Trasversales
Alfonso Goñi Comendador

Las derrotas pírricas

Revista Trasversales número 5,  invierno 2006-2007




 
Los 68: París, Praga, México
. Carlos Fuentes. Editorial Debate

Las revoluciones del 68 en París, Praga y México fueron en realidad fracasos pírricos, es decir, derrotas aparentes cuyos frutos sólo pudieron apreciarse a largo plazo: derrotas pírricas, victorias aplazadas.
Así explica Carlos Fuentes en su libro Los 68 los movimientos estudiantiles del mayo francés, el socialismo con rostro humano de la primavera de Praga o la matanza de Tlatelolco en México.
En el 68 coinciden hechos, movimientos y personalidades inesperadas y separadas en el espacio. En Francia, la juventud parisina representa la insatisfacción con el orden conservador, capitalista y consumidor. La primavera de Praga no combatía al sistema comunista, lo humanizaba, lo democratizaba y lo socializaba. En México es la demanda democrática o revolucionaria, el movimiento mexicano proviene de una matriz más nacional que internacional. La represión en México representa la ruptura entre la legitimidad revolucionaria que salvó Lázaro Cárdenas y la evidencia contrarrevolucionaria de las prácticas represivas y antidemocráticas de los gobiernos posteriores. Como el mayo parisino, como la primavera de Praga, el 68 mexicano fue, al cabo, derrotado.
El escritor mexicano que conoció de primera mano los tres hechos históricos, se plantea varios interrogantes: si éstas fueron las consecuencias visibles, inmediatas, de esos tres movimientos del 68, ¿cuáles fueron sus consecuencias inesperadas y perdurables?
En Francia, un partido socialista renovado surgió del movimiento de mayo. ¿Se hubiera renovado el socialismo y desprestigiado el comunismo en Francia con o sin los eventos del mayo parisino del 68? ¿Se habrían derrumbado el poder soviético y la satelización de la Europa central sin la primavera de Praga del 68? ¿Hubiese transitado México del sistema autoritario monopartidista a un sistema democrático pluralista sin el sacrificio terrible del 68 en Tlatelolco?
En 1968 Carlos Fuentes participó en estos movimientos antisistema protagonizados por los jóvenes, desde la posición intelectual que le proporcionaban sus 40 años, y defiende que pudieron ser las primeras revoluciones del mundo industrial frente al conjunto de revoluciones del tercer mundo, en países neocapitalistas o neosocialistas.
El crítico intelectual mexicano, describe por separado los tres episodios históricos. “Y esto es lo primero que hay que comprender sobre la revolución de mayo en Francia: que es una insurrección no contra un gobierno determinado, sino contra un futuro determinado por la práctica de la sociedad industrial contemporánea”. “Los adoquines se convirtieron en el medio de comunicación de masas. No es una revolución privativa de Francia, sino un movimiento sin nacionalidad y sin fronteras”.
Analiza que no hubo una sola profesión que no hubiera sido sometida a crítica y proyectada hacia el porvenir por sus propios miembros, súbitamente conscientes de que la revolución consiste en asumir libremente responsabilidades concretas dentro de cada círculo de trabajo, sacudirse las tutelas administrativas abstractas.
Constata que “Checoslovaquia estaba madura para pasar al reino de la libertad, la democracia social podía surgir de la sociedad civil y jamás de la tiranía burocrática. Porque socialismo y libertad son inseparables. La dictadura del proletariado a menudo ha significado la dictadura sobre el proletariado”.
Relata con detalle cómo la sociedad socialista empezó a ocupar los espacios de la burocracia comunista. La planificación central cedió iniciativas a los consejos obreros, el politburó de Praga a las organizaciones políticas locales. Se tomó la decisión fundamental: dentro de todos los niveles del partido, la democracia se expresaría a través de sufragio secreto, primero era necesario establecer la democracia en el partido y esto es lo que la URSS no estaba dispuesta a aceptar.
Suscita interés el viaje que realiza a Praga con Cortázar y García Márquez; su amigo Milán Kundera define al socialismo democrático de Checoslovaquia como un intento de crear un socialismo sin una policía secreta omnipotente, con libertad para la palabra dicha y escrita, con una opinión pública cuya existencia es reconocida y tomada en cuenta, con una cultura moderna desarrollada libremente, y con ciudadanos que han dejado de tener miedo.
Asegura que no ha modificado ninguna palabra de sus antiguos textos y toda la trilogía respira un aire reflexivo e interrogativo. Y con su compromiso político y social que le distingue recuerda la frase demoledora de Aragon: nosotros, que vivimos toda nuestra vida para el porvenir.

Valencia, 18 septiembre 2006



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