Trasversales
Lois Valsa

The Queen

Revista Trasversales número 5,  invierno 2006-2007


 
Algún día también le pasará a usted
(Consejo de la reina a Blair)

Después de la magnífica película de Ken Loach reseñada en el número anterior de esta revista, y como si de una segunda entrega “británica” se tratase, apareció esta estupenda película del director Stephen Frears. Ambos, Loach y Frears, junto con Mike Leigh, conforman esa gran “tríada realista” que tan bien conecta con la fértil escuela documentalista de los años treinta en Inglaterra. En esta película hemos pasado de la tragedia irlandesa de Loach (y de su guionista habitual Paul Laverty) a la “comedia” inglesa de Frears (con un excelente guión de su colaborador habitual Peter Morgan). Este inteligente director de clase media tiene la rara habilidad, y en pocas ocasiones decae el nivel, de variar continuamente de registro aunque su visita más habitual, al igual que en el caso de Ken Loach, sea a la clase obrera de su país, para él la más vital. Lo declaró en su momento en Cannes: La clase obrera está llena de vitalidad. Ejemplos de ello son La camioneta y Café irlandés. Sin embargo sus películas más curiosas son las que hizo en los ochenta sobre la inmigración en Londres: Mi hermosa lavandería y Sammie y Rosie se lo montan y, más recientemente, Negocios ocultos. En The Queen, por el contrario, vuelve, pero ya sin distancia en el tiempo y en el espacio, a la atmósfera cortesana de Las amistades peligrosas.
Los productores de la película, junto con Frears y Morgan, ya se habían acercado al tema de esta pelicula con The Deal, un drama para televisión sobre Tony Blair, Gordon Brown y el “Nuevo laborismo”. ¡Había tenido un gran éxito! Esta experiencia anterior y tan cercana del equipo de rodaje hizo que los productores pensaran de nuevo en el dúo Frears y Morgan para hacer otra película, esta vez para la gran pantalla, sobre algún hecho contemporáneo de la sociedad británica. Este dato, que creo que no se ha aclarado suficientemente, podría explicar muchas de las virtudes de esta película, entre otras, que por cierto a mí me dejó asombrado, la capacidad de sintetizar en hora y media la enorme documentación de que disponían. De esa manera, su preciso guión se centra en los pocos días de mayo de 1997 que median entre la elección de Blair como primer ministro laborista y el entierro de Lady Diana Spencer (“Entre su muerte, en mortal accidente en París, y su funeral”, nos precisa Morgan); al tiempo que la acción espacial se sitúa entre Balmoral, el retiro escocés de la monarquía, y la calle como expresión del dolor ante la muerte de la “princesa del pueblo”, que fue como la llamó Blair.

La idea de la película, muy bien transmitida con las imágenes, era reflejar una familia real tan anclada en la tradición que era incapaz de romper con el protocolo para afrontar la tragedia de la muerte de Diana; y mostrar una monarquía asida a la Tradición frente a la propuesta de democracia “modernizadora” de Blair que con el tiempo ha acabado, como se ha visto en la política real, en agua de borrajas. El guión acabó así siendo una historia sobre la constitución, el liderazgo y el equilibrio de poder entre el primer ministro y la soberana, aunque, hasta cierto punto, Blair acabe salvando el futuro de la familia real al hacerla satisfacer las demandas de los medios modernos y de la opinión pública. “La película es sobre el conflicto entre el viejo y el nuevo mundo. Sobre la tradición, que ha sido fuente de fuerza y a la vez de debilidad en este país”, sintetiza por su parte Frears. Metafóricamente, se enmarca entre dos rotundas frases: una, de cuño shakeaspeariano, es “Inquieta vive la cabeza que lleva una corona” de la obra Enrique IV; y la otra es el último consejo que la reina le da a Blair (“algún día también le pasará a usted”) con el que le adelanta su futuro que, por cierto, se ha cumplido bastante al pie de la letra.
Todo el material de la película ha sido investigado, ensamblado incluso con imágenes de archivo, milimétricamente, siguiendo el esquema de The Deal, aunque haya escenas fabricadas como la del ciervo. En estas cuestiones Morgan y Frears encajan de maravilla porque Frears es un director-guionista de gran rigor intelectual. Incluso Michel Sheen, quien hace de Blair, ya había hecho también un buen trabajo en The Deal. Todo el reparto acabó centrándose con la elección de la gran Helen Mirren como “reina” ya que ella era la reina del drama en Inglaterra. La actriz confiesa con humildad cómo se dejó asesorar por Sheen. El resto del reparto, elegido con mucho tacto y cuidado, también está muy bien. ¿Con tan magníficos ingredientes cómo podía salir mal la película? Además, lo confesaba Frears en la presentación, aún sorprendido por la buena recepción que ha tenido en Inglaterra, se había dejado muy claro que no había detrás una “agenda” republicana. Sin embargo, el hecho de encarnar a la reina en una mujer de andar en bata de casa, en vez de simplemente como soberana con cetro es nuevo en Inglaterra por lo que la forma de tratar al personaje podía haber resultado bastante controvertido.
En su brillante descripción sicológica de personajes políticos, mostrando sus equipos de trabajo cuya labor queda muchas veces oculta en la realidad, la película roza a veces el tema muy sicoanalítico de la reina como “madre de todos los ingleses”. A veces con sutil ironía, a veces con cierto sarcasmo, siempre con una seriedad que contrasta con los tabloides amarillistas, Frears y su equipo hacen una viva y fiel disección de esa fósil monarquía en trance de extinción. Una realeza amenazada como el ciervo de Balmoral que al final tendrá que tragarse su propio protocolo para poder sobrevivir. Por cierto, cuando la reina ve el ciervo al que tratan por todos los medios de cazar los cortesanos, ¿llega a sentir verdadera compasión humana hacia el animal o simplemente se ve ella misma reflejada en la especie asediada? Frears aceptó con humor la irónica broma que le lancé de que la reina es en el fondo “la madre de todos los ingleses”, sutilmente de él también, que es la que usa también la mujer de Blair de cara a su marido. A Blair le acaba pudiendo su madre “simbólica” y por ello trata de salvarla de ella misma; y a Frears en el fondo quizá también. Ni Blair ni Frears tenían “agenda” republicana detrás.

Algún crítico ha señalado, con cierta razón, algunas insuficiencias de la película como la humildad de la puesta en escena, lo cual por otro lado puede verse como mérito, al servicio de los actores, o el tópico final de “compasión humanitaria” hacia la reina de lo que parecía que iba camino de llegar a ser una sátira. Creo que lo que en la película se acaba haciendo es desviar la ridiculización de la monarquía hacia Blair al que el director considera un “traidor” al que de ninguna manera traga por su política en general y desde luego por la invasión de Irak. Pero, para muchos, para mí desde luego, la reina, la que a partir de ahora van a tener en su retina, será ya la reina cinematográfica quien al final ha podido, simbólicamente, a la real. En ese sentido, en la película, ¡la reina ha sido destronada! (en broma también le pregunté si Helen Mirren no había venido a la presentación porque ya estaba sustituyendo a la reina). Al igual que el “imaginario emocional” de Lady Di pudo al fin y al cabo al de la monarquía. Quizá esa “ficción simbólica de destronamiento” nos compense de la “fallida” sátira a la monarquía, desviada también -Carlos no sale muy mal parado- de la reina hacia el arisco rey. De todas formas, “los poderes” acaban digiriendo todas las críticas. ¡Y en España es por el momento impensable esta película! ¡Nos queda el cine y el sicoanálisis!


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