Trasversales
Esteban Ibarra

Crisis Económica, Xenofobia y Neofascismo en España

Revista Trasversales número 15, verano 2009

Esteban Ibarra es presidente del Movimiento contra la Intolerancia

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Editorial del Informe Raxen Especial 2009



A medida que nos adentramos en el siglo XXI, la globalización ha contribuido a intensificar los flujos migratorios en respuesta a la demanda de los mercados laborales, sin embargo con la irrupción de la crisis neoliberal de acumulación de capital, la debilidad del estado del bienestar y el agotamiento de los actuales proyectos democráticos, se configura un escenario muy duro para colectivos vulnerables donde anidan cómodamente quienes explotan todo tipo de contradicciones y conflictos sociales para alimentar el odio y la intolerancia xenófoba.

Los inmigrantes van a ser el chivo expiatorio en esta obscena crisis como revelan los últimos datos del CIS que nos muestran como la mayoría de los españoles dirigen su mirada reprobatoria a quienes vinieron a buscar una oportunidad para encontrar una vida digna en su huida de la miseria. Es ante la incertidumbre de millones de personas en momentos difíciles, cuando se aprecian peligrosas las proclamas xenófobas de los involucionistas por afectar a la cohesión y al desarrollo de la convivencia. Una xenofobia que nunca será democrática aunque lo votase la mayoría social..

Es la incertidumbre de una sociedad desmemoriada con su pasado migratorio, de corta empatía con el nuevo vecino al que ve de forma utilitaria y con escasa sensibilidad ante situaciones espantosas como son las expulsiones forzadas, los episodios de abusos y malos tratos racistas o la tragedia de quienes encuentran la muerte en la soledad de un cayuco. Una sociedad que paradójicamente mantiene miles de españoles inmigrantes que a buen seguro no aceptan ser estigmatizados de conflictivos, problemáticos o delincuentes, como sufre en España
especialmente la inmigración no comunitaria.

Y en este contexto de turbulencia el mensaje de los líderes políticos europeos no puede ser más nefasto; la deshumanizada Directiva Europea de Retorno, la ausencia de compromiso con la Convención Internacional de Protección de Derechos de los Trabajadores Migratorios, las políticas y reformas en Italia, Francia, España, en general en toda Europa, proyectan un escenario que pone en cuestión el avance de los Derechos Humanos. Pasan a un segundo plano la aplicación nacional de las Directivas de Igualdad de Trato, la declaración marco del Derecho Penal contra el racismo y las políticas de integración y defensa de inmigrantes y minorías.

Aumenta la xenofobia, crece la intolerancia


En efecto en el marco de una grave crisis económica, el aumento del prejuicio xenófobo y del hostigamiento a la inmigración está servido, aunque estos comportamientos no están predeterminados, la solidaridad como alternativa también tiene su oportunidad si se extiende la conciencia del problema. El rechazo latente a compartir igualdad de trato en materia de empleo, sanidad, educación y otro tipo de atención asistencial se viene constatando no solo en las encuestas oficiales, se evidencia en situaciones discriminatorias de la vida cotidiana. Si se añade la agitación y hostigamiento a los inmigrantes, cada vez más frecuente, que impulsan grupos de ultraderecha, en las calles o en Internet, para azuzar conflictos con consignas tipo “Stop invasión”, “los españoles primero”, “compre español”, en línea con el populismo
neofascista europeo, la perspectiva es inquietante.

Una acción xenófoba que en los últimos años ha recibido fuertes estímulos con los resultados electorales obtenidos por formaciones ultras en esta Europa desnortada, recogiendo una cosecha de votos estimable en Austria, Italia, Francia, Alemania y Suiza entre otros, y que proyecta objetivos como vincular la crisis económica con la crisis del sistema, especialmente con los valores democráticos que resultaron vencedores de la contienda mundial frente al nazi–fascismo. El crecimiento sostenido de la xenofobia en Europa ha permitido le presencia institucional de nuevas formaciones que laboran contra los valores cívicos y de solidaridad, contra el propio proyecto de ciudadanía democrática europea.
Es una xenofobia acompañada de intolerancia étnica, religiosa y cultural que hace de la diversidad su enemigo y del diferente, del inmigrante, un potencial objetivo de agresión, postreramente ejecutada por grupos racistas o neonazis nacidos del odio y de la recluta fanática de santuarios de intolerancia, como las gradas ultras del fútbol. Es una xenofobia que, junto al desprestigio de las instituciones por casos de corrupción, algún grupo en nuestro país no duda en plantearse utilizar como energía desestabilizadora de la democracia, incluso llamando a la formación de un “gobierno de salvación nacional”.

Nueva ultraderecha xenófoba


En España el comienzo de la nueva ultraderecha se anticipa incluso a los primeros episodios xenófobos en nuestro país; el principal factor estimulador de esa emergencia no fueron los conflictos sociales con los inmigrantes, prácticamente no habían cuando surge la nueva ultraderecha, el verdadero estímulo de su nacimiento fue el mimetismo con las nuevas expresiones neofascistas en Europa y hoy aprovecha la pista deslizante de internet para difundir su intolerancia. En cualquier caso, posteriormente al proceso de organización de la nueva ultraderecha, esta va a animar e interactuar en situaciones sociales de xenofobia durante casi dos décadas en España. La nueva ultraderecha que se autodefine identitaria, antiliberal y anti socialista, patriota y tradicionalista, no quiere que se la relacione con la vieja ultraderecha involucionista, pero sus líderes de allí provienen, frecuentan las viejas amistades franquistas, se maquillan como demócratas aunque su objetivo sumergido es demoler la democracia, rezuman antisemitismo e islamofobia, son profundamente homófobos y sexistas, pero sobre todo son radicalmente xenófobos.

Las tesis de la nueva ultraderecha xenófoba se orientan desde fundamentos antidemocráticos del viejo fascismo, como el ultranacionalismo en lo económico, la negación de los derechos humanos y integrismo cultural –religioso, a lo que añaden como el elemento novedoso que le imprime carácter diferenciador con el viejo fascio, el odio a los inmigrantes, el nuevo chivo expiatorio sobre el que focalizan su ira, todo ello sin olvidar un antisemitismo que asigna y señala a la comunidad judía como responsable de la crisis financiera internacional y una fuerte dosis de islamofobia que vincula al musulmán con terrorismo, junto a otros añadidos de intolerancia sexista y cultural. Esta xenofobia alimenta un proyecto identitario excluyente que atiza el miedo a perder la propia identidad, niega el derecho de migraciones y la posibilidad de encuentro de civilizaciones y culturas, criminaliza al inmigrante significándole como delincuente, lo demoniza como responsable del paro, alienta temores en la sociedad a un choque cultural y no duda de pedir expulsiones masivas y generalizadas con la coartada de la crisis.

Una intolerancia racista y xenófoba, antisemita e islamofoba que lleva a las tres instituciones europeas, OSCE–Consejo–Unión Europea, a través de sus organismos especializados a mostrar su alarma por el recrudecimiento de los ataques violentos contra inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo, y minorías como los gitanos, recordando como la historia de Europa demuestra como la depresión económica puede llevar trágicamente a un incremento de la exclusión social y la persecución. Y no faltan neonazis, como demostró su exhibición en Dresde donde acudieron varios miles de todas las alcantarillas del continente, entre ellos un nutrido grupo de nuestro país.

Mejorar la acción institucional, más integración


Mientras tanto, la acción política e institucional para impedir el crecimiento de la xenofobia es indolente en toda Europa. En España, el Defensor del Pueblo advertía recientemente del crecimiento del racismo y el Observatorio de la Convivencia Escolar constataba un aumento de la intolerancia adolescente hacia inmigrantes, gitanos y judíos. También el Centro de Estudios para Asuntos religiosos en Washington señalaba a España como el país europeo donde mas había crecido el último año la islamofobia y el antisemitismo.

Otros estudios de especialistas también advierten de estos peligros en el ámbito de los jóvenes, así como del desarraigo potencial detectado en adolescentes migrantes de segunda generación.

Sin embargo la acción institucional es débil, a veces solo estética y las políticas de integración insuficientes. Faltan acuerdos de estado en lo más esencial y el discurso político prevalente, en especial el reflejado en medios de comunicación, es muy incorrecto, obvia el aporte integral de la inmigración, que olvida que la debemos la mitad del crecimiento del PIB de los últimos cinco años de “esplendor” y que ha asumido los trabajos más duros y peor remunerados, contribuyendo al superávit de las cuentas públicas; obvia su aporte socio–cultural y ocultan que les necesitamos tanto como ellos a nosotros. Incluso, en no pocas ocasiones, el discurso de algunos líderes resulta bochornoso al afirmar la prioridad autóctona en materia de derechos o al vincular la delincuencia al inmigrante como sempiterno recurso para tapar ineficacias en seguridad ciudadana.

En el debe de las actuaciones institucionales para atajar la emergencia xenófoba hay que significar el déficit de sensibilización preventiva, la escasa ayuda a las víctimas de crímenes de odio, la nula aplicación de la legislación de igualdad de trato, la ausencia de una Fiscalía especial contra el racismo y delitos de intolerancia, la nula erradicación en Internet de las incendiarias webs, blogs y foros que difunden la xenofobia, la permisividad ultra y racista en las gradas de los estadios de fútbol o la aceptación de facto de presencia de grupos que promueven el nazismo y la violencia.

Solidaridad, Ciudadanía y Tolerancia

Hay todo un programa pendiente, ético y humanizado, de solidaridad, ciudadanía y tolerancia frente a la xenofobia, que afirme la igualdad de trato y la democracia inclusiva e intercultural, una apuesta profunda por la justicia social y la redistribución de los recursos entre los más vulnerables frente a la inmoralidad de los que especulan financieramente con las necesidades sociales. Una apuesta por la ciudadanía de todos y por el civismo, porque “nadie se integra si no le dejan”, y una asunción del valor de la tolerancia, entendida según Unesco, como respeto, aceptación y aprecio de la diversidad humana e igual dignidad de las personas.

Solidaridad o barbarie, fraternidad o discriminación, convivencia u odio y violencia por motivos de intolerancia racial, xenófoba, religiosa, cultural, sexual, o por la diversidad social, he ahí el dilema de nuestro tiempo, mientras tanto al calor de la crisis crece e neofascismo causando sufrimiento a los más débiles, a inmigrantes, gitanos y a otros colectivos estigmatizados. Trabajemos la solidaridad ciudadana que reduzca su peligroso impacto y conjurémonos en que no vaya ni un solo apoyo, ni un solo voto, a la xenofobia que debe ser deslegitimada, quizás nuestra determinación obligue a quienes tienen responsabilidad de representación y gobierno a actuar humanizando siempre su compromiso.

 

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