Trasversales
Aki Ginory

Holas de Manhattan

Revista Trasversales número 12, otoño 2008




30 de julio. Estoy de vacaciones

15 de agosto. Hi everyone, hoy escribo desde Salem ese pueblecito famosos por sus brujas. Que las pobres ni brujas ni na de na. Aquí todo es verde y lleno de hermosos lagos. Cuántas películas he visto con crímenes por estos parajes, con la querida Shirley Winter que moría en tres maravillosas movies a mano de canallas tremendamente guapos.

He terminado el libro de Fernando Vallejo (el colombiano) La puta de Babilonia. Políticamente incorrecto, pero la verdad es que lo pasé pipa, tiene la mala follá de siempre. Esta noche voy a ver la última de Woody  Allen con la Pe, la Scat y el tremendo Bardem. Veremos que tal.

22 de agosto. Menuda movida lo del avión en Madrid. Pobre gente. Horrible. Love.

24 de agosto. No, Thank you. Hoy mi novio quería visitar en el cementerio la tumba de un buen amigo que murió hace diez años. Como aquí la cosa es muy grande, llamó al cementerio para saber la localización exacta de la tumba y le contestó una voz femenina que le dio la perfecta información y le dijo que esperara un minuto que alguien quería hablar con él. Se puso un hombre, que después de saludarle cordialmente le preguntó: “¿él era muy buen amigo suyo?” Sí, contestó mi novio. “¿Le gustaría descansar eternamente a su lado?”, le dijo el muchacho cariñosamente al otro lado del cable. What!!, dijo mi novio. “Sí, sí, que si quiere un lugar de descanso junto a su amigo podemos hablar de una oferta a buen precio”. No, thank you, dijo mi novio y colgó. Luego corrió a contármelo.
 Yo a su vez le conté que ayer, mientras paseaba por la séptima, ví un precioso osito de peluche en un escaparate de una tienda ultramoderna. Entré y compré el fabuloso oso de tacto sin igual que costaba solamente 5 dólares de nada. Cuando fuí a pagar, el dependiente, un tremendo negro (que todo hay que decirlo), me quería hacer un seguro a todo riesgo por un año para el oso de tacto sin igual, pero de 5 dólares. Le sonreí. Por que yo siempre sonrío a los chicos guapos y le dije No, Thank you.

28 de agosto
. Vengo rendido de ver el famoso Bronx Zoo. Yo, la verdad sea dicha, mi cultura sobre el mundo animal es muy limitada. Sé que el famoso sofá donde se sentaba la familia Salina de Il Gatorpardo en la fantástica película de Visconti era de pura piel de vaca, que el tremendo abrigo de Silvana Mangano en Confidencias era de zorros plateados de Siberia, que el lechal es un corderito que se come en Segovia tostadito y riquísimo junto con el cochinillo, a los que adoro por igual. En fin, las cocochas de merluza, los carabineros, la pijota de Barbate, butifarra de morro de cerdo ampurdanés, incluso el pez cadilla son de mis animales favoritos.
Bueno, pues en el Bronx Zoo hay miles de animales (no comestibles) conocidos y otros para mí un descubrimiento, una jungla en pleno New York, un lugar fantástico para pasar más de 5 horas andando por tierra, colinas y en teleférico como un salvaje.
Luego corrimos a casa con comida china para ver a Clinton (que sigue divino) y Biden que hablaron hoy en la convención demócrata de Denver. Mañana lo hará el Obama de mis tocamientos. Love.

29 de agosto. No sé si de tanto animalillo del otro día me desperté con mucha morriña de mi gato Paco. Me levanté y mientras me preparo un te me zampo casi media tarta del American Cheesecake New York Style y milagrosamente la nostalgia desapareció convirtiéndose en un tremendo dolor de estómago, no sé si por el cake o porque en ese mismo momento mañanil, el peligro McCain (que no tiene nada que ver con las patatas congeladas) anunciaba la buena nueva de quien será su vicepresidenta. Una tal Sarah Palin, miss algo en 1984 y madre de cinco hijos. Guapa muy guapa pero decía algunas cosas que maldije la hora en que me decidí a aprender english. En el estadio de Ohio gritaban como becerros.
Ayer vine muy tarde por que fuimos al Central Park a ver Hair a la fresca, como dicen los NewYorker. Increíble producción, imposible de hacer en mi país, con muchas referencias al problema en Irak, que el mismisimo Bloomber (presente en el teatro) tuvo que tragar trapos y culebras al grito de no a la guerra y Peace now! Love.

30 de agosto. Llamó mi amiga J., una profesora judía jubilada muy Manhattan, para comer en un restaurante español, ahorita mismo lo más fashion en Tribeca. A mí no me gusta mucho el rollo de Tribeca aunque ahora esté viviendo en el centro de él. Es un lugar lleno de restaurantes y tiendas caras con mujeres de piernas interminables y hombres con sonrisas tan blancas como una casa encalá en Vejer de la Frontera para feria. Donde corren por las calles hombres de cuerpo Ben Hures y chicas de melenas brillantes. Los gordos nunca corren. Están como yo, ocupado en ir a tiendas de cocina que en Manhattan son de ensueño. Creo que tengo una fantasía semierótica (creo), me gusta mirarlas cómo andan por la calle de adoquines imperfectos llevando sandalias de tremendo tacón alto, con vestidos ajustados por encima de la rodilla y bolsos diminutos donde sólo les cabe una muda de lentillas. De seguro que Lana Turner y muchas otras tuvieron la culpa de mi mal.
Bien, pues el lugar español era un local bonito (dicen) con diminutas velitas, apenas podías ver con quien salías a cenar esa noche y mucho menos la comida, donde lo más español eran unas olivillas mexicanas picantes como la chingada de su madre. Albóndigas dignas de cualquier casa de comida madrileña y vinos todos italianos. Por supuesto, todo muy caro pero con mucho estilo. Fashion total
Me metieron a ver el musical de Mary Poppins. Todo el tiempo que duró el show estuve con pena de no tener 10 o 12 años (y eso que a mí las infancias no me gustan ni un pelo, por lo menos la mia) pero el musical de Mary Poppins es bellísimo, del nivel maribel, que dirían en Moratalaz. Mucho mejor producción que Gypsy. Unos de los musicales más increíbles de todos los tiempo junto con West Side Story y My Fair Lady, pero la histriónica de Patty LuPone (haga lo que haga siempre será la eterna Evita) lo machaca y entre todos consiguen hacer una cosa retro y aburrida. Hace 3 años vi a Bernardette Peters en el mismo papel de Rose y salí del teatro cantando por Times Square el legendario You never get away from me.
 Ahora tengo que dormir un poco porque mañana temprano voy a un partido de béisbol. Otra vez al Bronx, al estadio de los Yankees que juegan con no sé qué equipo del Canadá. Me pienso hinchar de hot dogs y Root Bear. Como la mismísisma Carrie Bradshaw en Sex and the City. Dicen que lloverá.

2 de septiembre. El peor hot dog de New York se vende en el mismísimo Yankees estadio. Horribles. Eso sí, la cerveza me vino muy bien con el bochornazo que ha entrado en la city en este long weekend, porque aquí el lunes es labor day (nuestro 1 de Mayo) y las tiendas ya anuncian rebajas increíbles para ese día. Los Yankees perdieron por los pelos y el partido duró unas 5 horas de intensa emosión y griteríos, animados por una pantalla que nos avisaba cuando podíamos aplaudir o hacer ruido, gritos, pitadas como auténticos gamberros mientras comen como si fuera el último día de la creación. Un  desahogo como otro cualquiera, dice un jovencito gordo pero con dientes perfectos, que está a mi lado que no ha parado de comer y beber en las últimas 3 horas sospechosos batidos de diferentes colores que huelen a los ambientadores de los cines de mi infancia. Además, tuve un bonito problema con 2 camareras que me pedían mi DNI para venderme una cerveza. Os lo juro.
Ahora luzco una camiseta azul marino, con el número 5 que fue el número de Joe Dimaggio, marido de la malograda Monroe que, según cuentan, hasta su muerte en 1999 mandaba una rosa roja a la tumba de la guapa actriz. Un detalle, ¿que no? Me voy a Long Island a pasar el weekend y ver familia.

3 de septiembre. Aquí, cuando hay Long weekend a todo hijo de vecino les encanta hacer brunch, es como saltarse el desayuno y comer prontito que diría mi amigo extremeño. Lo ideal es buscar un sitio idílico, barato y con buena comida. El lugar elegido por nosotros es una encantadora granja alejada de ruidos y civilización, lo justo donde puedan prepararme un Blody Mary en condiciones para sentirme good. Como siempre, la comida es copiosa y arramplo con una ensalada de berrys pasando por un salmón Teriyaki glaze a una crema de mango al chocolate. Todo bañado por Blody Mary jodidamente hot. Otros eligieron Mimosa que no tiene más misterio que el agua de Valencia sólo que con muy mal cava que ellos llaman champenge con la boca llena.
Pasar dos días con la familia en cualquier parte del mundo te machaca la médula, hay que tener cuidado con eso y dosificarse. Así que volvemos a Manhattan.
La city esta disfrazada y preparada para el Open of USA. Mis amigas profesoras me cuentan que gracias a su trabajo de maestras ahora podrían ganarse la vida como escaparatistas o decoradoras de interiores. Me explican el trajín de una teacher cada año cambiando la decoración de la clase de navidad a san valentin’s day a semana santa, día del padre, de la madre, 4 de julio, Chanuka, Haloween. Todo esto sin contar los Puerto Rico day, Jamaica day and miles de especial day. Pues esta city para mí es como estas pobres profesoras jubiladas. Un sin vivir. Me voy a Brooklyn a dar un paseo.

4 de septiembre. Hoy tengo free time todo el día. Eso quiere decir que me iré por Manhattan más solo que la una pero más contento que las castañuelas de Lucerito Tena.
Desayuno en la galería comercial más bella de cuantas han visto estos occis. Chelsea Comercial es una obra de arte llena de lugares para comer y divinas tiendas de cosas para cocinar. Una pena no visitarla si vienes a  New York.
En Christopher street, en pleno barrio gay donde se originó el movimiento en un 28 de junio de 1969, el día que murió Judy Garland, entro en mi tienda favorita, llena de cachibaches temáticos y saludo al cubano que hace tres años me vendió una pareja de novios para una tarta de ídem, regalo a unos buenos amigos en Madrid para su enlace. “My sister!”, me dice Elfredo (con E), me llama hemanita porque sus abuelos eran de Canarias., “¿Cómo le anda?” Fine, digo yo que quiero practicar mi english cueste lo que cueste, en esta city cada vez es más difícil hablar el idioma de Britney Spears, con la cantidad de hispanos que hay. Pero él nada. “¿A que se casó usted ahorita?”, me dice muerto de envidia por nuestra  situacion en España. Aquí prontito la cosa hace plas, haciendo con la boca el sonido que sigue con sus manazas gigantes mientras mira al techo y toditos get married como en la madre patria. ¿Que no?
Luego nos enrollamos hablando del deseo llamado Obama (en español, porque Elfredo es tenaz) y me voy al Metropolitan a ver una exposición de Turner. Dicen que es muy grande. Me da pereza porque andar por Manhattan es lo mejor. Pero voy. Esta noche habla abuelita Palin. Love.

6 de septiembre. Hoy he estado en Polonia, Hungría y Kiev en sólo 4 horas, además sin la máquina del tiempo me transporté a los años 20 y 30 del siglo pasado. Sí, aquí en pleno Coney Island, en el interminable bulevar con el mismo nombre, existe un barrio con el nombre de Flatbush donde conviven hispanos, rusos, chinos y un gran número de familias judías religiosas. Tremendo. Mientras me como un regula de chocolates que compramos en uno de estos establecimientos típicos judíos, expongo mi opinión a un amigo y le digo que aparte de no creer en Dios, odio todas las religiones y si fuera mujer con más razón que un santo. El judío mira al cielo.
En pleno agosto con un calor bochornoso que ha tardado en llegar a esta city como es su costumbre. Estas pobres chicas de 13 a 17 pasean con recatadas rebequitas azul marinas o grises, falda hasta los tobillos y medias tupiditas no vaya ser que la cosa se desmadre. Y las afortunadas casadas de 20 ó 21 que ya tienen que ponerse pañuelos, gorritos o pelucas (toma morbo) aparte de pasear a 3 ó 4 churumbeles del brazo y carrito a la vez. A su lado la vida pasa como si nada.
El  Coney Island Bulevar, una de las arterias más grandes de América (me lo han jurado), lleno de tiendas rusas, chinas, judías, españolas y un sin fin de culturas. Llega hasta la mismísima playa que ahora quieren convertir en un lugar para pijos, cuando siempre fue un referente del disfrute de la inmigración pobre de New York. Primero dijeron de tirarlo todo y ahora han indultado a su famosa noria y montaña rusa toda de madera. Caminante, si vas, no olvides nunca comer los mejores hot dogs del mundo en Nathan’s. La cola es larga, así que no te asustes, pero oye, la mar de ricos. Love

7 de septiembre
. Ayer me avisaron que hoy entraría en New York el huracán, aquí ya tormenta tropical Hanna. Todo el mundo se preparó para que el agua y el fuerte viento no entrara por los sótanos y prevenir inundaciones o tragedias mayores. Yo en esta city he vivido en situaciones diversas dos fenómenos metereológicos. Una vez en navidad justo el día de ella una inmensa nevada, histórica dijeron los periódicos, cubrió Manhattan de una forma rápida. Una preciosa estampa que contemplé desde mi apartamento con todas las ventanas abiertas porque la calefaccion es de lo más salvaje, lo mismo que con los acondicionadores, glacial es poco. Yo tengo varias chaquetitas de verano para cuando voy a comprar al super o al cine. Terrrible. Bueno, el caso es que Hanna entró y de qué manera. Me pilló en la calle 34 haciendo las últimas compras (esto se acaba); quien conozca la calle 34 entre la 5 y la 8 avenida sabrá que el gentío es continuo, pues eso con viento que no te deja abrir los paraguas y una lluvia como cubos de agua en cada gota (que por cierto la lluvia que cae es caliente, caliente que diría la Carrá), no se ve na de na, sólo quieres correr a cualquier refugio que tenga techo sólido a poder ser. La humedad dispara los termómetros y dilata mis poros.
Menos mal que me pilla en la city. A mí el campo, lo que se dice campo, como que no lo idolatro cómo se merece. Yo prefiero siempre en situaciones extremas la ciudad. Un escaparate, tiendas de todo tipo, una cafetería son mis refugios, en fin que a mí me gustan los barrios y calles con tiendas, como dice un amigo. Me siento más seguro. Dónde va a parar.
El caso es que aquí no se amilana nadie y quieren que salga a cenar porque es Saturday night y por más que les digo que mira la que está cayendo, nada. Almas de cántaros esta gente.
Notición de last minutes: el modelo de gafas de Sarah Palin, se dispara en ventas. Gente. Love

8 de septiembre
. Para mi last night in the city nos vamos a Arturo’s, un restaurante club de jazz en el Greenwich Village, que fue frecuentado por muchos gansters, con una mijita de modernidad e intelectualidad  por todas partes. Nada más entrar veo a dos mozalvetes que se meten entre pecho y espalda un gigante chicken  parmigiana con pasta. Me muero de envidia no sólo por su insultante juventud de cuerpos fibrosos sino porque pueden meterse eso y tener un tipazo de aupa. Mi endocrina me dijo que a partir de las 8 de la tarde jamás. Nunca, pero que nunca pasta y lo dijo con una subida de ceja que ya oía la sirena de la ambulancia llevándome a la Concha en plena hora punta en la M30 madrileña.
A la salida, para bajar el Parmigiana (porque lo mismo es el chicken lo que los hace fibrosos) nos fuimos a Virieros, una pastelería en el East Village. Donde la mismísima Madonna hace cola para llevarse a la boca un Canoli de chocolate o Vainilla. Tan pesados como riquísimos.
Andábamos hacia la casa, pasando por las calles semi-oscuras, porque en Manhattan las farolas están en las esquinas y la calle se ilumina por la luces de los escaparates. Soho, con sus tiendas de marcas elegantísimas, Chanel, D&G, Armani (aquí este señor es tan venerado como la Macarena por los sevillanos), las ratas corrían alegremente cruzando las aceras como Pedro por su casa, unos bichos enormes del tamaño de mi gato y cualquiera que conozca a Paco sabe lo hermoso que lo tengo. Love.

10 de septiembre. Dejo Manhattan con pena. Dejo la ciudad que se prepara para un otoño electoralmente caliente. Ahora mismo, McCain aventaja a Obama en 5 puntos, aunque en la city Barak Obama sea el clarísimamente favorito.
Dejo a Javier Bardem en la portada del New York Times Magazine anunciando que el nuevo hombre es antimoda. Está algo más dulcificado pero bellísimo. Una pena, porque a este muchacho le pasa que cuanto más canalla, mejor.
Aquí en la isla ahora mismo hay tres nombres españoles de mode. Uno es Salvador Dalí, por la maravillosa exposición en el MOMA sobre Dalí y el cine. Penélope Cruz y las buena críticas recibidas por la última de Woody Allen suena a nominación de Oscar (dicen). La verdad es que en Vicki, Cristina, Barcelona, hace un trabajo difícil dotando de simpatía a una neurótica, oscura y tremendamente sexy pintora. Allen vuelve con el eterno mito del Don Juan. La peli se ve bien y tiene el añadido de ver a Patricia Clarkson,  que siempre es muy gratificante. Y el último, Rafa Nadal. Todo el mundo quiere al joven tenista. Vuelvo al foro.

11 de septiembre. Ya estoy aquí. Todo me parece muy medieval y Cervantino. Viva el Art-Deco!!
 

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