Trasversales
Fernán del Val

Los tiempos están cambiando: música y política en la Transición española

Revista Trasversales número 14 primavera 2009



De un tiempo a esta parte se han venido oyendo voces diversas que comienzan a replantear uno de los axiomas sobre los que se ha construido la democracia española, esto es, la consabida Transición. Desde diferentes perspectivas (la Historia, la Sociología o la Ciencia Política) ha comenzado un proceso de redefinición de la Transición, desde un punto de vista crítico. Si bien han sido varios los conceptos sobre los que se ha comenzado a debatir (la Memoria Histórica, el papel de la derecha y de la Iglesia, la condena de la Dictadura, la idoneidad de la Monarquía…) hay otros sobre los que todavía apenas se ha discutido.
Uno de los sucesos más interesantes que se da en ese periodo que va de finales de los años 70 a mediados de los 80 es el enorme cambio cultural que se produce en este país y que se aprecia sobre todo en los jóvenes. Por cambio cultural me refiero a cambio en los valores y en las creencias, así como a la aparición de nuevas formas de ocio, de expresión y de vivir el cuerpo y la sexualidad, que rompen con el ethos del franquismo. Frente a la Transición planteada desde arriba, cooptada por las elites políticas, algunos sectores de la ciudadanía jugaron un papel fundamental en el cambio cultural desde abajo. Una nueva cultura surgió de la calle, de los barrios, en los que el espacio público volvió a ser tomado por los ciudadanos. Y esa nueva cultura comienza a expresarse a través de la música. El rock fue el estandarte de la contracultura en los Estados Unidos y en Inglaterra durante los años 50 y 60. Aunque España no fue absolutamente ajena a todos esos movimientos, la repercusión del rock aquí fue un hecho a pequeña escala, controlado siempre por la censura. Pero muerto el dictador, la juventud se soltó a vivir la vida a golpes de rocanrol.
El problema es que todos estos hechos se han cubierto bajo el amplio manto de la Movida madrileña, quedándose fuera de los múltiples estudios realizados otros muchos movimientos culturales que coexistieron en la España en transición. Sin entrar en la farragosa discusión de la autoría de la palabra [Fouce (2003), Lechado (2004), Gallero (1998)], lo que parece claro es que el concepto de movida hacía referencia a un movimiento cultural que surgía desde el underground, desde la independencia, y que abogaba por una existencia lúdica y hedonista. A pesar de la singularidad que se le ha atribuido al fenómeno de La Movida, este concepto no es sino una continuación del llamado Rrollo [Ordovás (1977), p. 12.], palabra con la que se recogía todo el movimiento contracultural de finales de los 70 en España. Sea cual sea el concepto que se quiera manejar, lo que subyace es la idea de que entre los jóvenes estaba comenzando a pasar algo, se estaba empezando a mover una generación llena de inquietudes artísticas. Pero, como decía, el estudio y el análisis de estos hechos ha sido absorbido y eclipsado por La Movida madrileña. Pero ni Madrid fue el único centro de esa explosión cultural ni Malasaña el barrio más activo. En esta ciudad el fenómeno fue más acuciado debido al número de población, pero Barcelona ya había tenido en los 60 y 70 una vida cultural muy acelerada y muy ligada a la intelectualidad, que había dado lugar a importantes músicos de rock progresivo/psicodélico como Pau Riba, o grupos de punk como La banda trapera del río, por no hablar de todo el movimiento de la nova cançó. Y es indispensable señalar también el auge del rock-andaluz, que surge a mediados de los 70 con bandas como Smash o Triana, y del que nacieron obras emblemáticas de la música popular española, como el primer disco de Veneno (1977) o La leyenda del tiempo (1979), disco con el que Camarón rompe con el flamenco clásico y funda el llamado “nuevo flamenco”. Y a la sombra de todas esas mezcolanzas aparece también la rumba de los Chichos o los Chunguitos, relatores de las desventuras de antihéroes suburbiales, recogidas en el cine en películas como Perros callejeros o Deprisa, deprisa. Pero, incluso si nos atenemos a los grupos que surgen o se asientan en Madrid, los que se enmarcaban dentro de La Movida no eran los más numerosos. Desde mediados de los 70 los barrios periféricos de Madrid vieron nacer dos movimientos muy importantes, el del rock urbano y el del heavy metal. Grupos como Leño, Topo, Asfalto, Obús, Cucharada, etc, marcaron un antes y un después en la música rock española. En términos cuantitativos estos grupos tenían un peso enorme en la escena musical. Sus conciertos se abarrotaban, llenando campos de fútbol. Sus giras eran apoteósicas, como la que celebraron Miguel Ríos y Leño, en 1982. Incluso algunos grupos, como Barón Rojo, llegaron a girar por Europa y Japón. En el País Vasco el impacto del rock y del punk fue mucho más virulento, surgiendo una escena muy politizada (el llamado Rock Radical Vasco) que también se extendió por Latinoamérica.
Es decir, que La Movida fue una de las diversas escenas musicales que surgieron en esos años. Sin entrar tampoco en el debate subjetivo de qué grupos eran mejores, lo que sí cabe preguntarse es porqué se ha tratado con tanto mimo esa escena musical en concreto y a qué se han debido tantas celebración y conmemoraciones en los últimos años. Para algunos la importancia de La Movida ha residido no tanto en su faceta estética sino en su papel de motor cultural al que hacía referencia anteriormente, por lo que La Movida se ha interpretado como el centro de todos esos cambios ligados a la estética, al ocio, así como a los valores de los jóvenes. Lo que subyace a esto es la idea de la Modernización de España, el intento de mostrar un país (y, sobre todo, su capital) que estaba a la misma altura que Londres, París o Nueva York. Y, sobre todo, la idea de que en España todos los problemas derivados del Franquismo y de la Transición estaban olvidados, este era un país en donde las nuevas generaciones crecían en libertad, dentro de una democracia joven que les ofrecía múltiples posibilidades, ajena a cualquier trauma.

¿Ruptura o normalización?

Otro aspecto a analizar sobre cómo ha sido planteada La Movida es su pretendida singularidad. ¿Estamos ante un proceso de normalización o ante un proceso de ruptura? La Movida ha sido entendida como un proceso único en la música popular española, de singularidad absoluta, lo que ha terminado oscureciendo buena parte de la producción musical anterior y coetánea a La Movida. Esto ha producido una desmemorización de la cultura musical española. Grupos de gran calidad como Los Brincos, Los Salvajes, Lone Star, “Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán” y muchos otros han permanecido a la sombra de los grupos de La Movida. Incluso actualmente, al hablar de la música pop española de los años 80, se utiliza el término Edad de oro, dando a entender que todavía hoy no se ha podido superar la calidad musical de esa época. Pero, además, ¿hasta qué punto supuso La Movida una ruptura? ¿Ruptura con qué? Lo que parece, más bien, es que La Movida, como el resto de escenas musicales de esos años, normalizó la actividad cultural española. Al igual que en los Estados Unidos e Inglaterra en los años 60, la juventud patria adoptó la música como principal medio de expresión y de ocio. Acudir a conciertos o a bares a escuchar música y a beber se convirtió en una de las principales actividades para la gente joven. Estamos, pues, ante otra muestra de la entrada de España en la Modernidad.
Por tanto se hace necesario entender porqué La Movida ha sido promocionada a lo largo del tiempo, tanto por la industria como por los principales medios de comunicación, así como por el PSOE y el PP, frente al rock urbano, al punk o al heavy metal. Esto nos dará muchas pistas para analizar, desde una perspectiva nueva, la Transición. Y para ello es fundamental analizar con más detenimiento dos de las principales escenas musicales: la del rock urbano y el heavy metal y la de La Movida.

El barrio frente a la Modernidad

Tratar de definir dos escenas musicales y buscar una coherencia interna en éstas puede ser una tarea difícil e infructuosa. Aun así, se pueden distinguir algunas características comunes entre varios grupos de música que nos permiten hacer estas agrupaciones. Como ya he señalado, La Movida fue un movimiento amplio y heterogéneo en el que tuvieron cabida propuestas muy diversas, ya fuese en el terreno musical, en el cinematográfico, en la moda, en la fotografía… así que es muy difícil tratar de homogeneizar todo eso. Si nos ceñimos a lo musical, la variedad de propuestas es abrumadora. La Movida fue una coctelera en la que se mezclaron la new-wave inglesa, el punk, el rockabilly, el rock siniestro, el techno, los nuevos románticos, etc [Juan Puchades, “El largo viaje del pop español”, El País, 20-12-2008]. Además, fue un fenómeno que, a pesar de la enorme publicidad que hizo de Madrid, recibió y asimiló las propuestas venidas de toda España. De Vigo llegó el punk de Siniestro Total, de Barcelona el rock de Loquillo y los Trogloditas, de Asturias Los Ilegales, de San Sebastián Derribos Arias, etc. También se han encuadrado en este movimiento a grupos como Mecano, Hombres-G u Olé-Olé, tachados de comerciales por parte de la crítica y del público, y que, efectivamente, tuvieron grandes ventas. Pero si se busca con cierta profundidad la raíz del fenómeno lo que nos encontramos es el núcleo duro de todo ese movimiento, el llamado “grupo iniciático” [Lechado, 2004, Pág. 43], formado por Alaska, Almodóvar, McNamara, Las Costus, Radio Futura, el Zurdo, García-Alix, Paloma Chamorro, Eduardo Haro-Ibars, etc. Aunque su papel fue muy destacado en La Movida, no se les puede atribuir todo el mérito, ya que fue un fenómeno que, hasta cierto punto, reflejó las ganas de vivir de la juventud. Aún así, podemos considerar a algunas de estas personas como creadores de tendencias ideológicas y estéticas que marcaron el devenir de La Movida. El ejemplo más claro es el papel de Eduardo Haro Ibars como intelectual “camp”, que reniega de la política tradicional, centrándose en la política de la intimidad y de la identidad [Fouce y Pecourt (2008)].
Los rasgos fundamentales de La Movida serían:
- Apoliticismo. Frente a la generación anterior, basada en el compromiso político, musicalmente representada por los cantautores, La Movida supone una ruptura con todos esos referentes de la izquierda tradicional. Frente al compromiso de los cantautores, La Movida opta por el disfrute, por la música como ocio y como expresión estética. El músico no debe ser un representante del pueblo, al estilo del cantautor, sino que se debe a su individualidad y a su “genio”. La política es desplazada por unos jóvenes ávidos de diversión y nuevas sensaciones, hasta entonces reprimidas por la dictadura.
- Frivolidad. La Movida propone una producción cultural basada en lo estético y en lo banal, en una trasgresión que se queda en lo superficial, en la búsqueda continua de la modernidad y de lo chic, en una carrera por “estar a la última”, despreciando todo lo que suene a antiguo. La Movida implica también una desmemorización de la cultura musical española, ya que la mayoría de referentes musicales se buscan en el extranjero. También es cierto que algunos grupos de La Movida reivindicaron músicas fuertemente ligadas con el franquismo, como la Copla, a su vez despreciadas por la progresía antifranquista, lo que supone otra manera de marcar las distancias con esa generación.
- Postmodernismo. Algunas de las características ya señaladas inducen a pensar en La Movida como un movimiento esencialmente posmoderno. Tal y como ha señalado Héctor Fouce en su tesis doctoral El futuro ya está aquí, algunos de los elementos constitutivos de la Posmodernidad, desde una óptica cultural, están presentes en La Movida, a saber: escepticismo frente a los grandes mensajes y las teorías generales, deconstrucción de los dogmas y los sistemas establecidos, afición al collage y la mezcla de géneros, aprobación del desorden y la complejidad, escepticismo ante el progreso, falta de interés por la modernización, nihilismo lúdico, hedonismo…
El otro movimiento importante surgido a la sombra de la Transición es el del rock urbano y el heavy metal. La eclosión de estos grupos, algunos de ellos encuadrados dentro del Rollo, es un poco anterior a la de La Movida. Fueron los grandes dominadores del sonido underground (concepto utilizado para diferenciar las propuestas musicales surgidas fuera de las grandes discográficas) hasta los primeros 80, en donde el boom de La Movida desplazó a algunos de estos grupos. Se puede decir que tras el éxito de finales de los 70 del rock urbano serán los grupos de heavy los que “planten cara” a La Movida durante los años 80. A grandes rasgos podemos decir que el rock urbano y el heavy son deudores del hard-rock y del rythm and blues que se popularizó en los años 70 por bandas como AC/DC, Deep Purple y Led Zeppelin, o solistas como Rory Galagher y Eric Clapton. Aunque el rock urbano y el heavy metal son dos géneros musicales distintos, al igual que ocurrió con los géneros que inundaron La Movida, los puntos en común entre los grupos que abordaron estos estilos son bastantes. En España estas músicas calaron sobre todo en los barrios periféricos de Madrid, de donde surgieron diversas bandas de distinto pelaje. Encuadrados dentro del rock urbano destacan diversas bandas, como Leño, probablemente la banda que más ha influido en el rock español. En ella estaba el carabanchelero Rosendo Mercado, figura indispensable del rock urbano, venerado por las generaciones coetáneas y venideras. En Vallecas nos encontramos con un personaje difícil de abordar: Ramoncín. Considerado uno de los primeros punks de España, junto con la banda W.C.? compuso temas realmente transgresores para la época, como Marica de terciopelo, El rey del pollo frito o Chuli. También en Vallecas surgieron dos bandas hermanadas, Asfalto y Topo, que introducían temáticas medioambientalistas y costumbristas en sus canciones. Otro grupo de marcado carácter iconoclasta era Cucharada, cuyas actuaciones eran auténticas performance, en las que el bajista del grupo, Manolo Tena, salía vestido de monja mientras cantaban irónicamente “comprar es la llave de la felicidad” o “Social peligrosidad”.
Entrando en el terreno del heavy hay que mencionar a Barón Rojo, uno de los grupos de rock español más importante internacionalmente. En general las cifras de ventas de los grupos de heavy en España en los primeros años 80 son altísimas, Barón Rojo vendió de su segundo disco, Volumen Brutal, publicado en español y en inglés, cerca de dos millones de copias en todo el mundo, permitiendo al grupo girar por Europa, y llegar incluso a Japón.
No hay que olvidar también algunos grupos que, por diferentes cuestiones, no encajan perfectamente en las escenas musicales presentadas, pero que también tuvieron un peso importante. Un grupo fundamental es Tequila, formado por miembros argentinos y españoles, y que revolucionaron el rock hecho en castellano, a partir de su rock juvenil. Textos directos y explícitos (un poco más de rollo no vendría mal…si no estoy colocado no puedo tocar) que espolearon a otras muchas bandas. De Argentina también llegó Moris, músico más curtido que Tequila y que tendió un puente entre los cantautores y el rock urbano, aunando textos poéticos con el rock insurgente. Incluso el propio Joaquín Sabina, quien siguió un camino parecido, ha reconocido que ese disco le marcó profundamente. Igualmente el músico jiennense, tras sus comienzos como cantautor al uso, comienza a retratar en sus canciones a personajes marginales, como el macarra de Qué demasiao. Del madrileño barrio de La Elipa surgieron Burning, grupo con similitudes a Tequila, que muestra en sus canciones el lado oscuro de los barrios, en donde la droga y la violencia están muy presentes. Por último, señalar a Miguel Ríos, quien a través de su gira “Rock and ríos” (1982) dio un empuje muy importante al rock urbano, interpretando en directo versiones de Moris, Tequila, Burning, Topo y Leño (que además serán teloneros suyos al año siguiente). No es gratuito este guiño del músico granadino hacia este tipo de rock. Ríos ya había introducido temáticas pacifistas y humanistas en sus canciones desde los años 70, y se había significado políticamente como cercano a las posiciones del PSOE. Incluso estuvo preso durante un mes en la cárcel de Carabanchel por consumo de cannabis. Es decir, que Miguel Ríos actuó como bisagra entre la generación de los 60 y la de los 70 a través de un cierto compromiso político y social, aunque de una forma más diluida que la de los cantautores. De nuevo se pueden señalar algunas características comunes a todos estos grupos:
- Compromiso social. Frente al apoliticismo que muestran los grupos de La Movida, el rock urbano y el heavy canalizan el hastío hacia la política tradicional fijando su mirada en los problemas que los rodean. Lejos de abstraerse del contexto histórico y social, las canciones de estos grupos son denuncias de los diversos problemas que ven en sus barrios, problemas a causa de la marginalidad y de la desigualdad social que impregna el Madrid de los 70 y 80. Ya he comentado el tema “Social peligrosidad”, en el que Cucharada critican la conocida ley, o el tema de Barón Rojo “Son como hormigas”, en el que se preguntan ¿Cuándo los gobernantes funcionarán de un modo racional?...Creo que nunca, pues desde siempre nos tocó perder. Y si protestas te acusarán de antisocial. En este sentido se puede entender que el rock urbano recoge en cierta forma las temáticas de la canción protesta de los 60, actualizando las reivindicaciones. Frente al compromiso político y de partido de los cantautores, estos grupos se comprometen con la realidad social que les ha tocado vivir. En palabras del propio Rosendo: inconscientemente, mi forma de pensar es de izquierdas, joder, soy hijo de un zapatero, tenía mis razonamientos por la vida que me había tocado hacer [Babas y Turrón (2003), Pág. 42]. Otro punto de conexión con los cantautores es que, aunque algunos textos del rock urbano pueden ser muy explícitos, en otros casos hay un interés por el mundo de la poesía, por el uso de la metáfora y de la comparación. Incluso los grupos de rock urbano y punk más actuales, como Extremoduro o Reincidentes, han utilizado la obra de poetas como Miguel Hernández o Machado, recogiendo y reivindicando esa tradición de los cantautores.
- Entorno urbano. El apelativo de urbano deviene de la plasmación en las letras de diferentes aspectos relacionados con la ciudad, con la marginalidad, a partir de un cierto costumbrismo. La relación que plantean los grupos con lo urbano es de amor-odio. Por un lado la ciudad es un espacio inhabitable (es una mierda este Madrid que ni las ratas pueden vivir, cantaba Leño) pero a la vez es un espacio que se quiere recuperar, en el que disfrutar. El rock urbano recupera una temática muy propia del folk americano, en el que la crítica a los procesos de industrialización y urbanización no implica una exaltación de lo rural, ya que a lo que se aspira es a convertir la ciudad habitable [Frith, (1981), Pág. 27]. Muchos grupos muestran en sus letras su preocupación ante el crecimiento desaforado de la ciudad, ante los problemas medioambientales que asolan los barrios, como la antiutópica canción de Topo Vallekas 1996. Ligado a lo anterior, en estos grupos podemos percibir una reivindicación de lo barrial. No es baladí que todos estos grupos provengan de barrios obreros de Madrid, espacios en los que los movimientos vecinales de los años 70 habían sido bastante fuertes, y que fueron desactivados por el PSOE. Por tanto hay un elemento importante a la hora de comparar la escena rockera con La Movida: la clase social. No es mi intención la de partir de criterios homológicos [para una crítica a este tipo de planteamientos véase Vila (1996)] a la hora de analizar la relación entre la música, el gusto y la identidad, pero sí que parece plausible que los universos culturales de los miembros de ambas escenas fuesen distintos.


BIBLIOGRAFÍA:
Babas, Kike y Turrón, Kike. La sana intención: conversaciones con Rosendo. Zona de Obras/SGAE, 2003. Fouce, Héctor. El futuro ya está aquí: música pop y cambio cultural en España: Madrid, 1978-1985. Ed. Velecio, Madrid. 2005. Fouce, Héctor, y Pecourt, Juan. Emociones en lugar de soluciones. Música popular, intelectuales y cambio político en la España de la Transición. Revista Transcultural de música, nº12, 2008. Frith, Simon. Sound effects. Youth, leisure and the politics of rock´n´roll. Pantheon Books, New York, 1981. Gallero, J.L. Sólo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña, Ed. Ardora. 1991. Lechado, José Manuel. La Movida. Una crónica de los 80. Ed. Algaba. Madrid, 2005. Keightley, Keir. Reconsiderar el rock, en Frith, Straw y Street (comp.) La otra historia del rock, Ediciones Robinbook, Barcelona, 2006. Ordovás, Jesús. De qué va el Rrollo. Ed. La Piqueta. Madrid, 1977. Puchades, Juan. El largo viaje del pop español, El País, 20-12-2008. Vila, Pablo. Identidades narrativas y música. Una primera propuesta para entender sus relaciones. Revista Transcultural de música, nº2, 1996



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