Trasversales
Robert H. Wade

La reforma del Banco Mundial

Revista Trasversales número 15 verano 2009


Robert H. Wade es profesor de la London School of Economics. Comparecencia ante el House Financial Services Committee (Comité sobre asuntos financieros del Congreso de EEUU), 22 de mayo de 2007. Traducido y publicado con autorización del autor.




TESTIMONIO ORAL

El Banco Mundial se enfrenta a una profunda crisis en cuanto a su pertinencia. Su mercado se ha transformado de manera fundamental durante la pasada década, pero el Banco sigue funcionando de la misma manera y con los mismos productos que hace diez y más años.
La transformación ocurrida en el mercado tuvo una brusca expresión simbólica precisamente durante la última semana. Mientras que los gobiernos europeos y de EEUU querellaban sobre el futuro del presidente Wolfowitz, el Banco Africano de Desarrollo no celebró su reunión anual en África, sino en Shangai. Este evento quizá sea visto en el futuro como un hito en la historia del siglo XXI.
El mensaje principal de mi declaración es que el Banco Mundial podría, potencialmente, aportar mucho más a la solución de algunos de los más urgentes problemas mundiales; y que el Congreso de EEUU y la próxima Administración podrían ayudarle a hacerlo dando un fuerte apoyo a un Banco Mundial reactivado.

De cara al futuro inmediato, esto significa ayudar a la actual Administración en la selección de un candidato de primera fila como próximo presidente del Banco Mundial, con un excelente historial como dirigente y gestor de una organización extensa y compleja; significa también que el Congreso decida que EEUU realice los pagos pendientes de liquidación a la ronda AIF 14 [N.ed: IDA/AIF es la Asociación Internacional de Fomento del Banco Mundial; IDA 14 o AIF 14 es la decimocuarta reposición de recursos de la AIF, para el período 1/7/2005-30/6/2008].
Más allá del futuro inmediato, el Congreso debe ayudar a que el Banco Mundial asuma un papel de liderazgo en áreas en las que se plantean problemas verdaderamente globales. En cuanto a sus productos tradicionales en proyectos de ayuda y asesoramiento económico a los gobiernos de los países en desarrollo, el Banco hace frente a nuevos competidores, como China y Corea, que se han convertido en grandes fuentes de asistencia financiera a los países más pobres; como empresas privadas de consultoría, que han desarrollado una alta experiencia en muchas de las áreas de competencia tradicional del Banco (banca y finanzas, desarrollo en el sector privado...); y como la Fundación Gates y otras fundaciones privadas, que se han convertido en importantes protagonistas. Sin embargo, el Banco mantiene una gran ventaja comparativa sobre estas otras entidades, basada en la combinación de sus garantías intergubernamentales, su amplia base propia de ingresos y, sobre todo, su alcance mundial.

El Banco puede y debe tener un papel mucho mayor en la lucha contra uno de los mayores problemas de nuestro tiempo: ¿cómo disociar el crecimiento económico de las emisiones de carbono? El Banco tiene mucha experiencia en la traducción de políticas económicas en planes de inversión, y de éstas en inversiones sobre el terreno. Debería usar esa experiencia para extraer las conclusiones generales del informe IPCC [Intergovernmental Panel on Climate Change] o del informe Stern, y explicar lo que esas conclusiones generales significan para países específicos, como China, Rusia, Brasil o Bangladesh, ayudando a los gobiernos de esos países a desarrollar programas centrados en la disociación entre su crecimiento económico y su nivel de emisiones. Esto conduciría al Banco a desarrollar nuevos instrumentos de financiación para acelerar la adopción de tecnologías inocuas para el clima. Por ejemplo, un fondo carbono, o, ya que no debería vincularse sólo a las emisiones carbónicas, un fondo por la "estabilización climática". Este fondo permitiría que un gobierno de un país en desarrollo, como China o India, recibiese un préstamo del Banco para la creación de una central energética escogiendo una tecnología punta minimizadora de las emisiones carbónicas, aunque sea más costosa que la tecnología estándar, asumiendo el fondo ese coste diferencial. El fondo podría utilizarse para acelerar la realización de inversiones respetuosas con el clima en el sector de la energía, en el transporte (por ejemplo, los ferrocarriles en África), en la silvicultura y otras prácticas de utilización del suelo, o en otros sectores.
Este fondo podría ser capitalizado de inmediato con reservas del Banco Mundial, que actualmente ascienden a 36.000 millones de dólares, cuando sólo necesita 25.000 millones para mantener su muy importante calificación crediticia AAA. Una parte de ese excedente debería destinarse al fondo de estabilización del clima. El fondo también recibiría subvenciones de los gobiernos de la OCDE y de fundaciones privadas.

Esto es sólo un pequeño ejemplo de cómo el Banco podría jugar un importante papel catalizador en la lucha contra el cambio climático. Para recolocarse en el nuevo mercado el Banco debería llevar a cabo algunos cambios organizativos y desarrollar nuevos flujos de ingresos. Los detalles figuran en mi testimonio escrito.
La conclusión es que el actual Banco Mundial es lo que tenemos, incluso aunque no le haríamos igual si nos encontrásemos creando de nuevo el mundo posterior a 1944. El Banco Mundial necesita el apoyo de EEUU para recolocarse y restructurarse de cara a cumplir el valioso papel que debe jugar en el mundo, un papel del que casi puede decirse que sólo puede ser jugado por el Banco Mundial.


TESTIMONIO ESCRITO

Esta Comisión del Congreso necesita recordar que en gran parte del resto del mundo la única superpotencia mundial es vista como arrogante, incompetente e indiferente. El Congreso y la próxima Administración podrían ayudar a recuperar liderago moral y político estadounidense en el mundo si, entre otras muchas cosas, juegan un papel constructivo en la gestión del Banco Mundial. Y urge que el Congreso emita una señal de fuerte apoyo a un Banco Mundial reanimado y reorientado, dotado del liderazgo y de la financiación que se requieren para que contribuya a resolver una serie de problemas de alcance verdaderamente mundial.

Los enfrentamientos entre europeos y estadounidenses en torno al futuro del presidente Wolfowitz han ocultado que el Banco encara una profunda crisis de relevancia, una crisis anterior a Wolfowitz pero que su presidencia hizo muy poco por abordar. La semana pasada la reunión anual del African Development Bank, que no se realizó en África sino en Shanghai, simbolizó lo mucho que ha cambiado en la última década el contexto del Banco [William Wallis, “China changes dynamics of African loans”, Financial Times, 19-20 mayo 2007]. Sin embargo, el Banco sigue funcionando de la misma manera y manejando muchos de los mismos productos que hace una década.

El primer gran cambio para el Banco Mundial es que, en tanto que proveedor de financiación y conocimiento, cada vez debe compartir ese espacio con más competidores. Entre ellos...
(1) China y Corea como nuevos proveedores de asistencia financiera incondicional, especialmente en África, pero no sólo allí. China está dando más asistencia financiera a África, Camboya y Laos que el Banco Mundial.
(2) Los bancos regionales de desarrollo, que a menudo despiertan en su región más confianza que el Banco Mundial.
(3) Las empresas privadas de consultoría, con gran capacitación y experiencia en muchas de las áreas en las que el Banco ha participado activamente.
(4) Fundaciones privadas, como la Fundación Gates.

El segundo gran cambio en el mercado del Banco es que cada vez son más sus países prestatarios que se están desplazando desde niveles bajos de renta a niveles medios. En sólo cinco años la renta media de China podrá haber alcanzado el nivel a partir del cual no se puede recibir prestamos del World Bank Group, cuando durante una década ha sido el mayor prestatario del Banco. Vietnam, el segundo mayor prestatario de la AIF1 (que facilita créditos blandos), puede quedar en cuatro años sin acceso a esos préstamos.
Los países de medianos ingresos como China están más interesados en los conocimientos del Banco que en sus préstamos. Esto plantea la pregunta de si -y cómo- el Banco debería abordar una transición que lleve a que su principal producto ya no sean las finanzas sino su conocimiento sobre el desarrollo.
Los países de rentas medias tienden a tener demandas diferentes a los de rentas bajas. Tienden a interesarse menos en la “reducción de la pobreza” y más en cómo generar, en general, prosperidad.

El tercer gran cambio es que durante la pasada década se han colocado al frente de la agenda política mundial problemas nuevos y verdaderamente globales, incluyendo un amplia gama de temas medioambientales de alcance internacional, como el cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y una masiva migración rural hacia los espacios urbanos (en torno a dos millones de personas al mes en el Sur y el Este de Asia). El Banco Mundial, en tanto que mayor y financieramente más potente organización multilateral de alcance global, debe estar bien posicionado para asumir un papel de liderazgo en el análisis de estos problemas y en la formulación de líneas de solución. Pero para eso el Banco debe colocar en el centro de sus operaciones su agenda medioambiental internacional así como sus ramificaciones en las políticas nacionales.

Por lo tanto, el Banco debe aprovechar la oportunidad proporcionada por la llegada de un nuevo presidente del Banco Mundial para recolocarse y hacerse cinco preguntas básicas:
(1) ¿Qué tipo de “bienes públicos globales” necesita el mundo?
(2) ¿Dónde y con qué líneas de productos podrá ser competitivo frente a fuentes privadas de financiación y de conocimiento?; en otras palabras, ¿cuál es la apropiada división del trabajo entre el Banco (y otros bancos multilaterales de desarrollo), por un lado, y el sector privado, por otro?
(3) ¿Qué papel debe desempeñar el Banco en los países de renta media (asumiendo que sigue ofreciendo sus actuales productos a los países de baja renta), especialmente en China, donde hay millones de personas muy pobres y que sigue demandando al resto del mundo conocimientos en torno al desarrollo, pero que también emerge rápidamente como una de las principales fuentes de asistencia financiera a los países pobres?
(4) ¿Cómo debería modificarse la estructura organizativa del Banco, sus líneas de productos y sus fuentes de ingresos para responder a los nuevos retos?
(5) ¿El Banco debería seguir tomando “la reducción de la pobreza” como su misión principal, cuando muchos de los gobiernos de países de renta media se dan como principal objetivo económico la prosperidad general, más que la “reducción de la pobreza” por sí misma, incluso aunque el número de personas en situación de pobreza esté disminuyendo en muchos países de renta media, como China?

Algunas cuestiones inmediatas


1. La Presidencia. El Banco se ha visto gravemente deteriorado durante la presidencia de Wolfowitz y ahora debe conseguir un presidente altamente cualificado. Esto tiene dos aspectos.
En primer lugar, la transparencia, sin restricciones de nacionalidad. “Ya no estamos en 1944”, parafraseando al Mago de Oz. El monopolio de EEUU en la presidencia del Banco y el monopolio europeo en la gestión ejecutiva es un legado de la Segunda Guerra Mundial. No hay ninguna buena razón para que esos dos monopolios continuen. Visto desde otra perspectiva, no hay ninguna razón para que la persona que presida el Banco no sea asiática, latinoamericana o de cualquier otro lugar. Aunque renunciase a ese monopolio, EEUU seguiría teniendo en el Banco la voz más fuerte, dada su cuota de participación. Al fin y al cabo, el Tesoro de EEUU tiene la voz más importante en el FMI, pese a que sólo tenga la segunda posición en la cadena de mando de esa institución. En segundo lugar, el nuevo presidente debe tener un excelente historial como dirigente y gestor de una gran organización compleja. No basta con que goce de alta reputación como consejero político y negociador.

2. La ronda AIF 15. Actualmente, la AIF tiene un gran agujero en sus finanzas a consecuencia de la Iniciativa multilateral de alivio de la carga de la deuda y del impago por parte de EEUU de una parte de sus compromisos con AIF 14. Por tanto, la capacidad de la AIF para ayudar a los países más pobres se ha visto entorpecida.

Aspectos menos inmediatos

1. El cambio climático como desafío central. La gran ventaja comparativa del Banco proviene de su alcance mundial casi único. Debe resituarse para jugar un papel mucho más importante en los problemas medioambientales internacionales, sobre todo en cuanto al cambio climático. El cambio climático es el mayor problema al que hace frente el mundo, mayor aún que el HIV/SIDA y que la proliferación nuclear. Afecta a todos, pero sobre todo a los países pobres del trópico. A menos que se apliquen soluciones contra el cambio climático en los países en desarrollo, no podrá resolverse el mayor problema de la humanidad.

Ha llegado el momento para un gran impulso en materia de cambio climático, porque disponemos de los principales ingredientes necesarios: la ciencia (por ejemplo, los informes IPCC), los ingredientes económicos (por ejemplo, el informe Stern) y la conciencia pública sobre la necesidad de actuar ahora para lograr un mundo más seguro ante la amenaza del cambio climático y de sus consecuencias (incluyendo angustiosas migraciones a escala masiva y guerras civiles y entre Estados).

En esta situación, la pregunta es: ¿qué papel debe jugar el Banco de cara a ayudar a conseguir la disociación entre el crecimiento económico y las emisiones carbónicas? El Banco tiene mucha experiencia a la hora de traducir políticas económicas en planes de inversión y planes de inversión en inversiones sobre el terreno.
Debería usar esa experiencia para extraer las conclusiones generales de informes como el informe IPCC [Intergovernmental Panel on Climate Change] o el informe Stern, y explicar lo que esas conclusiones generales significan para países específicos, como China, Rusia, Brasil o Bangladesh, ayudando a los gobiernos de esos países a desarrollar programas centrados en la disociación entre su crecimiento económico y su nivel de emisiones.

El Banco debería desarrollar nuevos instrumentos de financiación para acelerar la adopción de tecnologías inocuas para el clima. Por ejemplo, un fondo carbono, o, ya que este fondo no debería vincularse sólo a las emisiones carbónicas, un fondo por la “estabilización climática”. El fondo permitiría que un gobierno de un país en desarrollo, como China, recibiese un préstamo del Banco para la creación de una central eléctrica escogiendo una tecnología punta minimizadora de las emisiones carbónicas, aunque sea más costosa que la tecnología estándar, asumiendo el fondo ese coste diferencial. Este fondo podría utilizarse también para acelerar la realización de inversiones respetuosas con el clima en el sector de la energía, en el transporte (por ejemplo, ferrocarriles en África), en la silvicultura y otras prácticas de utilización del suelo, y en otros sectores.

¿Cómo podría capitalizarse este fondo? Una parte de su financiación debería provenir de las reservas del Banco Mundial, que actualmente ascienden a 36.000 millones de dólares, cuando sólo necesita 25.000 millones para mantener su muy importante calificación crediticia AAA. Una parte de ese excedente debería destinarse al fondo de estabilización del clima. El fondo también recibiría subvenciones de los gobiernos de la OCDE y de fundaciones privadas.
El fondo no dependería sólo del altruismo. Sus contribuyentes podrían recibir a cambio créditos del propio fondo. Y el fondo podría abrir nuevos mercados para empresas privadas en tecnologías ambientales (tecnologías de captura de emisiones carbónicas, energía eólica, etc.). Por lo tanto, las empresas también tendrían un interés propio en lo que a este fondo se refiere.

El Banco también debería implicarse más en el desarrollo de sistemas piloto que puedan adaptarse a las escalas propias de los gobiernos y del sector privado. El Banco ya ha jugado un papel catalizador de este tipo en el caso del mercado de emisiones carbónicas, en el que invirtió 150 millones de dólares en un proyecto piloto de comercio de emisiones carbónicas, que podría abarcar a un mercado de 30.000 millones de dólares. Habría que ampliar el papel de experiencias piloto con vías a mitigar el cambio climático y a realizar las adaptaciones necesarias. Una de las direcciones en las que sería más importante desarrollar estos experimentos es el comercio de emisiones carbónicas en sectores relacionados con la forestación y con el uso de la tierra. Entre el 20% y el 30% de las emisiones carbónicas proceden de la deforestación y de ciertas prácticas en el uso de la tierra. Sin embargo, apenas se ha prestado atención a estas fuentes en los proyectos dirigidos a mitigar las emisiones: menos del 1% del comercio de créditos de carbono guarda relación con estos sectores. El Banco está bien situado para conducir proyectos que extiendan este tipo de comercio del carbono.

2. Cambio organizativo y nuevas fuentes de ingresos. A fin de ser más eficaz a la hora de vincular los programas de cada país con aspectos globales como el cambio climático, el Banco debería modificar su estructura organizativa.

La estructura actual (en vigor desde la reorganización Wolfensohn de 1996-1997) está demasiado escorada hacia los países como unidades básicas para las operaciones y los presupuestos, impulsando a los departamentos de cada país a operar en espacios más o menos separados y con muy escasa coordinación con los departamentos que actúan en otros países, incluso dentro de la misma región. Por ejemplo, el director en Rusia, con base en Moscú, en la práctica tiene poco contacto con los directores de los países vecinos, cada uno de los cuales se centra en su propio país. En la región de Asia oriental se trabaja sobre temas forestales país a país, ignorando la dinámica del mercado forestal regional. Los equipos gestores dependientes de las vicepresidencias en el Este y el Sur de Asia hace ya más de diez años que no se reunen para coordinar sus estrategias regionales, aunque las relaciones gubernamentales y comerciales entre China e India crecen día a día.
Si el Banco va a dar más énfasis al cambio climático y a otros problemas globales como el HIV/SIDA, es necesario que se organice de forma que una mayor proporción de su personal y de sus presupuestos esté ligada a especializaciones de diversos tipos, dando a los espacios regionales un explícito reconocimiento como unidad estratégica. Esta reorientación llevaría a reducir el número de oficinas basadas en un país, así como a reducir su personal.

El Banco debería también desarrollar nuevas fuentes de ingresos. Una de ellas sería el cobro por servicio: a los países de ingresos medios (como Rusia) habría que venderles servicios, mientras que a los países de bajos ingresos se debería seguir prestando estos servicios de forma gratuita. Hasta que el Banco comience a poner precio a sus conocimientos, seguirá siendo impulsado por la necesidad de prestar.
Los gobiernos de China y Rusia, por ejemplo, emiten una fuerte demanda de información sobre experiencias de desarrollo en otros lugares, de cara a una posible aplicación en sus países. El Banco podría ofrecerse a realizar estudios sobre temas relevantes, como la organización de la red de ferrocarriles, a cambio de una retribución apropiada. Hasta ahora, por el contrario, el Banco ha tendido más bien a comprometerse en la realización de estudios por su propia iniciativa y sin cobrar nada, esperando que sirvan como base para futuros préstamos. Pero, en la práctica, el Banco no se ha preocupado demasiado en saber si los gobiernos realmente leían los informes, ya que éstos no respondían tanto a las demandas de los gobiernos como a los impulsos derivados de los imperativos del presupuesto disponible y de la curiosidad natural  de las unidades del Banco responsables de hacerlos.

El cobro por servicio a los países de renta media daría lugar a un nuevo tipo de flujo de ingresos. Otro podría ser la concesión de préstamos a entidades subnacionales, como gobiernos regionales, que carezcan de la garantía de un Estado soberano, pero a un precio algo más alto que los que cuentan con la garantía de una entidad soberana. Otro aspecto de esta reorientación sería el recorte de aquellas actividades que afectan a sectores en los que el Banco ha sido activo, pero en los que ya no goza, en cuanto a competencia, con ventajas comparativas respecto a empresas privadas u otras agencias públicas. Una parte importante de la actividad del Banco en relación al sistema bancario y financiero o al desarrollo del sector privado se inscribe en esta categoría.

3. El dilema del modelo a utilizar en los proyectos de ayuda. Gran parte del trabajo del campo sigue haciéndose en torno a proyectos determinados, como también ocurre cuanto están implicados donantes de ayuda bilateral.

El mapa de Camboya y de muchos otros países pobres está densamente marcado con banderas rojas, cada una de las cuales representa un proyecto de ayuda.  Desde la perspectiva de los donantes, este modelo tiene varias ventajas sobre las formas más generales de asistencia (como el apoyo presupuestario), particularmente en términos de control de la gestión y de evaluación de impacto. Desde la perspectiva del país, los proyectos de ayuda singulares, con la aportación directa de expertos extranjeros, pueden ser muy eficaces en la prestación de servicios de salud, escuelas, carreteras y agua potable en localidades específicas.
Pero hay un verdadero dilema. Una de las pequeñas desventajas que se advierten en este modelo es que tiene efectos negativos sobre la capacidad de la administración pública nacional para dirigir el desarrollo y ejecución de proyectos sin una fuerte dependencia respecto a expertos extranjeros. Personas que podrían fortalecer la administración pública nacional de su país son contratadas para participar en proyectos de ayuda, a los que con frecuencia utilizan como escala hacia puestos de trabajo en el circuito internacional. Las formas más generales de asistencia, como el apoyo presupuestario, tienen la ventaja de fortalecer potencialmente las capacidades propias del Estado. La gran pregunta es de qué manera puede darse apoyo presupuestario a cambio de crecientes estándares de auditoría de las cuentas públicas.

4. La agenda de buen gobierno. El Banco puede desempeñar un papel útil en la promoción y asesoramiento sobre la reforma de la administración y sobre la reforma jurídica y judicial. Pero si bien el Banco habla mucho de la buena gobernancia y tiene programas de buena gobernancia orientados a determinados países, tiene poco personal especializado en este área.
Por ejemplo, en la región de Asia Oriental y del Pacífico la sede central sólo cuenta con una persona integrada en el equipo permanente y que esté especializada en la reforma administrativa. Hay unas pocas personas más en las oficinas por país, pero no es personal permanente. Y dentro de la plantilla permanente no hay nadie capaz de llevar a cabo programas de reforma jurídica y judicial.

Durante la presidencia de Wolfowitz la agenda sobre gobernanza quedó muy desacreditada, ya que la redujo al asunto de la “corrupción”, como si la principal forma de mejorar la gobernanza fuese frenar la corrupción. Por otra parte, bajo la dirección de Wolfowitz el Banco utilizó la “corrupción” de forma selectiva para promover objetivos geopolíticos, sancionando a algunos países por “corrupción” sin castigar a otros con comportamientos igualmente malos según los estándares establecidos por el Banco. Ahora que Wolfowitz se ha ido,es necesario dotar al Banco del personal necesario para abordar una agenda más amplia.

5. Las vinculaciones entre el Banco Mundial y el FMI. El Banco está· vinculado con el FMI a través de una especie de condicionamiento mutuo. Por ejemplo, si un país seleccionable para los proyectos de la AIF (alrededor de 80) no es “aprobado” por el FMI, entonces las operaciones del Banco en el país sufren un considerable frenazo a consecuencia de una regla informal (no formalizada). Esta vinculación debe ser rota.
Puede ocurrir que el Banco esté de acuerdo con los condicionamientos del Fondo, pero no debería tener sus manos atadas por un bloqueo semiautomático de sus operaciones siempre que el FMI decida que un país no cumple sus condiciones. Una de las razones para esto es que las condiciones del Fondo pueden ser muy dañinas para el desarrollo. Por ejemplo, el Fondo tiene normas muy estrictas sobre qué parte del aumento anual de la ayuda exterior recibida puedan utilizarse para promover el desarrollo cuando se trata de un país de renta baja que se encuentra bajo un programa del Fondo. Si las reservas internacional del país son inferiorres al monto de dos meses y medio de importaciones, prácticamente todo el incremento de la ayuda, incluida la procedente de donantes bilaterales, debe usarse para incrementar las reservas; y si las reservas superan ese tope mínimo pero la inflación supera el 5%, el 85% de la ayuda adicional debe dedicarse a reducir la deuda. Sólo los países que superan ambos tests pueden utilizar gran parte de la ayuda como gasto adicional. El Tesoro estadounidense hace mucho énfasis en que la inflación debe ser muy baja. Sin embargo, la mayor parte de la literatura económica sugiere que la inflación puede aumentar hasta el 20% -y, desde luego, hasta el 10%- sin costes significativos para la estabilidad macroeconómica, mientras que la reducción de la inflacción al 5% o menos puede tener costos significativos en términos de menores tasas de crecimiento [Rick Rowden y Nisha Thapliyal, “IMF still blocking progress”, Policies and Priorities, v. 2, n.1, abril de 2007, Action Aid].

6. La gobernancia del Banco Mundial y el Fondo. La Junta de Gobernadores del Banco debería plantearse revisar la fórmula existente que relaciona los derechos de voto y las aportaciones de capital, con vistas a dar más peso a la dimensión económica y demográfica, ajustando los derechos de voto de forma periódica (digamos cada cinco años) en consonancia con los cambios en la dimensión económica y en la población.
Esto significaría, por ejemplo, aumentar los derechos de voto de China y disminuir los de Rusia y Estados Unidos. En todo caso, EEUU debería renunciar a su derecho permanente de veto (es el único país que puede vetar cierto tipo de decisiones sin necesitar para ello el apoyo de otro Estado; otro legado de 1944). Estos cambios llevarían al Banco hacia una estructura de gobierno intermedia entre el Consejo de Seguridad y la Asamblea General: no habría derecho permanente de veto, aunque tampoco tendrían el mismo peso todos los países.

El Directorio ejecutivo del Banco (24 personas) podría hacerse más efectivo reduciendo a tres el número de puestos europeos, actualmente siete, dejando un puesto para la eurozona, otro para los estados que no pertenecen a la eurozona y un tercero para la Comisión Europea; una opción alternativa sería ampliar de 24 a 26 el Directorio. Dos de los nuevos puestos deberían corresponder a África, ya que sus más de 40 países deberían ser representados por cuatro directores ejecutivos, no por dos. Todas las circunscripciones deberían ser reequilibradas, de forma que cada director ejecutivo se encargue de una circunscripción que abarque entre seis y diez países, a diferencia de la situación actual en la que ocho directores sólo representan a su país mientras que otros dos representan a más de veinte países cada uno. El mandato de los directores ejecutivos de los países en desarrollo debería durar entre cuatro y seis años. Por último, estos directores ejecutivos deberían serlo tanto del Fondo como del Banco, lo que ayudaría a los directorios a orientarse hacia la supervisión estratégica y alejarse de la supervisión operativa detallada.

NOTAS

(1) N.ed: IDA/AIF es la Asociación Internacional de Fomento del Banco Mundial; IDA 14 o AIF 14 es la decimocuarta reposición de recursos de la AIF, para el período 1/7/2005-30/6/2008]; AIF 15 es la actual ronda de reposición.



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