Trasversales
Pablo Sánchez

No es la moral. Es el sistema

Revista Trasversales número 13 invierno 2008-2009




Los analistas de la crisis económica están resaltando el comportamiento inmoral de los directivos de bancos y demás empresas financieras. Se hace hincapié en las ganancias millonarias que se llevan, aun cuando quiebren sus empresas o hayan tenido que ser rescatadas por el Estado. Se coloca el punto de mira en la avaricia y en el deseo de lucro de estos personajes, se les señala con el dedo como chivos expiatorios de la catástrofe financiera. Parece como si su naturaleza “malvada” fuera la causa del derrumbe económico.
No parece percibirse que la mayoría de los mortales colocados en una situación parecida se comportarían de igual forma. Es este proceso de aplicar la moral -¿y qué moral? -al funcionamiento del sistema lo que se convierte en una cortina de humo, lo que dificulta el análisis del actual sistema capitalista.

Es verdad que la renumeración de los directivos ligados a los resultados de los balances de sus empresas han facilitado su falsificación y la fabricación de productos opacos,  como se está viendo fraudulentos. Es verdad que hay directivos honestos y deshonestos como entre todos los mortales; sin embargo, es la falta de control la que permite y favorece estos comportamientos. Falta de control de los consejos de administración, pero sobre todo falta de control de los instrumentos reguladores y en definitiva de los Estados. La ideología del mercado libre, de lo negativo de su regulación, ha sido primero teoría económica y después práctica generalizada. En todo el mundo se ha alabado a Greespan, anterior presidente de la Reserva Federal de EEUU, por haber permitido la falta de regulación y la creación de productos que se parecen a la estafa de las pirámides que se está dando actualmente en Colombia. Así se unen prácticas del capitalismo más avanzado con las de etapas más primitivas. En este marco nadie ha puesto límites a los enormes ingresos de los directores, sino que más bien los ha estimulado a partir de las stocks options.

Dejemos en paz la moral, aunque debamos pedir que vayan a la cárcel los que han utilizado su posición para enriquecerse a costa de los demás. Fijémonos en el funcionamiento del sistema: si éste no es corregido, más pronto que tarde se producirán nuevos procesos como el que estamos viviendo.
El capitalismo ya no se estructura a través de capitalistas privados con personas identificables como dueños del capital. Los capitales provienen de millones de personas, los que tienen acciones o fondos o depositan su dinero en un banco, una gran parte de la población de los países desarrollados es propietaria de capitales, claro está que “unos son más iguales que otros” y las diferencias pueden ser abismales. El sistema se mueve buscando mayores ganancias para Gates, para usted y para mí. La búsqueda de mayor tasa de ganancia tiende a hacerse sin restricciones y utilizando todo el planeta como lugar de inversión y de mercado. El sistema no es inmoral, es amoral, como lo fueron otras formas de organización social, así el feudalismo o las tribus de cazadores.

Se trata de fijarse en que la búsqueda de mayores ganancias, que todos queremos, siempre encontrará sujetos dispuestos a buscar nuevas formas de conseguirlas, a traspasar los límites existentes. Auténticos innovadores, estos gestores pueden crear fondos de hipotecas basura, invertir en minas de coltán y producir la guerra del Congo o especular con alimentos hundiendo en el hambre a millones de personas.
Así que el sistema, tanto cuando funciona produciendo crecimiento del PIB, como ha sido hasta ahora, o hundiéndonos en la recesión, es inmune a cualquier consideración moral y a la voluntad de todos de los que giramos en él, sea en lo bajo o en lo alto del carrusel.
Las consideraciones anteriores pretenden señalar que lo adecuado sería cambiar el sistema y lo que produce en su funcionamiento cotidiano: desigualdad, marginación, opresión y pobreza. Si no sabemos cambiarlo, si no hay ideas ni prácticas, en cualquiera de las distintas izquierdas existentes para hacerlo, al menos intentemos controlar sus excesos.

Es por lo tanto esto lo que hay que reclamar ante la crisis actual. Más regulación y normas jurídicas aplicables. Regular los productos financieros, suprimir los paraísos fiscales, limitar los sueldos a los directivos, establecer claridad en las contabilidades de los bancos y empresas, limitar lo más posible los flujos financieros especulativos y gravarlos impositivamente. Se abre un amplio capítulo de posibilidades, sin que pueda esperarse un cambio profundo del sistema.
Hay que tener en cuenta que estos controles no pueden imponerse solamente por los Estados, ni siquiera por uniones como la UE, exigen reformar o construir instrumentos globales. Instrumentos relacionados con la ONU, que tendría que ser reformada dando más peso a los países emergentes, como ha comenzado con el G-20, sea la OCM, sea un nuevo FMI o un Banco Mundial pero con políticas contrarias a las que han practicado.

Se trata de poner lo “político” por encima de lo “económico”. Se trata de poner límites al sistema aunque las ganancias disminuyan. El mercado de competidores libres y con igual información ha sido un mito ideológico, siempre han existido monopolios, oligopolios, potencias con mayor capital e información, siempre han existido sujetos no económicos que incidían en el funcionamiento del sistema: sindicatos, organizaciones empresariales y de productores, ONGs, acuerdos e instituciones internacionales. Exijamos controles democráticos de los Estados en los que esto sea posible. En lo internacional, exijamos mayor peso de los países emergentes y de los que sufren más la catástrofe del funcionamiento habitual, como en África.

Lo político es decisión y aquí puede entrar también la moral, el sistema económico es amoral y autónomo, es independiente de las voluntades de las personas que engloba.



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