Trasversales
Joan Lluís Montané

El arte, un compromiso individual y colectivo

Revista Trasversales número 7,  verano 2007

Joan Lluís Montané es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte

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En la sociedad actual, dominada por los mecanismos del dinero, el arte emerge como uno de los baluartes de la conciencia individual y colectiva, un espacio desde el que el creador va más allá del mercado, para situarse ante su conciencia.
Está claro que el mercado del arte se basa en la dinámica social y económica, pero, fundamentalmente, en el compromiso individual y colectivo del artista, emplazado mucho más allá de cualquier pretensión materialista como punto de proyección de su legado.
No existe arte sin compromiso porque constituye una expresión cultural, artística, espiritual y esencial, más allá de los límites del juego de mercado, en los que se mueve en diferentes direcciones.
Hay artistas que se encuentran en el mercado, integrados en el circuito de galerías, ferias, marchands y críticos de arte. Pero no todos los artistas pueden destacar, aun a pesar de que creadores significativos, a nivel de calidad y originalidad, acceden al ‘triunfo’. Existen otros, de igual calidad y formación, que no lo hacen porque hay mecanismos que les impiden ser. Es decir que, si se apuesta en determinados medios por un grupo de creadores determinados, que suben continuamente de cotización, que siguen una línea ascendente, que exponen en museos y galerías de todo el mundo, también es verdad que existen otros artistas, de igual valor, con una obra digna, original y sensacional, que poseen otro tipo de suerte. Artistas que suben y bajan del mercado, acceden y se alejan, se cotizan y luego, dejan de cotizarse, para volver a acceder.  Esta irregularidad de resultados les impide triunfar. Asimismo, dentro de este grupo de creadores, existen otros que, por mala suerte, mala gestión, desgracias de la vida, se ven relegados de los mecanismos. Mientras que, asimismo, conocemos  creadores plásticos  que, por su propia idiosincrasia, no quieren entrar en el mercado, se limitan a exponer de vez en cuando, a enseñar su obra en el taller o estudio, pero se niegan a dar el siguiente paso. Hay otras opciones mixtas, también creadores que, desde sus inicios, los han apoyado para triunfar y consolidarse, pero que, otros, por simple mala suerte, todo ha cambiado para ellos.
El mercado está cada vez más organizado, por lo que, no hay tanto margen para la sorpresa como ocurría antes.
En nuestros tiempos, los jóvenes valores son seguidos y apoyados, o bien seleccionados cuando empiezan a destacar dado que hay más oportunidades y una organización más eficiente. Pero esto no es suficiente, siempre hay una criba, por diversas razones, de tipo artístico, pero también una selección según línea o bien la aparición del azar que mediatiza la suerte final.
El creador independiente, que no sigue una determinada línea, que posee una actitud coherente consigo mismo pero no sigue al mercado ni sus propuestas, difícilmente entrará en sus mecanismos de manera natural o éste se interesará por él.
Lo verdaderamente importante, tanto con respecto a los artistas que se encuentran dentro del mercado, como en relación a los creadores que no están en él, cuando en ambos casos están dotados de calidad y creatividad, es que siguen un compromiso, primero individual y luego colectivo. Ya no es cuestión de suerte, contactos, amigos, calidad u oportunidad, sino que el artista, es decir, el creador con obra de innegable calidad y originalidad, en primer lugar tiene que tener claros sus objetivos, saber hasta dónde quiere ir, sus ideas y coherencia, para, luego, decidir.
La vida es un juego pero hay que saberlo jugar. No basta con participar, sino entender cómo se hace y por qué.
Hay artistas comprometidos social y políticamente, a nivel individual y colectivo, que se encuentran dentro del mercado y otros que no lo están. Aquí la diferencia está en que la formación, actitud y pensamiento de dichos profesionales, se adscriba a una determinada dedicación a una dinámica plástica precisa, que posea el sello de calidad y también de originalidad.
Aquí no se trata de sorprender al mercado, de innovar para vender, sino de crear obras que sean coherentes con el pensamiento de uno mismo, que bebe del néctar de los Dioses, que se conecta con aquellas regiones espirituales que fluyen con serena elegancia y belleza de la magmacidad del uno.
A mi entender es más válida la capacidad de compromiso del artista consigo mismo y la sociedad que un creador que se preocupe todo el tiempo por acceder a los mecanismos de mercado, aquellos que nos impiden crecer porque lo pragmático se convierte en un error que hace sonar la alarma y esto es propio de una sociedad situada en la anécdota.
El arte es un compromiso, en primer lugar, individual, en el que el creador, con sus conocimientos y técnica desarrolla su creación. Pero, por otra parte, también posee un compromiso con su verdad, con su búsqueda de la verdad, aunque se defina anti-verdad, anti-sistema o bien un creador que no le interesan los estereotipos. Al fin y al cabo siempre estamos hablando de la verdad de cada uno. Y buscar la verdad en el arte es ser consigo mismo, es establecer el camino de la comprensión y el conocimiento. Un sendero que se basa en la honestidad, en ir más allá de los límites que impone el mercado, que atiende, a veces, no sólo a la calidad y originalidad, sino también a las condiciones idóneas de mercado y de una cierta especulación, que no por esto significa que sea adecuada.
La realidad del arte contemporáneo se fundamenta en la dinámica de la creación individual de los creadores y artistas plásticos, asimismo en el mercado, también en el interés económico de inversores concentrados en proyectar y consolidar la obra de determinados artistas.
El creador de hoy apuesta por el discurso individual, que, a la vez, es colectivo, porque toda acción está incardinada en un proceso global universal.
El arte es un compromiso individual y colectivo. Individual, porque el artista posee una inteligencia, corazón, alma, mente y espíritu singulares, en permanente cambio, en un proceso de conocimiento continuo. Colectivo, porque toda aportación individual posee un alcance colectivo, dado que contribuye a enriquecer la dinámica de la propia existencia, la fuerte de toda verdad. Una actitud que se corresponde con la dinámica del universo, verdadera  interacción entre el macro y el microcosmos.
Pero el papel del artista, al igual que el del intelectual, debe ser de libertad, manteniendo una actitud al margen de partidismos, dado que la creación plástica es universal y como tal, su verdadera función es la de ir más allá de los estereotipos, exhibiendo la fuerza de la libertad en un contexto complejo o simple, pero sin colateralidades ni adscripciones a una determinada filiación. Solo así su obra será pura, al margen de contaminaciones que lo único que conducen es a situaciones en las que el arte se convierte en actor secundario.


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