (las reflexiones sobre las empresas spin off han sido todo un descubrimiento para mí, que llevo muchos años alejado de la Universidad). Tales rasgos podrían justificar la metáfora de la “Universidad-empresa”, aunque tengo mis dudas sobre la metáfora “universidad/fábrica del conocimiento” si la referimos al ámbito específico de la nueva “función educativa” de la Universidad, en la que me parece que tiene escaso papel la producción de conocimiento, quizá menos aún que en la “Universidad de masas”, pues la investigación en la Universidad tiende a ser investigación para el mercado y pierde vínculos con la tarea educativa; se conserva, pero remodelada, la función de fábrica de títulos y emerge con mucha fuerza una función, hasta ahora más bien dejada en manos de instituciones privadas de élite, de estratificación de la mano de obra con titulación universitaria sobre la base de una jerarquía que no se funda en “saberes” sino en capacidad de identificación con la ideología y la lógica del capitalismo y del mando, lo que es analizado de forma excelente por Carlos Sevilla en este libro, en el que señala la bifurcación entre un canal de formación orientado a la precariedad  y otro entendido como proceso de selección para la integración en la clase dominante con funciones dirigentes de tipo intermedio (“capataces”, diría yo, pues sospecho que la formación de las élites seguirá ligada a determinadas entidades privadas).

Encontramos también una clara explicación sobre “la contradicción entre un aumento  del nivel cultural, y de la instrucción y de las capacidades de la fuerza de trabajo y las condiciones de valorización, en el mercado de trabajo, de esta misma fuerza de trabajo”. Por un lado, los conocimientos y la capacidad creativa de la fuerza de trabajo excede cada vez más aquello que se le requiere en cada empleo (aunque eso multiplica su capacidad para pasar de un empleo a otro y para cubrir tareas cualificadas supuestamente no ligadas a su puesto y, por tanto, no pagadas), por otro, esa cualificación es cada vez más subvalorada. Esta aparente contradicción podría llevarnos, a mi entender, a nuevas reflexiones en torno al papel dado por Marx a la diferenciación entre “trabajo simple” y “trabajo complejo” en la generación de valor añadido en una sociedad capitalista, en la medida que crece el papel jugado por el conocimiento en la producción, de forma que las actividades “simples” tienden a hacerse actividades “complejas”, pero a la vez el trabajo complejo tiende a convertirse en trabajo simple, subvalorado por tanto, en la medida que puede ser ejercido por un(a) trabajador(a) de tipo medio en cuanto a capacidades y conocimientos. Eso conlleva que las funciones dirigentes cada vez requieren menos saberes reales que hagan una aportación efectiva al proceso productivo, pues esos saberes son patrimonio de una clase asalariada a la que se puede pagar poco por ello, perfilándose así una figura de dirigente centrado en el “mando político” de clase, esto es, en lo que Marx llamaba “función de explotación de un proceso social de trabajo”,  cada vez más parasitaria.

Sospecho que esa contradicción puede pasar a ocupar un papel central en la emergencia de una nueva potencia emancipadora y de nuevas posibilidades de organización social que superen la falsa disyuntiva entre el mando del capital o el mando del Estado, creando nuevas (y difíciles) posibilidades para una hegemonía de lo común y de la cooperación. Creo que, en cierta forma, con esto se relaciona la indicación hecha por Montserrat Galcerán durante la presentación del libro, señalando que a la defensa de la Universidad pública había que sumar una revalorización del papel de la autoformación, muy importante a mi entender ya en las nuevas generaciones, que han aprendido por sí mismas mucho de lo que ellas saben e ignoran las generaciones anteriores, incluidos sus docentes, pero entiendo que el reto planteado en ese ámbito es el de organizar en común y de forma cooperativa un aprendizaje colectivo no tutelado por el Estado ni por el capital. Con otros contenidos, con otras formas, con otros sujetos, tal vez será hora de recordar el extraordinario papel cultural que jugó la CNT y explorar estos caminos que se han empezado ya a recorrer desde algunos centros sociales, algunas “universidades” informales, etc.
En definitiva, un libro muy aconsejable para quien tenga interés por entender qué está ocurriendo en la Universidad y también en el mercado laboral, en las empresas y, en definitivo, en la emergencia de nuevas subjetividades, ya sean sumisas, ya sean rebeldes.



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