Trasversales

Wu Ming 4

Las rutas de los cantos de Europa

Revista Iniciativa Socialista (primera época de la actual revista Trasversales), número 69, verano 2003. Texto del colectivo Wu Ming (http://www.wumingfoundation.com). Traducción  de Iniciativa Socialista, sobre el texto publicado en italiano en L'Unità, 24 mayo 2003. Los textos de Wu Ming se publican bajo la fórmula de copyleft, permitiéndose su libre reproducción por cualquier medio siempre y cuando su circulación sea sin ánimo de lucro y esta indicación se mantenga. La misma fórmula se aplica a esta traducción.



La canción de Palos

Este viaje podría iniciarse con un "Érase una vez...", para colocarse en el tiempo del mito o, como diría un aborigen australiano, en el tiempo de los sueños. Es la historia de un viaje "cantado", que comienza en Palos, una puerta que no se abre hacia el océano sino hacia la tierra, en el rincón más extremo del continente inexplorado.
Palos, en una región denominada "Landa-hlôz", de un pueblo emigrante que en la noche de los tiempos alcanzó ese lugar: los visigodos. Landa-hlôz, Al-Andalus, como fue rebautizada por los nuevos emigrantes conquistadores que llegaron de las montañas azules situadas al sur, al otro lado del estrecho.
 La primera etapa es una ciudad sobre un río, capital de uno de los reinos más florecientes de toda la historia. Córdoba, patria de soberanos ilustrados y de grandes intelectuales, allá donde vivió y nació uno de los más grandes filósofos del medievo. Se llamaba Abu al-Walid Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd, más conocido como Averroes. Su interpretación de Aristóteles, del que durante siglos fue considerado el comentador, hizo nacer una escuela, el averroísmo, y sus textos fueron traducidos al latín y copiados en los monasterios de todo el continente. El averroísmo sostenía la unicidad del intelecto para todo el género humano, negaba la inmortalidad del alma individual en favor de la inmortalidad del mundo, reivindicaba la autosuficiencia de la filosofía en lo que se refiere a la felicidad terrenal del ser humano. Averroes era ibérico, de origen árabe, musulmán, librepensador. Murió en Marrakech en 1198.
A su lado, inmortalizado en una estatua situada en la judería de Córdoba, se alza otro gran pensador, Abu Imram Musa ben Maimun Ibn Abdalá, más conocido como Moshé Maimonides, ibérico, árabe, de religión hebraica, bilingüe, librepensador. Sus textos fueron traducidos al latín y proporcionaron su pensamiento a la historia del continente. Es considerado como el más importante pensador hebreo del medievo. Murió en Egipto en 1204, tras haber sido médico personal de la familia Saladino.
Las mezquitas de Córdoba, transformadas en catedrales, increíble fusión arquitectónica de dos mundos, son el símbolo de un phylum ideológicamente roto, pero que puede ser reconstruido estudiando la historia del pensamiento y de la cultura.
Pero el viaje apenas ha comenzado. Debemos recorrer muchos kilómetros hacia el noreste para llegar a una gran ciudad, asomada sobre el Mare Nostrum. Sus habitantes nos cuentan otra historia, la de un noble condottiero africano, Amícal Barca, que vino desde Túnez y fundó una ciudad a la que dio nombre: Barcelona. Era el año 230 antes de Cristo. El hijo de Amílcar Barca, Aníbal, atravesó la península ibérica con un ejército, para amenazar al más poderoso imperio de todos los tiempos.
Siguiendo la canción de Aníbal, que en nuestra imaginación lleva el ritmo del paso de los elefantes, proseguimos nuestro viaje, para llegar a una tercera y gran ciudad: Masilia [Marsella], donde también encontraremos inmigrantes, y esta vez las etnias, los idiomas, las culturas, las músicas, serán innumerables y tan entrelazadas que se hará imposible distinguirlas. Marsella, fundada en el 600 antes de Cristo por marinos griegos procedentes de la colonia de Focea, en Asia Menor. Una colonia asiática.
Desde entonces, nunca ha cesado de producirse y reproducirse el mestizaje. Los piratas sarracenos enseñaron a los provenzales que de la corteza del alcornoque se podían obtener tapones para las botellas. Invención que los vinicultores locales supieron aprovechar muy bien.
Para proseguir nuestro viaje, tomemos prestada la canción de una sección de los milicianos republicanos, para marchar "en defensa de la patria", una patria que está allá donde se levantan las tiendas, allá donde nos lleva la canción. Y la canción, no por casualidad, nos lleva a Niza.
Allá, en Niza, año 2000, tiene lugar una cumbre que lanza la Carta europea de derechos. En esa ocasión, los Tute bianche ("petos blancos") italianos se propusieron llevar a la ciudad francesa aquellos artículos que creían debían ser los tres primeros de la Carta. Las tres pancartas fueron detenidas en la frontera de Ventimiglia, junto a los manifestantes. Decían más o menos lo siguiente.
I) Son ciudadanos europeos todos aquellos que han escogido vivir y permanecer sobre territorio europeo, provengan de donde provengan.
II) Todos los ciudadanos europeos, sea cual sea el trabajo que desarrollen, tienen derecho a una renta que les permita llevar una existencia libre y digna.
III) Europa repudia y se opone a la guerra, sin condiciones, en cualquier parte del mundo.
Inevitablemente, la canción sigue su marcha hacia Génova, en la Piazza Alimonda, pero no exclusiva ni principalmente para conmemorar a los mártires. Elegiremos ese lugar en tanto que punto de Arquímedes, por ser el agujero negro en el que se intentó hacer naufragar al movimiento global. Y ya que no lo consiguieron, la canción de Génova no es triste, sino, más bien, una pieza de Frabrizio De André tocada a ritmo punk rock, que habla de quien ya no puede estar con nosotros pero también de la multitud que corrió a salvar la piel de tantos otros y les permitió salir de la trampa. Es la canción de un salvamento y de un rescate.

La canción de Cork

El inicio de la segunda canción tiene como escenario una gran hambruna, en 1848, que diezma la población de una isla y la obliga a emigrar. La isla es Irlanda y la ciudad de Cork es el punto de partida. En 1588 llegaron a estas costas, tras su derrota, las naves con los sobrevivientes de la Armada invencible, la flota del rey de España. La historia dice que algunos ya no se fueron de allí. Y aunque tuviesen nombres cristianos, en sus venas corría también la sangre de Averroes.
Y ahora nos presta su canción Michael Collins, para llevarnos hasta Dublín, año 1916, donde los irlandeses se sublevan contra el poder colonial inglés y darán comienzo a la batalla por la independencia. "Ha nacido una terrible belleza", escribió el poeta Yeats. El viaje prosigue hasta Belfast, ciudad ocupada, ciudad de intifada y guerrilla, pero en la que hoy se intenta salir de las pesadillas para reapropiarse de un futuro posible. Y después atravesaremos el estrecho para llegar a Liverpool, donde escucharemos los relatos de los obreros, nos detendremos un instante ante un sótano en el que, en la noche de los tiempos, cuatro jóvenes que no sabían tocar asaltaron el cielo de la cultura pop y lo desgarraron. Prosigamos hacia el corazón de la mayor de las islas.
Cerca de Nottingham, si logramos limpiar un mito de todas las incrustaciones procedentes del merchandising hollywoodiano, quizá podamos encontrar aún una alegre banda de rebeldes, guiados por un tal Robin Hood. Las canciones inspiradas en su gesta nos conducirán hacia el sur, a los condados de Kent y Essex, donde su fundirán con la balada de John Ball [uno de los líderes de las sublevaciones campesinas de 1381 en Inglaterra], una de cuyas estrofas más famosas dice: "Si todos descendemos de un padre y una madre, Adán y Eva, ¿cómo pueden los señores afirmar o demostrar que ellos son más señores que nosotros, si no es haciéndonos labrar y cavar la tierra para poder gastar todo cuanto nosotros producimos?".
Y llegamos a la ciudad de Londres, donde por primera vez en la historia del continente un pueblo cortó la cabeza de su rey. En enero de 1649 los ingleses establecieron que quien manda sólo puede hacerlo en favor del pueblo, nunca en contra. Pero nos desplazaremos más al sur, hacia los suburbios. Pasaremos primero ante una pequeña iglesia en la que, en 1647, los portavoces del ejército revolucionario de Cromwell exigieron entrevistarse con su propio Estado Mayor y explicaron a los altos oficiales que si las clases más humildes eran buenas para combatir contra el rey también debían tener derecho a votar. Dos años más tarde, algunas brigadas del ejército que iban a ser enviadas a Irlanda para reprimir la rebelión católica se amotinaron y se negaron a zarpar. Arriaron la bandera con la cruz de San Jorge y colocaron sobre sus sombreros una maravillosa escarapela verde mar. Un verde sólo un poco menos intenso que el de Robin Hood.
Después, podríamos desplazar el ancla algunas millas y aparecer sobre la Colina de San Jorge, en Surrey [condado situado en el extremo sur de Londres], donde el 1 de abril de 1649 un grupo de campesinos comenzaron a labrar la tierra en común, rechazando la propiedad privada de la tierra y los cercados que la hacían inaccesible. Por eso motivo fueron denominados "los zapadores" [The Diggers]. Y con esta canción en los labios atravesaremos el estrecho para alcanzar el continente.
La siguiente etapa será París, donde otro rey, que sin embargo ya no era rey sino un simple señor Capeto, perdió la cabeza, literalmente, por haber vendido a su pueblo. De la canción de París, coro a mil voces, escogeremos quizá una, joven y tonante, la voz de un imberbe revolucionario llamado Louis de Saint-Just, que un día de 1789 dijo: "ha nacido un nuevo sentimiento en Europa: la felicidad".

La canción de Estambul


La tercera canción parte de una ciudad fronteriza entre dos continentes. Una frontera tan enrarecida como numerosos son los nombres de la propia ciudad:  Estambul, Constantinopla, Bizancio.
Podría ser la canción de un retorno, el de un joven cristiano, robado por los dominadores otomanos por medio del devçirme, el tributo que, entregando a una parte de sus jóvenes varones, Bosnia pagaba al Imperio turco. Jóvenes que eran llevados a Estambul, convertidos e incorporados a la carrera militar, diplomática y administrativa. Durante los siglos XVI y XVII, nueve grandes visires fueron de origen bosnio. Por tanto, nuestra canción habla de una compenetración secular.
Y nos lleva a Sarajevo, para hablarnos de guerra. Pero en esa ciudad escogeremos una canción diversa, cantada en una lengua arcaica. El canto dice que el término serbocroata "hrvat" (croata) no es una palabra eslava. Deriva del antiguo iraní y significa "amigo". La palabra serbocroata "serv" (serbio) también deriva de un viejo término iraní, "charv", que unido al sufijo "-at" produjo la palabra "Hrvat": croata. Serbios y croatas son la misma cosa, o bien dos tribus eslavas con castas dominantes iraníes que penetraron en los Balcanes procedentes del norte del Cáucaso.
Con la canción de los amigos nos movemos hacia Budapest y Praga. Y la canción será la canción del final del "sueño" soviético. Pero no es solamente eso. En Praga, en un pequeño salón de te perfumado por éste desde hace largo tiempo, al que, según se dice, Franz Kafka acudía a meditar, quizá escuchemos otra historia, la del rector de la Universidad, Jan Hus, que un siglo antes que Lutero predicó contra la venta de las indulgencias y el enriquecimiento del clero a costa de las clases más pobres, y que por ese motivo fue quemado en la hoguera.
Algunos de sus discípulos, obreros, artesanos, campesinos, se fueron a una montaña, a la que rebautizaron como monte Tabor, y proclamaron el sacerdocio universal y la igualdad de todos los seres humanos, dando inicio a una revolución que ha atravesado diversas vicisitudes pero que desde entonces se ha mantenido inconclusa.
Primavera de 1521, precisamente en Praga. Thomas Müntzer predicó sus teorías más fuertes, que pasaban por encima de las de Lutero e incendiaban los ánimos de las clases más humildes, dando lugar al primer intento de una revolución moderna.
Caminando por las calles de la ciudad, podremos toparnos con un muro descascarillado en el que se puede entrever un viejo escrito satírico, pintado en 1968 por estudiantes de la misma univesidad que Hus: "Hasta el final con la Unión Soviética... ¡pero ni un segundo más!". Treinta y dos años después, en una clara jornada de septiembre, cortejos procedentes de todo el mundo asedian la cumbre de la OMC y del Banco Mundial, marcando una etapa en el nacimiento de un nuevo movimiento. Allí estaban otra vez los carros blindados y también hubo batalla. Pero estas ideas, que han atravesado los siglos, han vuelto a moverse por el continente.
Pasando de canción en canción, de estrofa en estrofa, procedentes de tres vías diversas, podríamos reencontrarnos en un casual epicentro del continente. Una ciudad medieval construida en la segunda mitad del siglo XX. Legoland [parque de atracciones con reproducciones a escala de numerosos edificos], pero en escala 1:1. Nuremberg.
Aquí, el viento no transportaría canciones, sino ecos lejanos de masas marchando al paso de la oca y concentraciones oceánicas ante un cabo que fue pintor de paredes. La ciudad aniquilada por las bombas es reconstruida tal como era. Quizá sea el emblema mismo del mecanismo psicológico de rechazo. El acto que sancionó tal rechazo fue un proceso, también una farsa dado que los vencedores que habían ya aplastado a los vencidos podían marcar jurídicamente su propia victoria e inaugurar una nueva fase de destrucciones. Sin embargo, el principio que guiaba a aquellos jueces era el de colocar fuera de derecho los crímenes contra la humanidad cometidos en la historia. Un principio interesante y ciertamente actual.
Tres hipotéticos viajeros, reunidos finalmente allí, cada uno con su repertorio de canciones, se sorprenderían pensando que el tribunal más legítimo es el de la historia. La historia, hecha siempre desde abajo, por la multitud de actores de reparto en constante movimiento. Y que es ante este tribunal ante el que querrían ver procesados a los criminales de guerra, vencidos o vencedores.
Con esta conciencia y esta determinación, con esta nueva canción, reanudarán el camino, a lo largo de las rutas de las cantos de Europa.

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