Trasversales
Carmen Ollé

La poesía es un derecho humano:
la palabra de Carmen Ollé

Revista Trasversales número 5,  invierno 2006-2007

CARMÉN OLLÉ (1947, Lima). Escritora, poeta y activista feminista peruana. Autora de Noches de adrenalina, Todo orgullo humea la noche, Las dos caras del deseo, Pista falsa, Una muchacha bajo su paraguas...  Fue directora del Centro de Documentación sobre la Mujer de Lima. Actualmente es una de las impulsoras del espacio Demus, Estudio para la Defensa y los Derechos de la Mujer.
Poemas publicados con autorización de Carmen Ollé


 
¿Quién te ama, Mishima?

La rutina, esa enemiga si tú y yo
caminamos de la mano
o si tú y yo nos sentamos en un café
a filosofar
  filosofía de viejos harapientos
marido y mujer al fin y al cabo,

en la Martinica vivió Juan del Diablo
pasé mis años adolescentes en una embarcación de vela
como la de él
la oreja pegada a la radio,
has bajado los párpados cansada de oírme
el mismo tema,

fue Morita –entonces digo- el discípulo, quien le
asestó el golpe de gracia ¿sabes? Fue un mal golpe,

voces extranjeras se confunden con los
rugidos de las olas
ninguna es como tú, ninguna alcanza
tu pequeñez, querida... y
cómo odio ese sol
a las tres de la tarde
tus ojos vuelven a caer
son los de un dios tibetano.

¿Fue sólo el vino lo de aquella vez? ¿Lo crees?
¿Sólo el vino? Acaso fuera el vino
y sólo eso...
pero cada botón de tu blusa era uno menos y uno más
como me gusta
una tanga negra entre tus piernas
un poco sucia
como me gusta

y ya no era yo sino otra
en la goleta de Juan
en la mismísima isla de mi infancia
el sol ya se había ocultado como ahora
las brujas bajaban a mi dormitorio
a recoger los papeles regados
el diablo duende escondido en el empotrado
detrás de la cortina
de noche
mi desidia ha de arrancarte mil dudas
cualquier elipsis por la que mi entendimiento
huye hacia la nada oscura
te hace daño a ti que has vuelto
de la traición al mar,

cruzas el mar con el jeep y cada ola
te hace soltar una carcajada purpúrea
los cabellos llenos de arena
la ropa pegada al cuerpo,
pendes de la absoluta ilusión.
Otra ola más, gritas, llena de dicha
me acerco desde la orilla y trepo
olvidada.

¿Qué viajeros, qué poetas se perdieron
en el tiempo, los océanos, los médanos
las hogueras encendidas
el sable en alto,
Morita?


Suburbio

Aquélla, la más perversa nunca amó.
Se enredó en mis brazos entre sábanas. Sabia,
los pies hacia la puerta...
Irascible, su único defecto  era su única virtud,  
al placer amó más que al dinero,
a una cicatriz
que a un collar de perlas.  
Yo que frecuento las tabernas cerca al mar
sé que ella piensa en Lautréamont
- nombre desconocido -
y en la melancolía de un atardecer gracioso
como un ojo vaciado.


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