Trasversales
Juan Manuel Vera

Sarkozy y mayo del 68

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007, versión electrónica




Sarkozy está obsesionado con Mayo del 68. Lo demuestra su reiterada apelación a romper definitivamente  con sus valores y con su herencia. La derecha europea más reaccionaria quisiera borrarlo del mapa. Tarea inútil pues muchos de los cambios que atribuyen al 68 no son reversibles fácilmente. No lo son el nuevo papel de las mujeres y los jóvenes, el horizonte ecológico, la comunicación abierta, la desconfianza respecto al Estado y a los políticos profesionales, etc.  

Pero no deja de ser curiosa esa obsesión y ese intento de definir los valores progresistas como periclitados. A su manera, torpe y engolada, lo hace también José María Aznar, en sus “Cartas a un joven español”, de resonancias nacional-católicas nada disimuladas. Aunque entre la derecha francesa y el expresidente español sigue habiendo un foso de liberalismo... y de cultura.

Pero al hilo de la obsesión de Sarkozy caigo en la cuenta de que en 2008 se cumplirán los 40 años del mayo francés, con lo cual vendrá la oleada inevitable en torno a la efeméride y los tópicos periodísticos al uso.

Para mí, el 68 sigue siendo lo que algunos intelectuales franceses (Edgar Morin, Claude Lefort y Cornelius Castoriadis) llamaron “la brecha”. Es decir, una ruptura (aunque fuera parcial) en el orden de un capitalismo uniformizador y homogeneizante por cuyos poros se destiló el deseo y la posibilidad de autonomía de una ciudadanía que no siempre confía en su poder creador.

Pero no todas las consecuencias del 68 fueron igualmente luminosas. Parte de ese impulso juvenil por cambiar la sociedad se perdió en los meandros de un estéril grupusculismo, que alimentó decenas de grupos leninistas, autoproclamados vanguardias del proletariado, que acabaron siendo síntomas, y al mismo tiempo propiciando, una retirada de la actividad pública de la mayoría de la generación del 68, no dispuesta a seguir el iluminismo de quienes convertían la revolución es un mito absurdo y desligado de la vida real de la gente. También vino mucha desesperanza y muchos caminos individuales que acabaron en callejones sin salida.

Philippe Garrel, en una película admirable, “Les amants reguliers” (de 2004, no estrenada en España, y que acaba de editar en DVD Intermedio) nos acerca a mayo del 68 en su entidad humana y vivencial. La historia de esta película es curiosa. Louis Garrel, hijo del director, había participado como actor en la fallida película  de Bertolucci, “Soñadores”. Philippe Garrel negoció con Bertolucci, la posibilidad de utilizar los vestuarios y el material utilizado en la producción, y emprendió esta sorprendente película, probablemente la que mejor refleja el Mayo del 68.

Garrel expresa maravillosamente la combinación de las dimensiones políticas y las experiencias vitales generacionales, así como la curiosa presencia de algunas formas de existencialismo en mayo, y en las reacciones posteriores de sus protagonistas. Viendo la película de Garrel se entiende muy bien la ruptura que representó mayo del 68 pero, también, la desmesura que iba a propiciar muchos destrozos generacionales, tanto en experiencias políticas sin futuro, como en búsquedas individuales que incorporaban un impulso autodestructivo. Algo que Garrel ha contado muy bien en muchas de sus obras.

La película de Garrel ayuda a entender mejor porqué Sarkozy y Aznar tienen pocas posibilidades de éxito. Cada nueva generación puede sentir el impulso de “cambiar la vida, transformar el mundo” que animó mayo del 68. Y ese impulso recorre toda la sociedad contemporánea. Una sociedad en la cual, a pesar de los abandonos a una realidad homogeneizante, no se ha perdido completamente dos ideas decisivas que vienen de antes de mayo pero que en la brecha de mayo se vivificaron. Que las cosas pueden ser de otra manera. Y que los cambios dependen de la gente.



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