Trasversales
Leo Bassi

A propósito del I Concilio Ateo. Carta abierta  a Toledo

Revista Trasversales número 8,  noviembre 2007, versión electrónica

Texto tomado de la web de Leo Bassi

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Hace unas semanas, fui invitado por los responsables de la Federación Internacional de Ateos (FIdA) a participar en un congreso titulado Primer Concilio Ateo, que tenía como objetivo tratar de la posición de los ateos y del ateísmo en la sociedad española de hoy. Me encantó la propuesta y acepté representar una parte de mi espectáculo La Revelación como clausura del evento. La ciudad elegida por esta interesante iniciativa era Toledo y las fechas previstas eran el 9, 10 y 11 de noviembre de 2007.
Poco tiempo después, los mismos responsables me llaman para comunicarme que el Alcalde socialista de la ciudad había tomado la decisión de no permitir el alquiler de una sala de conferencia municipal para el evento por razones de "orden público", dejando así en la incertidumbre la posibilidad de celebrar el congreso. Se me informa también de que una de las razones para el singular acto de censura era la inclusión de mi actuación en el programa de los actos. De hecho al día siguiente, en ciertos medios de comunicación de la ciudad- los mismos que el año pasado habían organizado una campaña de descalificaciones contra mi participación en un festival de teatro- vuelven a la carga amplificando la noticia.
Lo que más me molesta de toda esta historia es que los comentaristas más hostiles a mi espectáculo "La Revelación" claramente no lo han visto, pero sí se permiten opinar sobre su contenido propagando mentiras y calumnias por razones políticas que no tienen nada que ver conmigo. Hace ya tiempo que me he acostumbrado a esta mala fe, pero siempre es una lástima si estos juegos sucios consiguen manipular la opinión y la imagen que la gente se hace de mi mensaje.

La buena noticia ahora, es que el Concilio Ateo se va a hacer en un nuevo lugar con un cambio de fecha. Será a principios de Diciembre y se va a poner todo el esfuerzo en que sea un espacio abierto al debate y al diálogo. Yo personalmente estoy dispuesto a hablar de todo y me ofrezco a cualquier entrevista con cualquier representante de la prensa. Quiero que en esta ocasión la gente me conozca de verdad y que puedan hacerse una idea directa y sincera de lo que me motiva en la vida. Por eso he aprovechado este espacio para hablarles directamente a ustedes, habitantes de Toledo, y darles algunas pistas para entender quién soy y por qué estaré presente en el Primer Concilio Ateo.
Primero: mi participación al acto es de forma enteramente altruista y en ningún momento he pretendido dinero por mi actuación, ni siquiera para mis gastos. Creo profundamente en una sociedad laica y apoyo con fervor cualquier manifestación que pueda fortalecer la presencia del laicismo en nuestra sociedad. Soy, sin lugar a dudas, idealista y siempre he intentado vivir lo más posible de forma coherente a mis principios. Es el aspecto de mi personalidad que más les cuesta aceptar a mis detractores.
Puede sorprender a algunos que no me conocen pero lo que me mueve fundamentalmente es mi tradición familiar. Vengo de una familia de Circo y desde hace 150 años recorremos el globo buscando los aplausos del público popular. Siento un enorme orgullo de pensar que por mis venas corre la sangre de equilibristas, acróbatas, domadores y payasos. Gente aventurera de clase baja - el nombre mismo Bassi significa en italiano "los Bajos"- que no dudaron en dejar todo para seguir un sueño imposible: ganarse la vida haciendo soñar a los demás. Un privilegio que se consigue a golpe de osadía, de imaginación y más que todo de obstinación frente a las adversidades. Un trabajo físicamente muy duro, que también templa el carácter.

Difícil describir lo que se siente desmontando una carpa de cientos de metros cuadros de noche en invierno bajo la lluvia después de haber hecho tres funciones y dormido dos horas... Yo mismo he conocido esta vida desde mi infancia y durante años he trabajado con mis padres como malabarista-antipodista, El Trío Bassi, exhibiéndonos continuamente por medio mundo. He tenido, incluso, mi propio pequeño circo con el que he podido comer, viajar y ver crecer a mis hijos sin pedir nada a nadie. No deja de ser extraño pensar que los que más me critican lo hacen en nombre de la tradición y de los valores familiares cuando estas dos cosas son la fuente de mi vida.
Si hablo de estos detalles biográficos, no es porque busco vuestra simpatía. Mi único deseo es disipar todo malentendido sobre la sinceridad de mis acciones. Que exista quién no esté de acuerdo con mis ideas, lo puedo entender perfectamente porque nunca he buscado el consenso a la hora de expresarlas. Pero cuando me juzgan por algo que no soy, cuando me atribuyen intenciones que no tengo y más que todo cuando me desacreditan para no enfrentarse honestamente a los ideales que defiendo, las reglas de la justa discusión se rompen y se despierta en mi el viejo espíritu luchador de toda mi estirpe.
Así pues, un aviso a mis opositores: Yo estoy siempre abierto al diálogo y dispuesto a discutir sobre cualquiera de mis posiciones porque esto me hace crecer y aprender, pero si se usa la mentira y la deslealtad como armas, encontraran en mí un adversario implacable. No os dejéis engañar por las apariencias; nosotros, los payasos, tenemos una voluntad de hierro. Soportar las risas y el ridículo durante generaciones fortalece el patrimonio genético y puedo aseguraros que lo del payaso triste es un mito que hemos inventado nosotros para suscitar cariño entre el público. He conocido a muchos payasos con mala leche, pero triste ni uno.

Pero antes de volver al Concilio Ateo, una última precisión. Sé, por experiencia, que cuando hablo de sinceridad y nobles intenciones hay quién me echa en cara mi larga temporada en la televisión en España. La principal acusación a la que estoy acostumbrado es el haber sido un mercenario, un sinvergüenza dispuesto a cualquier locura e indecencia para enriquecerme. Contestaré sinceramente a esta acusación.
La razón por la que he participado en estos programas era porque tenía la esperanza de poder llevar el espíritu bufonesco a un nuevo público y salvar así a los payasos del olvido. A lo largo de mi vida había asistido al declive del Circo y más que todo a la dramática erosión del papel del payaso en la sociedad. De las cumbres del pasado, cuando los Reyes de la Pista eran celebridades que representaban el alma rebelde y anticonformista del pueblo, no quedaba nada. Por eso, apartar la figura del payaso de la imagen cansada del pasado buscando su esencia libertaria se convirtió en una auténtica misión y así, nació este hombre escandaloso de carácter divertido que no tenía ningún límite para sus extravagancias.
A pesar de las apariencias, nada era espontáneo y cada una de mis breves apariciones -más de 70 en total- era minuciosamente estudiada con muchas horas de preparación. Dentro de los límites del estilo, el resultado tuvo mucho éxito y mi contrato fue renovado hasta el día en que yo mismo decidí rescindirlo. Una decisión tomada cuando finalmente me di cuenta de que la televisión no podía ser el lugar para difundir el antiguo mensaje rebelde. El payaso necesita la magia de la actuación en directo para desarrollar todo su potencial vital. Sus espectáculos son rituales que la televisión no puede reproducir. Muy al contrario: en la pantalla todo se banaliza, las emociones se diluyen y la vida se transforma en algo vacío de contenido. He tenido que actuar dos años en televisión para entender la importancia del concepto de ritual. Creo que ha sido la cosa más útil que me ha pasado ahí. Desde entonces, nunca más acepto actuar en programas televisivos y, si de vez en cuando salgo en la pantalla, es solo para tertulias y entrevistas.
No sé si he logrado aclarar mi posición en este asunto pero os puedo asegurar que mi respuesta ha sido sincera. Y ahora volvamos a lo esencial.

Todas mis acciones tienen un único punto de origen: defender el patrimonio cultural y filosófico del mundo circense que mis padres me han dejado en herencia. Hasta mis provocaciones más controvertidas no tienen otra matriz.
Es evidente que esta afirmación puede suscitar incredulidad en muchas personas vista la imagen pacífica y poco polémica del circo actual. Pero el problema es que lo que nos queda hoy del gran espectáculo popular tiene muy poco que ver con su realidad histórica. En el siglo diecinueve, en su apogeo, el circo encarnaba todos los ideales de los grandes movimientos revolucionarios. Era el símbolo mismo de todas las modernidades frente al "viejo régimen" y el público entusiasta saludaba los logros de los malabaristas, acróbatas y otros artistas de la pista como victorias de la voluntad humana sobre el oscurantismo. Era también un lugar de divulgación científica donde la gente acudía para quitarse de encima la lastra de las supersticiones. En pocas palabras: era el Templo mismo del Laicismo y por eso castigado con vehemencia por las autoridades eclesiásticas de la época.
Aquí nace la inspiración de "La Revelación", mi último espectáculo que en Toledo ha provocado tanta reacción. Es una vuelta a la fuente misma de los orígenes espirituales de mi familia y del ateísmo militante que empujaba a muchos de ellos a dejar la seguridad de la vida sedentaria para lanzarse a esta increíble epopeya.
Lo que afirmo no lo he leído en ninguna tesis universitaria, es la historia que mi abuela me contó personalmente de cómo su padre, Giovanni Bassi, dejo de ser sastre para crear "El Gran Circo Toscano".
El recuerdo del bisabuelo ha estado siempre muy presente entre nosotros por la fuerza de su personalidad y su trayectoria humana.

Combatiente por la unidad de Italia al lado de Garibaldi, antipapista y anticlerical feroz, progresista convencido y acróbata de fama internacional. Su aventura empieza cuando de muy joven en Florencia se aficionó a practicar deporte: sólo podía hacerse en gimnasios clandestinos donde se compartía el ideal humanista de una mente sana en un cuerpo sano. Hoy resulta difícil imaginar que practicar un deporte pudiera ser ilegal en Italia, pero así era. El miedo a ver a la clase obrera liberarse de sus cadenas sociales y religiosas y encima gozar de mejor salud era una de las odiosas razones, además de considerarse peligroso también para el orden los fuertes lazos humanos que se forjaban en los juegos de equipo. Por eso, hace ciento cincuenta años un salto mortal en la pista era un acto revolucionario y la libertad de viajar de la gente de circo era una conquista profundamente desestabilizadora para el poder. Mi antepasado permaneció fiel a esta lucha a lo largo de toda su vida y supo transmitir estos valores fundamentales a sus herederos.
Eso es quién soy y la llama encendida por Giovanni Bassi arde con la misma intensidad en mi corazón. Pero hay más. El espíritu del circo trasciende la conciencia política y lleva a experiencias existenciales más complicadas. Cuando uno pasa días enteros ensayando un paso con unas pelotas o un salto en el trampolín, intentando superarse a sí mismo, se llega a una rara percepción de la materia, de las energías que nos rodean y principalmente a un íntimo conocimiento del equilibrio. Los malabares o la acrobacia no son una habilidad manual: es un estado mental. Un ritual interior que nos proporciona un absoluto dominio sobre el espacio físico y mental. Una experiencia nietzschiana que transforma al ser y nos revela un universo donde la voluntad es capaz de todo.
Esta fuerza está dentro de mí por los largos años de una durísima disciplina de malabarista y es ella la fuente de mis convicciones ateas como lo fue para los fundadores del circo moderno.

Ultima reflexión antes de la conclusión. Me hace mucha gracia el nacimiento del nuevo circo Price de Madrid. Construir hoy un circo en un edificio permanente es una enorme inversión de dinero muy arriesgada vista la poca presencia y hábito que hay de esta forma de entretenimiento en nuestra sociedad. Sospecho que detrás, sin que se haya dado mucha publicidad al asunto, hay razones en cierto modo ideológicas para justificar tal derroche de dinero. No me extrañaría que los que han tomado la decisión de realizar el nuevo Price pensaran en un proyecto para promocionar valores sanos en favor de una política familiar basada en la tradición y el orden. Me puedo equivocar profundamente pero hay un regusto Opus Dei o Legionarios en todo este proyecto.
Qué ironía pensar ahora, con todo lo que acabo de decir, que esta gente ha edificado una Catedral Laica en el corazón de Madrid. Un monumento en honor al ateísmo erigido por las mismas personas que han dedicado sus vidas a luchar contra esta idea. El viejo bisabuelo Bassi se está descojonando en su tumba... No deja de ser muy curioso que hasta hoy el mayor éxito de público en este lugar haya sido con un excelente espectáculo llamado “El Circo de los Horrores”, donde el personaje principal era un divertidísimo Nosferatu. Todo un símbolo.

Toledanas y toledanos, si me he permitido dirigirme directamente a ustedes con este largo discurso sobre mi personalidad y mis finalidades es porque atribuyo mucha importancia a vuestra ciudad. He tenido siempre una gran pasión por la historia y el pasado ilustre de la antigua capital de España no me deja indiferente.
Pero sobretodo, lo que me conmueve de Toledo es su prodigiosa aventura espiritual. Tres culturas o, mejor dicho, tres universos intensamente conscientes de su rivalidad han encontrado en sus calles y plazas un momento único de convivencia. Por estas razones el haber podido actuar el año pasado con “La Revelación”, o el participar este año en el primer Concilio Ateo, son, para mí, eventos cargados de muchos significados y sinceramente me molestó mucho que algunos hayan querido manipular a la opinión pública en mi contra, creando una falsa impresión de mis intenciones.
La fuerza de Toledo ha sido su capacidad de ser un cruce de personas y de opiniones, y los que intentan cerrar la ciudad a todas las opiniones que no comparten demuestran no entender nada de su belleza y de su dignidad. En mi opinión, amar Toledo es auspiciar la celebración de discusiones, debates e intercambio de puntos de vista sin miedo a la controversia. Amar Toledo también es aceptar los desafíos filosóficos y cada uno defender sus ideales con los argumentos de la inteligencia. Estaré presente en diciembre en el Concilio Ateo con el profundo deseo de vivir plenamente el significado de Toledo.
Gracias por haberme acompañado hasta aquí.


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