Trasversales
Uri Avnery

Plomo fundido

Revista Trasversales número 13,  invierno 2008-2009. Uri Avnery es una destacada personalidad del movimiento por la paz israelí.

Textos del autor en Trasversales



Justo después de medianoche, el canal árabe Al Jazeera estaba informando sobre lo que ocurría en Gaza. De repente, la cámara apuntó hacia el oscuro cielo. La pantalla quedó en negro. No se podía ver nada, pero se oía el ruido de los aviones, un zumbido aterrador y espantoso. Era imposible no pensar en las decenas de miles de niños de Gaza que estaban oyendo ese mismo sonido, encogidos de espanto, paralizados por el miedo, esperando la caída de las bombas.

"Israel debe defenderse contra los cohetes que aterrorizan a nuestros municipios del Sur", explicó el portavoz israelí. “"Los palestinos deben responder al asesinato de sus combatientes en la Franja de Gaza", declaró el portavoz de Hamas.
De hecho, el alto el fuego no se ha interrumpido, porque nunca empezó. El requisito principal para cualquier tregua en la Franja de Gaza debe ser la apertura de las fronteras. No se puede vivir en Gaza sin un flujo constante de suministros. Pero las fronteras no se abrieron, salvo unas pocas horas de vez en cuando. El bloqueo por tierra, por mar y aire de un millón y medio de seres humanos es un acto de guerra, tanto como cualquier lanzamiento de bombas o cohetes. Paraliza la vida en la Franja de Gaza: elimina las principales fuentes de empleo, lleva a cientos de miles de personas al borde de la inanición, detiene el funcionamiento de la mayoría de los hospitales, interrumpe el suministro de electricidad y agua.

Los que decidieron cerrar los pasos fronterizos con cualquier pretexto sabían que no hay una verdadera tregua en esas condiciones. Eso es lo principal. Después llegaron las pequeñas provocaciones dirigidas a provocar la reacción de Hamas. Tras varios meses en los que apenas se lanzaron cohetes Qassam, una unidad del ejército fue enviada a la Franja "para destruir un túnel cercano a la valla fronteriza". Desde un punto de vista puramente militar, habría tenido más sentido montar una emboscada en nuestro lado de la valla. Pero el objetivo era encontrar un pretexto para la terminación del aloa el fuego de una manera en que pudiera culparse a los palestinos. Y, de hecho, tras varias de esas pequeñas provocaciones, en las que murieron varios combatientes de Hamas, éste respondió con un lanzamiento masivo de cohetes y  la tregua tuvo el final deseado. Todo el mundo culpó a Hamas.

¿Cuáles fueron los motivos? Tzipi Livni anunció abiertamente que el objetivo era liquidar a Hamas en Gaza. Los Qassams sólo eran un pretexto.
¿Liquidar la dominación de Hamas? Eso suena como un capítulo de "La Marcha de la Locura" [libro de Barbara W. Tuchman]. Después de todo, no es ningún secreto que el gobierno israelí colaboró con el nacimiento de Hamas. Cuando pregunté sobre ello a Yaakov Peri, que fue jefe del servicio de inteligencia israelí, me respondió, enigmáticamente, lo siguiente: "No lo creamos, pero no impedimos su creación".
Durante años, las autoridades de ocupación favorecieron al movimiento islamista en los territorios ocupados. Todas las demás actividades políticas fueron reprimidas con rigor, pero sus actividades en las mezquitas fueron permitidas. El cálculo era simple e ingenuo: en aquel momento, la OLP era considerada como el enemigo principal y  Yasser Arafat era el mismísimo Satanás. El movimiento islamista predicaba contra la OLP y Arafat y, por lo tanto, se le consideró como un aliado.
Con el estallido de la primera intifada en 1987, el movimiento islámico cambió oficialmente su nombre por el de Hamas (iniciales en árabe de "Movimiento de Resistencia Islámico") y se unió a la lucha. Incluso entonces, el Shin-bet no tomó ninguna medida contra ellos durante casi un año, mientras que muchos miembros de Fatah fueron ejecutados o encarcelados. Tuvo que pasar un año para que el jeque Ahmed Yassin y sus compañeros fueran también detenidos.

Desde entonces, la situación se ha invertido. Hamas se ha convertido en el actual Satanás y en Israel muchos consideran a la OLP casi como una rama de la organización sionista. La conclusión lógica de un gobierno israelí que buscase la paz sería hacer concesiones de gran alcance a los líderes de Fatah: fin de la ocupación, firma de un tratado de paz, fundación del Estado de Palestina, retirada a las fronteras de 1967, solución razonable al problema de los refugiados, liberación de todos los prisioneros palestinos. Eso habría detenido el ascenso de Hamas.
Pero la lógica tiene poca influencia en política. Nada semejante ha ocurrido. Por el contrario, tras el asesinato de Arafat, Ariel Sharon, declaró que Mahmud Abbas, su sucesor, era un "pollo desplumado". No se hizo a Abbas la más mínima concesión política. Las negociaciones, bajo los auspicios de Estados Unidos, fueron una burla. En lugar de una liberación masiva de presos, hubo pequeños e insultantes "gestos".
Abbas fue sistemáticamente humillado, Fatah parecía un cascarón vacío y Hamas obtuvo una resonante victoria en las elecciones palestinas, las más democráticas celebradas en el mundo árabe. Israel boicoteó al gobierno elegido. En la lucha interna, Hamas asumió el control directo sobre la Franja de Gaza.

Y ahora, tras todo esto, el gobierno de Israel ha decidido liquidar a Hamas en Gaza,  con sangre, fuego y columnas de humo.
El nombre oficial de la guerra es "Plomo fundido", expresión procedente de una canción infantil sobre un juguete típico de la Fiesta de las Luminarias [festividad judía de 8 días de duración]. Sería más exacto llamarla "Guerra electoral".
En el pasado se han llevado a cabo otras acciones militares durante las campañas electorales. Menájem Begin bombardeó el reactor nuclear iraquí durante la campaña de 1981. Cuando Simon Peres afirmó que se trataba de una artimaña electoral, Begin gritó en su siguiente mitin: "Judíos, ¿os creéis que iba a enviar a nuestros valientes muchachos a morir o, peor aún, a ser apresados por animales humanos con el fin de ganar unas elecciones?". Begin ganó.
Peres no es Begin. Cuando, durante la campaña electoral de 1996, ordenó la invasión de Líbano (operación "Uvas de la ira"), todo el mundo estaba convencido de que lo había hecho para ganar elecciones. La guerra fue un fracaso, Peres perdió las elecciones y Netanyahu llegó al poder.
Barak y Tzipi Livni recurren ahora al mismo viejo truco. En sólo 48 horas los sondeos pronostican cinco escaños más para Barak en el Knesset. Alrededor de 80 palestinos muertos por cada escaño. Pero es difícil caminar sobre un montón de cadáveres. El éxito puede evaporarse en un minuto si la guerra pasa a ser considerada un fracaso por la población israelí. Por ejemplo, si siguen cayendo cohetes sobre Beer Shev o si la invasión terrestre causa numerosas bajas israelíes.

El momento fue elegido meticulosamente también desde otro ángulo. El ataque se inició dos días después de Navidad, cuando los líderes estadounidenses y europeos estaban de vacaciones hasta después de Año Nuevo. Se supuso que incluso si alguien quisiera intentar detener la guerra, desde luego ninguno llegaría hasta el punto de renunciar a sus vacaciones. Así se garantizaba que habría unos días sin presiones externas. Otra razón para elegir ese momento fue que llegaban los últimos días de Bush en la Casa Blanca. De este idiota empapado de sangre se podía esperar un apoyo entusiasta a la guerra, como efectivamente ha hecho. Barack Obama no ha entrado en funciones y ha aencontrado un buen pretexto para mantenerse en silencio: "sólo hay un presidente". El silencio no es buen augurio para el mandato del presidente Obama.

La línea principal es: no repetir los errores de la segunda guerra del Líbano. Esto se repite sin cesar en todos los noticieros y entrevistas. Pero eso no cambia el hecho de que la guerra de Gaza es casi una réplica exacta de la segunda guerra del Líbano.
El concepto estratégico es el mismo: aterrorizar a la población civil con incesantes ataques desde el aire, sembrando muerte y destrucción, sin peligro para los pilotos, ya que los palestinos no tienen armas antiaéreas. Se suponía que si toda la infraestructura vital en la Franja de Gaza era totalmente destruida y se producía una total anarquía, la población se sublevaría y derrocaría al régimen de Hamas, de forma que Mahmud Abbas podría volver a Gaza montado en la parte trasera de los tanques israelíes.
En el Líbano, esa estrategia no funcionó. La población bombardeada, incluidos los cristianos, se unieron tras Hezbolá y Hasan Nasrallah se convirtió en un héroe del mundo árabe. Algo similar ocurrirá probablemente esta vez. Los generales son expertos en el uso de armas y en movimiento de tropas, pero no en psicología de masas.

Hace algún tiempo escribí que el bloqueo de Gaza era un experimento científico diseñado para averiguar hasta qué punto se puede matar de hambre a una población y convertir su vida en un infierno antes de que caiga destrozada. Este experimento se llevó a cabo con la generosa ayuda de Europa y Estados Unidos. Hasta ahora, no ha tenido éxito. Hamas se hizo más fuerte y los Qassams llegan más lejos. La actual guerra es una continuación del experimento por otros medios.
Puede ser que el ejército "no tenga más alternativa", que ocupar de nuevo la Franja de Gaza porque no hay otra manera de detener los Qassams, salvo llegar a un acuerdo con Hamas, lo que es contrario a la política gubernamental.
Cuando comience la invasión terrestre todo dependerá de la motivación y la capacidad de los combatientes de Hamas con respecto a los soldados israelíes. Nadie puede saber qué pasará.

Día tras día, noche tras noche, el canal árabe Al Jazeera emite atroces imágenes de montones de cuerpos mutilados, familiares llorando y buscando a sus seres queridos entre decenas de cadáveres colocados sobre el suelo, una mujer sacando a su hijita de debajo de los escombros, médicos sin medicinas tratando de salvar la vida de los heridos (el canal en inglés de Al Jazeera, a diferencia de su canal hermano en árabe, ha experimentado un asombroso cambio de postura, emitiendo sólo una imagen aséptica y distribuyendo gratuitamente propaganda del gobierno israelí; sería interesante saber qué ha ocurrido).
Millones de personas ven estas terribles imágenes, foto tras foto, día tras día. Estas imágenes quedan impresas en sus mentes para siempre: horrible Israel, abominable Israel, inhumano Israel. Toda una generación convertida al odio. Es un precio terrible, que nos veremos obligados a pagar incluso cuando los resultados de esta guerra hayan sido olvidados en Israel.

Pero hay otra cosa que está quedando impresa en la mente de millones de personas: la imagen de los miserables, corruptos y pasivos regímenes árabes. Desde el punto de vista de los árabes, el hecho más destacado es el muro de la vergüenza. Para el millón y medio de árabes que viven en Gaza y sufren de manera terrible, la única apertura al mundo no dominada por Israel es la frontera con Egipto. Sólo desde ahí pueden llegar alimentos para mantenerse con vida y medicamentos para salvar a los heridos. Esa frontera sigue cerrada en estos momentos de máximo horror. El ejército egipcio ha bloqueado la única vía de entrada de alimentos y medicinas, mientras que los cirujanos operan a los heridos sin anestesia.
De uno a otro confín del mundo árabe, resuenan las palabras de Hasan Nasrallah: los dirigentes de Egipto son cómplices del crimen, colaboradores con el "enemigo sionista" en el intento de quebrar al pueblo palestino. Y se puede suponer que no sólo se refería a Mubarak, sino a todos los otros dirigentes, desde el rey de Arabia Saudita hasta el presidente palestino. Al ver las manifestaciones en todo el mundo árabe y escuchar las consignas, se tiene la impresión de que a muchos árabes sus dirigentes les parecen patéticos en el mejor de los casos y miserables colaboracionistas en el peor.

Esto tendrá consecuencias históricas. Toda una generación de líderes árabes, una generación imbuida de la ideología del nacionalismo árabe laico, los sucesores de Gamal Abd-al-Nasser, Hafez al-Assad y Yaser Arafat, puede ser barrida de la escena. En el ámbito árabe la única alternativa viable es la ideología del fundamentalismo islámico.
Esta guerra es como una pintada sobre un muro que diga que Israel está perdiendo la oportunidad histórica de hacer la paz con el nacionalismo árabe laico. Mañana, podemos encontrarnos frente a un mundo árabe uniformemente fundamentalista. Hamas, multiplicado por mil.
El otro día, mi taxista en Tel-Aviv pensaba en voz alta: ¿por qué no llamar a los hijos de los ministros y de los miembros de la Knesset para formar con ellos una unidad que vaya al frente del próximo ataque terrestre contra Gaza?

3 de enero de 2009



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