Trasversales
Luis M. Sáenz

Los tiempos pueden cambiar

Revista Trasversales número 31  febrero 2014 web

Textos del autor en Trasversales

Versión breve publicada en revista papel




Desde mayo de 2010, de forma cada vez más agresiva, una aristocracia económica, política y dinástica empeñada en aumentar su riqueza, su poder, sus privilegios y su impunidad, ha aprovechado la crisis, que ella y su sistema crearon, para destruir o deteriorar la calidad de nuestras vidas, los salarios, las pensiones, la sanidad, la vivienda, el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad, la educación, el empleo, los derechos laborales, los servicios públicos, los derechos políticos y civiles, el entorno urbano, rural y costero. Es un proyecto de duradero desmantelamiento social en beneficio de una oligarquía. La insistencia del actual Gobierno en la "próxima salida" de la crisis, discurso con el que Rajoy sustituye los "brotes verdes" de Rajoy, pretende ganar tiempo y atraparnos en una ilusión que nos desmovilice mientras ellos siguen destrozando vidas.

Un plan tan antisocial y agresivo no puede llevarse a cabo de manera democrática. Están configurando un nuevo régimen sociopolítico, similar al actual en cuanto a sus instituciones pero vaciado de derechos sociales y políticos. Han puesto en marcha un proceso constituyente desde arriba para imponer un régimen de dominación acorde con la violencia de su proyecto de empobrecimiento social. Ese "golpe de Estado" desde el Estado mantendría el mismo cascarón institucional oligárquico, con su monarquía parlamentaria, quizá su "bipartitocracia", su pacto constitutivo entre los poderes económicos capitalistas, las élites políticas y la dinastía reinante, pero transformando el contenido efectivo de nuestras vidas cotidianas, la constitución material de la sociedad, rompiendo los "consensos sociales" implícitos, configurando un sistema legislativo más aún a la medida de sus intereses e, incluso, si la resistencia social no lo impide, podrían dar más pasos atrás en cuanto a la Constitución escrita, como el que dieron, a espaldas de la sociedad y contra ella y contra la democracia, con la modificación en septiembre de 2011 del artículo 135 de la Constitución.

El mayor obstáculo a ese plan es la resistencia social. Nos hemos indignado, hemos resistido, hemos iniciado, sin saberlo al comienzo, un proceso constituyente social desde abajo, en el que estamos acumulando la fuerza que podría hacer posible derrotar al proyecto de las élites.

Ya en septiembre de 2010 hubo una huelga general importante. En mayo de 2011 la resistencia social y la indignación desbordaron todas las previsiones abriendo un nuevo e inesperado camino. Cambiamos nuestras mentalidades, emergen nuevas maneras de actuar, de organizarse, de tomar las decisiones, maneras más democráticas y participativas que, aunque decaen cuando decaen las luchas, dejan un poso vital para otras luchas y para las propias personas participantes.

¿Cuándo ha habido tanta indignación en la vida cotidiana?

El movimiento no es sólo crítico ni espera una "solución política" llegada desde arriba, es constructivo, en una línea de autogestión social como la llevada a cabo por las PAH, las asambleas de vivienda, las "despensas populares", las escuelas o universidades populares, Yo Sí Sanidad Universal y otras experiencias cooperativas que gozan de gran simpatía popular y a las que tenemos tanto que agradecer.

Este proceso constituyente social desde abajo es necesario para la recomposición de nuestros vínculos sociales y para obtener la fuerza necesaria que nos permita poner fin a la degradación de nuestras condiciones de vida. No está asegurado que ese proceso termine bien, pero es el mejor camino que tenemos y por ahora hemos avanzado mucho.

Durante algunos meses creció en sectores del activismo social la sensación de que, ante la mayoría absoluta del PP, nuestras movilizaciones y protestas eran impotentes, por lo que sólo cabía esperar la llegada de procesos electorales o bien cambiar la dinámica de luchas hacia otras más "contundentes" pero menos amplias. Sin embargo, del propio movimiento social e incluso de esas mismas dudas surgió la respuesta: SÍ SE PUEDE, una respuesta que no fue mero voluntarismo sino conciencia y experiencia de la fuerza que tenemos cuando nos aliamos.

Sí se podía, porque las gentes comunes estábamos creciendo en conocimiento de la realidad y en mutua solidaridad, mientras que las élites perdían hegemonía, con especial descrédito de las élites políticas pero también de las élites económicas, ya que ha salido a la luz la connivencia entre ambas y sus comunes abusos.

Llegaron también los logros reivindicativos, comenzando por los cientos de desahucios parados por un movimiento que mostró una extraordinaria inteligencia colectiva en la combinación de la desobediencia civil con la capacidad de convencer a la mayor parte de la población. Una capacidad también mostrada por la "marea blanca" sanitaria, gracias a lo cual los gobernantes han tenido que dar varios pasos atrás en sus planes: en Madrid se impidió la liquidación del Hospital de la Princesa y la imposición del "euro por receta", se ha paralizado primero y derrotado finalmente la privatización de la gestión sanitaria de seis hospitales y 27 centros de salud, e incluso han tenido resultados positivos huelgas como la mantenida por el personal encargado de la limpieza del Hospital Ramón y Cajal, pese a lo difícil que eso resultaba en el marco de la legislación laboral vigente y de un desempleo masivo. No menos extraordinaria resultó la simpatía o comprensión con la que la población madrileña acogió la huelga de limpieza viaria y de jardines. En Castilla La Mancha el gobierno regional tuvo que cancelar sus planes de cierre de urgencias en varios pueblos y su presidenta, pese a ser la secretaria general del PP, ha anunciado que no aplicará la normativa sobre el copago farmacéutico en medicamentos para enfermedades crónicas. A su vez, el ministerio de Sanidad ha anunciado la derogación del copago de ambulancias, prótesis y dietoterápicos. En Gamonal se ha puesto de relieve la fuerza que tenemos cuando mancomunamos nuestras fuerzas y también que cualquier día puede ocurrir cualquier cosa, aunque nadie puede predecir dónde y cuándo ocurrirá porque las rebeliones sociales emanan de la espontaneidad popular. También es de extraordinaria relevancia el rechazo social a las restricciones del derecho al aborto propuestas por el ministerio de Justicia, que ha creado al PP una crisis interna considerable y que, según todos los sondeos, son rechazadas incluso entre los votantes del PP y los católicos practicantes.

Estamos en el buen camino, y hay que persistir en él, aunque aprendiendo de los errores que cometemos y entendiendo que la realidad cambia y que no se pueden repetir una y otra vez los mismos esquemas. Sí se puede.

Si observamos que tienen en común las luchas en las que hemos obtenido victorias, aunque sean parciales, veremos que hemos podido cuando se ha constituido una amplia alianza a partir de un sentimiento común. Lo que está decidiendo las luchas es la conciencia social, la capacidad de entender lo que ocurre, la disposición a actuar de muchas personas, la indignación de muchas más, la identificación de lo común. En definitiva, la alianza social, que, como toda alianza, es acuerdo entre diferentes sin dejar de ser diferentes. La primera condición para que una lucha social gane es que gane el apoyo de la población.

Si alguna prioridad hay ahora es que siga progresando ese proceso constituyente social, la generación de una "densidad social" -copio la expresión de José Luis Carretero- que impida que la carencia de vínculos y proyectos termine disgregándonos. No va a salvarnos ningún "pacto" con las élites, ninguna aislada "acción decidida", ningún "asalto al poder", ningún líder electoral que prometa maravillas, ningún diseño ingenioso de cómo sería un proceso constituyente institucional imposible de llevar a cabo sin antes destituir a quienes hoy gobiernan...

Si alguna responsabilidad tenemos ahora los núcleos de activismo social más o menos organizados en torno a algunas herramientas colectivas de acción sociopolítica, es poner esa experiencia y esas herramientas al servicio del movimiento social, para que la indignación personal pueda expresarse a través de un continuo diálogo social en todos los ámbitos, entendido como diálogo entre iguales, entre las gentes, no como esas farsas en las que gobierno y patronal fingen negociar algo con algunos sindicatos mientras multiplican sus ataques. Pero no hay que hacerlo como "vanguardia", sino como cualquieras, que es lo que somos, buscando transmitir lo que creemos saber pero también aprendiendo de lo muchísimo que nuestras vecinas y vecinos saben.

¿Y la movilización? ¿Y las elecciones? Sí, por descontado, también, nuestra andadura requiere acción y requiere herramientas políticas para quien las crea necesarias. Pero no hay que contar con "la" movilización" milagrosa, la que "esta vez" sí romperá el estado de cosas, ni con la "candidatura" salvadora, tras la que el pueblo pueda sentirse representado en las instituciones. Todas las grandes rebeliones sociales, y en particular las ocurridas en Oriente Medio y el Norte de África, demuestran que la "chispa" es imprevisible, puede ser un abuso mil veces repetido que un día, nadie sabe por qué, provoca una sublevación, puede ser la acción de una sola persona, puede ser una gran movilización, puede ser un fraude electoral o un voto mayoritario de repudio a los gobernantes, etc.

La acción organizada no decide la "chispa", sólo abona el terreno sobre el que cualquier chispa pueda prender cualquier día, lo que por cierto es mucho. A esa preparación contribuyen, sin duda, muchas de las movilizaciones que se llevan a cabo, y también puede contribuir, a mi entender, una adecuada participación en los procesos electorales, siempre y cuando que en todo ello se mantenga el ánimo de alianza social y de hacer frente a la ofensiva que estamos sufriendo.

SÍ SE PUEDE, si resistimos y persistimos, si nos unimos y construimos, PERO NO VA A SER FÁCIL.

Como el ataque a los derechos sociales y políticos afecta a todos los aspectos de nuestra vida, el expolio continúa pese a nuestros logros parciales. Por ejemplo, se ha hecho fracasar la privatización de la gestión sanitaria en hospitales públicos madrileños, pero se aceleran las derivaciones hacia clínicas directamente privadas y la degradación y infrautilización de los hospitales de gestión pública.

En esas condiciones, se plantea la necesidad de articulación de todos estos esfuerzos en torno a un objetivo mancomunado político, no "partidista", pero sí político. Cuando casi todo el mundo reivindica que un gobierno cambie todas sus políticas, ha llegado el momento de proponerse algo más: echarlos.

Digo "echarlos", y no "cambiarlos", porque el segundo término hace hincapié en que vengan "otros" como solución al problema, mientras que el primero, "echarlos", da prioridad al proceso destituyente y al conflicto social, que no se cierra con la llegadas de otros gobiernos. Lo que será una victoria social no es el mero hecho de que "cambien los gobernantes", sino el echarlos, porque eso nos hará más fuertes, confundirá y dividirá a las élites y nos colocará en mejores condiciones para seguir defendiendo nuestros derechos y nuestras aspiraciones frente a los gobernantes que puedan llegar después y que tampoco nos representarán porque ningún gobierno o Estado representa a la gente común, lo que no implica que nos dé igual qué gobierno haya o qué composición tenga el parlamento, porque eso también refleja la relación de fuerzas social y facilita o dificulta nuestra acción.

Los recortes que sufrimos responden a los intereses de todas las élites económicas del capitalismo, en alianza con agentes "políticos" que comparten esos intereses. La lucha social que se está desarrollando se enfrenta y tiene que enfrentarse a los grandes grupos capitalistas, al Gobierno y al régimen político vigente. Hay que enfrentarse con todo ese entramado a la vez, pero no esperemos que todo él caiga a la vez, echar a un gobierno es una cosa, construir una sociedad sobre bases radicalmente distintas a las actuales llevará mucho más tiempo, si es que se consigue.

Ahora bien, hay una urgencia social extraordinaria de trastocar la situación. Es imprescindible localizar el eslabón más débil de las élites para lograr una victoria muy significativa y para crear una relación de fuerzas que nos sea mucho más favorable que la actual; no para poner final a nuestras luchas, sino para que éstas tengan mejores perspectivas. Y ese eslabón más débil es, en estos momentos y de manera muy destacada, el Gobierno.

El prestigio de este Gobierno está por los suelos. Hay síntomas evidentes de debilidad en el Gobierno, de crisis en el PP y de preocupación entre las élites. Las élites están logrando imponer durísimos recortes sociales, pero sus instrumentos políticos e institucionales pierden hegemonía, lo que plantea una tensión que no puede prolongarse indefinidamente.

Hay que echarlos, hay que echar abajo a este gobierno, sobre todo porque está a nuestro alcance y porque si lo logramos se crearán condiciones mucho mejores para poner en cuestión un régimen político agotado, así como para seguir enfrentándonos al sistema de privilegio social y económico vigente.

Hay que echarlos, no por los medios del golpismo, que son ajenos a los intereses sociales de la población, pero tampoco podemos quedarnos en la pacata idea de que toca esperar hasta 2015 para que se hagan elecciones. Este Gobierno está totalmente deslegitimado. Si fuese demócrata, él mismo convocaría elecciones.

¿Es posible que se genere un clima social que haga muy difícil que este Gobierno gobierne? Sí, es posible, nos estamos acercando mucho a otra situación y posiblemente ya estaríamos en ella si existiera una oposición parlamentaria que se hubiese merecido una mínima credibilidad.

No inventemos acciones "derrocadoras" ni miremos con pasividad el calendario electoral, convenzámonos de que este Gobierno no debe gobernar más, de que se tiene que ir ya, hagamos de esa aspiración nuestro clamor, un clamor social. Y cuando lo sea, caerá, de una u otra manera, caerá.

Pero para eso tenemos que darnos cuenta de que, en efecto, este gobierno puede caer, y dar prioridad a su destitución, no a las discusiones sobre quienes le sustituirán, que nos dividirán inevitablemente y que hoy son secundarias. La alianza social para echar a este Gobierno sería mucho más poderosa y rica en contenido que cualquier intento de alianza en torno a una "alternativa electoral", sin cuestionar el derecho ni la necesidad de crear ese otro tipo de alianzas de cara a futuros procesos electorales.

Cada vez que se propone "hay que echarlos" se pregunta ¿cómo? Pero eso no tiene respuesta si lo que se busca es una receta, una fórmula. Lo que puede hacerse es contribuir a preparar el terreno para cuando llegue la chispa, dije. Utilizando para ello todos los recursos disponibles, incluidos los electorales, con paciencia, con persistencia, abriéndose a la realidad y a la gente que nos rodea. Sin despreciar a nadie, salvo a los que desprecian a la gente corriente, ese gente que no gozamos de los privilegios desorbitados de la "aristocracia" que nos está expoliando.

Tampoco debe agobiarnos la pregunta "¿Quien les sustituirá?". En realidad, nuestro objetivo es destituirles, no "sustituirles", porque no queremos cambiar a una élite política por otra, no queremos que quienes decidan sin contar con nosotras y nosotros sean otros diferentes a quienes parecen serlo ahora, aunque con los mismos poderes económicaos entre bambalinas, queremos democracia, queremos decidir entre todas y todos.

Eso no llegará de golpe. Costará conseguirlo, porque eso no se puede lograr "ocupando" un espacio de poder ya existente pero en otras manos, eso hay que construirlo, desde abajo, en común. Creo que si echamos a este Gobierno le sucederá otro que tampoco será "nuestro" gobierno, pero también creo que si los echamos la situación será muy diferente a la que sería si la propia extrema derecha del PP (Aznar, Aguirre, etc.) hace el cambio de gobierno o si el cambio sólo se debe a una alternancia dentro de la lógica política imperante desde 1977.

En definitiva, parece que nos estamos dando una nueva perspectiva, que combina las luchas contra las políticas del Gobierno y la gran patronal con la lucha directa contra el Gobierno. En ella, podemos usar todo tipo de herramientas útiles, incluidas herramientas políticas, pre-existentes o nuevas, y herramientas electorales. Pero las herramientas no pueden ser el fin sí mismo, sino sólo eso, herramientas al servicio de las necesidades del movimiento social y supeditadas a él.

Mucho puede hablarse sobre esas herramientas. Pero eso queda para otro momento.

Lo más importante ahora es que hay que echarlos, pero no para poner final a nuestras luchas, sino para que éstas tengan mejores perspectivas. Para crear mejores condiciones en las que poner en cuestión a un régimen político agotado, así como para seguir enfrentándonos al sistema de privilegio vigente.


Sí se puede. Sí podemos.

febrero 2014

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